Esta semana tienen lugar dos aniversarios importantes. Dos recuerdos de sucesos, uno individual y otro colectivo. Uno tuvo lugar el 14 de agosto de 1941 y otro el 17 de agosto de 2017. Uno en Polonia y el otro en España.
Uno y otro demuestran que la Ley de la acción-reacción no es exclusiva de la Física, sino que está inscrita en lo mejor del corazón humano. Lo que descubrimos en el Universo y en la Vida, «es el eco de nuestras acciones y nuestros pensamientos».
Lo que sucedió hace 77 años en Polonia, y lo que aconteció hace un año en España ¿puede, iluminar algo de lo mejor del ser humano? ¡Sin duda! Y voy a intentar demostrarlo.
Ciertamente, allí y aquí, sucedieron hechos violentos en la sociedad. Allí y aquí personas de varias nacionalidades, en situaciones concretas, pudieron comprobar la ejemplar reacción de las personas humanas, independiente del país, idioma, raza o religión.
El recuerdo en el corazón, se hace en silencio y sin política. La oración también. El homenaje público, sincero, con palabras y música. En general, se guardan las formas en las relaciones humanas, pero el fanatismo no ha muerto, ni el odio ha desaparecido. Nazismo y yihadismo no han sido caminos de paz, sino caras diferentes del mal. Lo siguen siendo.
No me refiero «al origen» de lo sucedido. No busco el por qué de «la acción». La policía sigue investigando en esa línea.
Me interesa «la reacción«. ¿Por qué la respuesta humana de las personas concretas fue la que fue? ¿Alguien se lo ha preguntado? Creo que solo si nos adentramos en el corazón descubriremos cómo se reacciona a la violencia, o qué es lo que se ha hecho por la paz.
Un ciudadano polaco, experimentó en su persona el dolor, hace este mes 77 años, en Auschwitz, Polonia. Los fallecidos o heridos en Barcelona y Cambrils también. ¿Tiene algo que ver la religión, con lo que allí pasó?
En Europa, los campos de exterminio, fueron reales. En ellos murieron muchos seres humanos de muchos países. Hombres o mujeres, también niños, daba igual. Muchos -de una forma u otra- eran opositores a los nazis. Otros, como Ana Frank, tal vez fueron denunciados por vecinos. Ser judío, gitano, ser cura o religioso o simplemente creyente era un motivo. También lo era ser comunista, homosexual o ser capturado sin documentación, -cualquier razón o sin razón-, era suficiente para ser enviado a esos campos. Algunos aún lo niegan. Pero pueden visitarse Dachau, Auschwitz, Mauthausen, Treblinka. He visitado alguno. Solo recordar aquel horror me estremece.
En Polonia. Quiero relatar hoy algo de lo ocurrido en Auschwitz, en 1941. El polaco, padre franciscano Maximiliano Kolbe, llega al campo de concentración de Auschwitz en mayo de 1941, conducido por la Gestapo. Tenía 47 años.
El 3 de agosto de ese año, un preso escapó del campo. Se trataba de un panadero de Varsovia. En represalia, los jefes del campo, eligieron a diez prisioneros, al azar, para morir de hambre. Entre ellos estaba el sargento polaco, Francisco Gajownieczek, que suplicaba perdón y compasión pues tenía mujer e hijos y quería vivir para ayudarles.
El P. Kolbe se compadeció de su compatriota y se ofreció a ocupar su lugar. Un acto heroico. Se lo llevaron. Dicen que sus últimas palabras fueron: «No olvidéis el amor». Pasó 2 semanas de hambre y miseria en el bunker de castigo. Como necesitaban la celda para otros reos, los nazis decidieron acabar con su vida con una inyección letal. Sucedió el 14 de agosto de 1941. La sociedad guarda memoria de un acto tan extraordinario de generosidad.
El hombre al que salvó la vida, sobrevivió 54 años más. Falleció a los 94, en 1995.
En España, y más concretamente en Barcelona y Cambrils, tras los atentados del 17 de agosto de 2017, los actos y las muestras de solidaridad y empatía se multiplicaron. Españoles y extranjeros, que paseaban por las Ramblas, corrieron a socorrer a los heridos en la medida de sus posibilidades. Vecinos y voluntarios ofrecieron lo mejor del ser humano. Médicos y personal sanitario, incluso quienes estaban de vacaciones, volvieron a sus centros para ayudar. Desde todos los rincones de España llegaban condolencias y muestras de cariño a las víctimas y sus familias ante un atentado terrorista. Fue la reacción: humanidad contra barbarie, como había sucedido en otros países. Muestras espontáneas de convivencia en paz.
Después hubo una convocatoria contra el terrorismo que se ha visto enrarecida por los constantes pitidos y abucheos, pancartas y signos independentistas. No fue un acto espontáneo de la sociedad a favor de las víctimas y contra el terrorismos, sino política. Ha vuelto a repetirse en el primer aniversario.
En el corazón de la mayoría de los españoles, y en los países de origen de las distintas víctimas, han continuado las muestras de cariño y agradecimiento por la solidaridad mostrada con las víctimas. Esa generosidad humana ha sido innegable.
Los principios que mueven el corazón.
Si un cuerpo actúa (acción), sobre otro con fuerza, éste reacciona contra aquél con otra fuerza de igual valor y dirección, pero de sentido contrario (reacción). Es lo que se conoce como tercera Ley de Newton o principio de acción y reacción. Ese principio físico de las reacciones entre los movimientos, no es algo aislado, ni sólo físico.
Esa ley está inscrita en el universo y en el corazón humano. Una mariposa que mueve sus alas en un bosque brasileño agita el mundo entero (igual que la propulsión de un cohete espacial) aunque la fuerza sea menor.
Las relaciones humanas se mueven por el mismo principio. El principio de física no desaparece en la vida humana ni en el amor, ni en la ética. El doble de lo que se desee y se haga a los demás, vuelve a uno mismo. Si deseas el bien y haces el bien, tendrás el bien y la felicidad.
En 2009 en una mesa redonda sobre religión y paz entre los pueblos, en la que participaban el Dalai Lama y el teólogo brasileño Leonardo Boff, tuvo lugar un diálogo que merece la pena recordar. El teólogo le hizo una pregunta aparentemente ingenua, pero con mucha carga de profundidad. Tanto la pregunta como la respuesta está en Internet.
-«Santidad, ¿cuál es la mejor religión?
–La mejor religión es la que te aproxima más a Dios, al infinito.
(Para salir de la perplejidad delante de tan sabia respuesta, le volvío a preguntar):
-¿Qué es lo que me hace mejor?
– Aquello que te hace más compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable, más ético…La religión que consiga hacer eso de ti es la mejor religión.
Es decir: No importa tanto la religión sino la respuesta que en consciencia demos o hayamos dado, que es lo que surge del corazón.
Es la respuesta o la «reacción» desde dentro a la necesidad que vemos y nos golpea el alma.
El sistema de creencias es importante en la medida que nos hace más humanos y más compasivos.
José Manuel Belmonte