Tengo 53 años. Desde octubre de 2018 trabajo como taxista en Madrid, y me gustaría contaros mi historia.
Soy Ingeniero Técnico Industrial en electrónica con 30 años trabajando en pequeñas empresas españolas de diferentes sectores relacionados con mi profesión. Poco a poco estas empresas fueron cerrando empujadas por una competencia proveniente de grandes multinacionales nacionales o extranjeras deseosas de acaparar los mercados.
Esta situación y el nuevo y “moderno” mercado laboral me obligaron a reciclarme. Cojo todos mis ahorros, me empeño en un crédito y compro una licencia de taxi. Llevo solo cuatro meses trabajando en el sector y veo, con sorpresa y estupor, que la historia se repite. Unas grandes multinacionales intentan echar a un lado a pequeñas empresas y a muchos autónomos. Los legisladores de turno desaparecen y permiten que la injusticia impere en nuestra sociedad.
Por desgracia miro a mi alrededor y encuentro que mi historia se repite a menudo. Personas con capacitación y experiencia profesional para que España fuera reconocida en el mundo industrial quedan relegadas a un segundo plano. Parece que estorbamos.
Mi objetivo es ganarme la vida como la mayoría de la gente corriente. Sin avasallar ni quedarme con lo que no es mío.
Leo la prensa y con asombro me encuentro estos días en algunos medios de comunicación una cierta animadversión por el sector del taxi. Todos somos desaseados, revolucionarios, “podemizados”, groseros, casi estafadores y deseamos la ruina de todo el que no pertenece a nuestro viciado mundo.
Lo siento pero no creo que estas aseveraciones tan rotundas sean ciertas. Con toda humildad no creo que se me pueda calificar así.
Que no somos un gremio ejemplar es obvio y palpable, pero igual que creo que hay periodistas honestos y otros vendidos al poder, políticos que trabajan en mejorar la calidad de vida de la gente y otros verdaderos corruptos, hay taxistas que hacen honradamente su trabajo y no merecen ese trato. ¿Qué extraño motivo hace que más de 20.000 personas independientes dedicadas al servicio del taxi seamos seres tan odiosos y despreciables?
¿Por qué la historia se repite y el grande sigue menospreciando al pequeño?
¿Por qué el interés en desacreditar al pequeño para que el grande tenga más fácil cumplir sus objetivos?
¿Quiénes son los indeseables?
¿Quién huele peor, el taxista o los que ayudan a que no haya justicia ni equidad?
Miguel Ángel Simón Braojos, Madrid
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