“Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados” (EG 102). Estas palabras del papa Francisco nos recuerdan que, para asegurar y acrecentar la comunión en la acción pastoral de la Iglesia, los pastores hemos de reconocer que nuestro ministerio está radicalmente ordenado al servicio de todo el Pueblo de Dios (cf He. 5,1)
Para promover, reconocer y valorar los oficios y funciones de todos los bautizados que tienen su fundamento sacramental en el bautismo y la confirmación, los pastores hemos de dar más importancia a la vocación laical. Ciertamente, tenemos que dar gracias a Dios porque son muchos los laicos que participan activamente en los distintos campos apostólicos, pero no podemos resignarnos simplemente a conservar lo que ya tenemos.
Pensando en el futuro, hemos de promover proyectos pastorales, como puede ser el sínodo diocesano, para que desde el respeto a la vocación y a las funciones de los laicos y consagrados, sea posible impulsar la corresponsabilidad y la participación activa de todos los miembros del Pueblo de Dios en la misión evangelizadora de la Iglesia.
Esto nos exige a todos un profundo cambio de mentalidad y una sincera conversión del corazón para pasar de una consideración de los fieles laicos como simples “colaboradores” del clero a un reconocimiento real de su vocación como “corresponsables” del ser y del actuar de la Iglesia, favoreciendo de este modo la consolidación de un laicado maduro y adulto en la fe.
El Concilio Vaticano II ya invitaba a la Iglesia a dar los pasos oportunos para que el examen y la solución de los problemas pastorales se realizase “con la colaboración de todos”. Esto debe encontrar un desarrollo adecuado y estructurado en la valoración más convencida, amplia y decidida de los consejos pastorales parroquiales y arciprestales.
Estas enseñanzas del Concilio, recogidas en otros documentos de la Iglesia, nos recuerdan que hemos de dedicar más tiempo a nuestra formación cristiana para madurar en la pertenencia a la Iglesia y en la práctica de la sinodalidad. En la Iglesia, los sacerdotes, consagrados y fieles laicos somos convocados por el Señor a participar en la misión evangelizadora de la Iglesia y a ejercer la sinodalidad.
La puesta en práctica de la dimensión sinodal en la Iglesia, por tanto, debe estar siempre abierta a la creación y funcionamiento de nuevas estructuras pues, como nos recuerda el papa Francisco: “Sólo en la medida en que estos organismos permanezcan conectados con “lo bajo” y partan desde la gente, de los problemas cotidianos, puede comenzar a tomar forma una Iglesia sinodal” (Francisco, Alocución, 17 de octubre de 2015).
Con mi bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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