viernes , 22 noviembre 2024

Carta de Rafa Esteban, alcalde de Marchamalo: Los 100

-Hola, bienvenido. ¿Hablas francés?

-Me llamo Rafa, ¿y tú?

Así comenzaba mi conversación (en francés) con los 35 migrantes que tuve la ocasión de recibir en la mesa en la que me destinó la organización de Cruz Roja en el Albergue Temporal que el Ayuntamiento de Marchamalo les cedió hasta el día 21 de agosto.

La noche era cálida, hacía muchísimo calor en el exterior del “García Fraguas”. A eso de las 23:46 llegaba el primer autobús procedente de Motril. Después de una tarde llena de tensiones en la que todo el equipo de voluntarios y colaboradores de Cruz Roja se dejaba la piel para tener todo preparado, por fin llegaban. Y es verdad, creo que hablo por todos y todas, estábamos preparados pero nerviosos. No en vano era la primera experiencia que teníamos de este tipo.

Y pasó el primero, y se sentó en nuestra mesa. Y comenzaba el proceso. Mientras recogíamos la información de los migrantes, el equipo médico miraba por la rendija de la puerta de la sala del gimnasio pendientes de recibir y atender sanitariamente a “los 100”. El resto de voluntarios y colaboradores esperaban la llegada a la zona de las duchas para retirar las bolsas que traían los migrantes y derivarles el kit de higiene para que hicieran su cama de campaña, tomaran una ducha y por fin alcanzaran ese descanso que llevaban buscando tantos y tantos meses.

Y no fue tarea fácil. Después de casi 5 horas de trabajo intenso y emocionante acababa el proceso de recepción y los migrantes podían descansar.

No puedo hablar con más razones que las de haber vivido parte de los momentos más emocionantes que me he encontrado en mi vida. Sabía, sé, que la decisión no era fácil. Pero mis compañeros del equipo de gobierno me ayudaron a tomar la más acertada, la de acudir a la desesperada llamada de emergencia que nos hizo Cruz Roja. Conocíamos que podía generar alguna que otra polémica, pero estábamos preparados para ayudar a entender el por qué, el cómo y el cuándo de todo a todos y todas las que tuvieran sus comprensibles dudas.

Todavía resuenan parte de esas conversaciones en las que los relatos hacían que el vello se pusiera de punta, aun con el calor de una noche tan cálida como la del martes. Reconozco que cada caso será diferente, que cada drama humano tendrá sus diferentes motivos, pero dentro de su mirada solo se veía una luz de esperanza que en los ya de por sí ojos brillantes de “los 100” parecían una verdadera constelación. No sé si me emocionó más el relato de Diop y su viaje de más de un año para llegar hasta Marchamalo desde Mali, o el emocionado canto del “cumpleaños feliz” que Moussaba recibió de sus compañeros de viaje y de todos los que en la sala de filiación estábamos.

Y ahora a caminar, a caminar entre la incertidumbre y la emoción de reencontrarse con sus familiares o amigos, o simplemente a buscar un destino o una nueva vida. Eso es lo que les espera. El viaje de “los 100” todavía no ha terminado, está en una primera etapa de humanidad que hace que los valores se conviertan en determinaciones.

Después de esto cada vez somos más conscientes de una cosa: “No es igual predicar que dar trigo”. Y aquí hay mucha gente que nunca predicó pero que está repartiendo trigo con tanta humildad que cautiva la más sensible de las emociones, y en especial la mía.

La intransigencia y el desconocimiento hacen que no se entienda ni lo que aquí escribo ni el trabajo que se hace, pero no sería digno de mi cargo si hubiera mirado hacia otro lado cuando nos llamaron pidiendo ayuda.

Mi último recuerdo es para María y su amiga. Las pongo como ejemplo de todas las colaboraciones que, desinteresadamente, están llegando a Cruz Roja. Y digo que las pongo de ejemplo porque llegaron durante la mañana del martes a ofrecerse para trabajar y colaborar en una acción que les llenaba de orgullo y que encima se hacía en el Polideportivo de su pueblo. Pero no pudieron hacerlo, todavía no tenían 18 años. Se fueron con la tristeza de no poder cumplir con sus ganas de ayudar, pero a mí me quedó el buen sabor de saber que podemos depositar nuestras esperanzas en nuestros jóvenes, en esa generación que será la que construya en nuestro país una sociedad llena de valores, equilibrios y sobriedad humanitaria que nunca deberíamos de haber dejado de tener presente.

Gracias por tanto.

Rafa Esteban, alcalde de Marchamalo

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