Es la cuarta entrega de una saga de la que me puedo considerar seguidor.
Vamos claramente a peor.
La primera hablaba de la envidia, la segunda de la lucha de clases, la tercera de los políticos y esta cuarta insiste en la idea de la eliminación de los pobres.
Varios son los atractivos de esta saga. La América distópica, la violencia y el barroquismo visual.
En esta ocasión James DeMonaco hace solo de guionista y no director.
La primera purga comienza presentando a los personajes y desde entonces parece que sus comportamientos van a ser predecibles al cien por cien.
El desarrollo resulta ausente de garra y de personalidad.
Sucumbí al tedio desde los primeros minutos.
Al final el machote se queda en camiseta y entra en el edificio a salvar a su amada. Suena a Jungla de cristal, pero sin Bruce Willis.
Para que un mensaje resulte eficaz no tiene que ser tan explícito. La sutileza es más contundente.
Los Padres Fundadores deciden montar la noche de marras para eliminar pobres, cuestión que ya sabíamos (notoriamente) desde la segunda entrega, pues en esta se vuelve a insistir de manera absolutamente innecesaria.
La comparación con la América de Trump es desmedidamente expositiva.
No hay barroquismo formal, ni ambigüedad moral, ni elementos turbadores… El desarrollo es plano y predecible.
El final es de traca, ocasionando hilaridad.
Hay serie a la vista y quinta entrega. Espero que remonten, porque si no vamos mal.
Mi puntuación: 3,36/10.
Muchos besos y muchas gracias.
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Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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