Ha habido ocho reuniones del comité en lo que llevamos de año, y cinco de ellas han sido para hablarnos de qué hacer en caso de despido.
Como la tragedia parece que se avecina, porque ya no es que hayan invitado a marcharse a uno ni a dos, sino que ya van unos cuantos en los últimos meses, está el pasillo que echa humo de tanto rumor, unos diciendo que pongamos ya las barbas a remojar, por eso del refrán, y otros haciendo quinielas de a cuántos dejarán por departamento y qué indemnización les tocará a los que se vayan, que ya se sabe que a la hora de hacer finiquitos, siempre ha habido señores y vasallos.
Mientras, se suceden los discursos de nuestros directivos ordenándonos tranquilidad ante tanta incertidumbre, lo que nos lleva a una intranquilidad constante, manteniéndonos en alerta y mirando con temor la extensión cuando suena el teléfono, no vaya a ser que sea la llamada funesta que nos expulsa del paraíso.
Y entonces se nos amontonan las preguntas, y unos dicen que cuando nos llamen, que no firmemos; otros, que sí, que, si no, no vemos ni un duro; otros que no hagamos ni digamos nada hasta que no esté junto a nosotros uno del comité; y todos acaban diciendo que no nos preocupemos, que el peregrinaje siempre termina en la Plaza de los Cubos, donde se pleitea y se gana…
Por lo que sabemos, tres son los despidos y una única advertencia: firmar el “no conforme” cuando te den la esquela de defunción, pidiendo una copia antes de desfallecer, por si algún despistado te rinde cuentas por no volver al trabajo al día siguiente. Por lo que se ve, si el despido es disciplinario no se cobra indemnización, solo finiquito, y para la indemnización tienes que recurrir al SMAC. Aunque la empresa alegue causas económicas, productivas u organizativas, y el despido sea objetivo, también se puede recurrir. La indemnización es de veinte días por año trabajado con un máximo de doce mensualidades, con la buena noticia de que estás exento de tributar el IRPF. Que el que no se consuela es porque no quiere.
Como lo que parece probable es que no va a haber un ERE, pedimos en sueños que, de lo malo, el despido sea improcedente, para cobrar tus treinta y tres días por año trabajado, o los cuarenta y cinco días, si es que existen los milagros. Aunque suene más a ciencia ficción.