El espectáculo que comentamos, que recala por unos días en la sala José Luis Alonso del teatro de la Abadía bucea en la proteica y laberíntica personalidad literaria y humana de Fernando Pessoa, poeta, ensayista y traductor luso nacido en Lisboa a finales del siglo XIX y muerto prematuramente a los 47 años tras una vida entregada a la escritura,. “encerrado -como él mismo dice- en la casa de mi espíritu trabajando para el progreso de la civilización y el ensanchamiento de la conciencia de la humanidad”.
Toda su vida le obsesionó el problema de la identidad, ese no saber quién es uno mismo en realidad y en relación con los demás (y la desesperación inherente a ese estado de angustia existencial) viniendo a ser el rasgo más característico de su personalidad literaria precisamente la creación de numerosos heterónimos que se “disputan” la responsabilidad de sus ideas y la autoría de sus obras; y es que Pessoa encarna mejor que nadie la condición esquizofrénica, escindida, de la conciencia moderna.
Introvertido, asceta, casi un contemplativo; lúcido, de una penetrante sensibilidad y un agudo sentido del idioma su obra es una fuente inagotable de reflexiones sobre las incertidumbres que acosan al hombre moderno. Y resulta pertinente este espectáculo de Pablo Viar sobre la vida y la obra del poeta luso, porque constituye toda una incitación para volver a la lectura de sus textos, fruto de una infatigable labor de introspección y transidos de honda emoción y melancolía.
El montaje, espléndido sin paliativos, es fiel a ese carácter intimista de la obra del escritor, a su fijación por los colores, los ruidos y los paisajes de su Lisboa natal, a su frustración por su fracaso amoroso, a su interés por el ocultismo y el gnosticismo y a su pasión por las palabras. Estructurado en breves escenas, adopta ocasionalmente la forma de un interrogatorio en el que vamos descubriendo los datos biográficos y la filiación, digamos, política e ideológica del autor consignados en una breve nota biográfica que él mismo dejó escrita el 30 de marzo de 1935, poco antes de morir. Entre pasajes de cartas, poemas y extractos del Libro del desasosiego, dichos casi en un susurro y con una extraordinaria contención de gestos y movimiento escénico, van aflorando, como apariciones fantasmales, en el “retiro” de su modesta residencia lisboeta de la calle Coelho da Rocha los sucesivos heterónimos, con los que el autor conversa en voz alta y con los que comparte sus dudas, anhelos y temores. Primero su “maestro” y mentor Alberto Caeiro, luego Álvaro Campos, Ricardo Reis, Bernardo Soares, …
La puesta en escena es sobria pero sugerente. Aunque se recrea bastante fielmente la imagen que tenemos del autor (reproducida en pinturas o en fotografías): su fisonomía, su bigotito, sus gafas y su aspecto pulcro y atildado, el espacio, onírico, en el que domina el claroscuro, poblado de enseres a pequeña escala, con guiños a Alicia en el país de las maravillas y a las imágenes surreales de un Magritte hace que los personajes semejen meras apariciones que deambulan por los rincones de la memoria rodeadas de un vago halo de tristeza y melancolía. La voz cálida y grave, la dicción lenta, mesurada de David Luque y de Emilio Gavira completan el paisaje y trasmiten esa “emoción lejana” que evoca la dulce y prodigiosa voz de Mariza poniendo música al poema de Pessoa: “Há uma música do povo” (hay una música del pueblo):… Perdí la fe y el camino / es feliz quien yo no fui / pero es tan consoladora / la vaga y triste canción / que mi alma ya no llora / ni yo tengo corazón. / Soy una emoción lejana / un error de un sueño ido / …
Gordon Craig, 10-XI-2018.
Ficha técnico artística:
A partir de poemas, textos y cartas de Fernando Pessoa.
Dramaturgia y dirección: Pablo Viar.
Con: David Luque y Emilio Gavira.
Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda.
Sonido: Javier Almela
Madrid. Teatro de la Abadía.
9 de noviembre de 2018.