viernes , 22 noviembre 2024

Carta de Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara: Encuentro mundial de las familias

El pasado fin de semana, el papa Francisco acudió a Dublín para participar en el noveno encuentro mundial de las familias. Las imágenes, que nos ofrecieron algunos medios de comunicación social, nos permitieron constatar la alegría y el gozo de miles de familias venidas de los distintos rincones del planeta para testimoniar el amor infinito de Dios, manifestado en Jesucristo, y para mostrar la verdad del matrimonio.

El Santo Padre, en sus intervenciones públicas, afrontó una vez más con valentía, humildad y profundo dolor el gravísimo pecado de la pederastia en la Iglesia, pidiendo perdón a todos por los abusos sexuales y de poder cometidos por los miembros de la Iglesia y orando al Padre celestial para que mantenga el estado de vergüenza y de compunción en nosotros para que nunca más sucedan estas cosas.

Al referirse a la familia, señaló que ésta es la esperanza de la Iglesia, de la sociedad y del mundo. Las familias creyentes, con su testimonio del Evangelio, ayudan a Dios a realizar su sueño y contribuyen con su testimonio a acercar a todos los miembros de la familia humana para que asuman de forma responsable su compromiso en la construcción de la paz y de la unidad entre todos los miembros de la gran familia humana.

Teniendo en cuenta las dificultades del momento presente para la transmisión de la fe, el Papa invitó a los padres a hacer de su convivencia una verdadera Iglesia doméstica para que el testimonio de amor y de oración en el hogar sea el primer espacio para la transmisión de la fe a los hijos. Mediante el testimonio de amor a Dios y a la Iglesia de sus padres, los hijos aprenden la honestidad, el sacrificio y el valor de la fidelidad.

Sin olvidar las dificultades por las que pasa la familia en la actualidad, como consecuencia de la secularización de la sociedad y de la falta de apoyo y protección por parte de los poderes públicos, el Papa invitó a los esposos cristianos a poner los ojos y el corazón en Jesucristo para aprender de Él la disponibilidad para el perdón.

Este perdón, que Jesucristo regaló a todos los hombres, incluso a sus enemigos, durante los años de su vida pública, hoy nos lo sigue ofreciendo a nosotros para que, con la fuerza de su amor y la experiencia de su perdón, podamos también perdonar a nuestros semejantes. La contemplación del amor que los padres se brindan entre sí es el medio más adecuado para que sus hijos aprendan a perdonar a sus hermanos y amigos.

Que la Santísima Virgen, la Reina de la familia humana, ilumine con su testimonio el camino a recorrer y nos muestre el amor incondicional de su Hijo, para que avancemos con decisión hacia la identificación con Él y experimentemos su protección y gracia durante nuestra peregrinación por este mundo hacía la Jerusalén celestial.

Con mi sincero afecto y bendición.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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