Si hubiéramos tomado unas imágenes a vista de dron hubiéramos comprobado cómo desde primera hora de la tarde del pasado viernes 1 de septiembre el entorno de La Fuente de la Niña en Guadalajara comenzaba a tener la misma actividad que un pequeño hormiguero en el que cientos, miles de pequeñas figuras se movían de un lado a otro.
Crónica y fotografías de José Luis Solano Provencio
Unos plantaban su alojamiento en la zona de acampada, otros terminaban de ultimar detalles para dar la mejor atención posible a los asistentes al Festival Gigante y, los más, iban ya exhibiendo en el control de acceso la pulsera que les iba a permitir vivir un fin de semana del mejor indie rock del momento aquí, en Guadalajara.
Mientras, la contundencia de Beluga, la intensidad del surf rock de Los Coronas, o el viaje desde Alaska a la Patagonia a través de ritmos fusionados que Depedro, en la imagen inferior, con el solista Jairo, Kike Campos a la guitarra y David Carrasco al saxo, propuso a los concentrados, iban calentando un ambiente que se iba llenando de un público ávido de disfrutar la fiesta del rock independiente.
Y nada mejor para hacerlo que abrir plaza con la veteranía de los granadinos Niños Mutantes, un grupo que acaba de cumplir su 20 aniversario en el panorama rock y que sigue arrastrando miles de seguidores de su sonido rico en matices, oscuro, distorsionado y en constante evolución.
Aún flotaba en el aire la última nota lanzada por Niños Mutantes desde el Escenario Guadalajara cuando sobre el otro gran entablado instalado en las pistas de atletismo de la Fuente de la Niña, el Escenario Gigante, ya pululaban Santi Balmes y los chicos de Love of Lesbian, una de las bandas de mayor prestigio del panorama rock nacional que vino a Guadalajara avalado por las más de 20.000 copias vendidas de su último disco El poeta Halley.
En su directo, el grupo catalán supo conjugar su reconocible estilo con los nuevos y profundos planteamientos de su primer disco conceptual, consiguiendo un resultado en forma de pegadizas canciones que fueron coreadas por una legión de incondicionales venidos al Gigante desde diversos puntos de España.
La noche avanzaba y ganaba en intensidad por lo que aquellos que quisieron reponer fuerzas para continuar bailando pudieron hacerlo en la zona del complejo deportivo dedicada a restauración, y en la que se podía acceder a una sabrosa oferta compuesta por gran variedad de platos internacionales de los que se degustan en pandilla.
Y es que el taco o el falafel, la pizza y la hamburguesa saben mejor cuando se comen servidos en los bancos habilitados para la ocasión o incluso, mejor, sentados en corro sobre el césped, en un animado compadreo rockero y al son de los temas que interpretan las bandas indies emergentes que iban turnándose para actuar en el pequeño escenario instalado en la zona.
Recargadas las pilas, era la hora de acercarse de nuevo al Escenario Guadalajara, al pie del cual ya esperaba una gran cantidad de incondicionales de Fuel Fandango, expectantes ante una cuidada escenografía que anticipaba algo grande.
La irrupción en escena de Nita Manjón fue un torbellino que revolucionó la noche guadalajareña con su crisol en el que se fundió la música electrónica con la copla, el funk, con el arte cordobés, el flamenco con las letras en inglés, todo ello aderezado con las potentes tonadas del lanzaroteño Ale Acosta.
Sin dar tiempo a que los conciertos lleguen a solaparse y a fin de que todos puedan disfrutar de todo, inmediatamente después de Fuel Fandango apareció en escena el polifacético Álex O´Dogherty para presentar el show que ofrece con su nueva banda La Bizarrería entre fusión ritmos rock, swing y funk.
Llamaba la atención comprobar la gran horquilla de edades y diversidad estilos que componía el aforo del Gigante y que te lo mismo te hacía compartir vivencias con jovencísimos rockeros de camisa polo y tatuaje que te enfrentaba a los más variopintos estilismos con que se adornaban las nuevas rockeras.
También, llamaba la atención el hecho de que algunos asistieran al Gigante con sus hijos que, bien dormitaban tranquilamente en el regazo de sus progenitores bien provistos de protecciones acústicas específicamente diseñadas para niños, o bien disfrutaban de la zona infantil habilitada para el festival mientras eran entretenidos por unas monitoras que cuidaban de ellos.
Pero volviendo al césped, tras la actuación del gaditano O´Dogherty fue el turno de los vizcaínos Shinova, que continúan la metamorfosis que les está llevando a abandonar las oscuras distorsiones guitarreras de sus inicios para adentrarse en trayectos más intimistas y complejos.
La oferta del viernes iba llegando a su fin a lomos de la potencia rockera propia de los cordobeses Embusteros.
No obstante, aquellos que lo desearon pudieron continuar disfrutando del Gigante de la mano de Ochoymedio DJ´s , que pincharon en sus mezclas, rock, pop, oldies y no pocas sorpresas.
Y el sábado, más escenarios, más conciertos
Los más `madrugadores´ pudieron asistir ya el sábado a partir de las 12:00 horas de los conciertos que Yo, estratosférico, Desvariados y Julieta 21 ofrecieron en el escenario que el Festival Gigante instaló, con asistencia gratuita, en la guadalajareña plaza de Santo Domingo y, quizá, alguno de ellos enlazaron este vermú indie con las tempraneras actuaciones de grupos como Lichis o Lucas Colman, entre otros.
Pero sin lugar a dudas, la fiesta del sábado comenzó de la mano de León Benavente, cuarteto de veteranos surgido hace apenas 5 años que no hacen pereza a la hora de criticar con sus incisivas letras complejas realidades sociales.
De ese modo, Abraham Boba, Eduardo Baos, Luis Rodríguez y César Verdú siguieron fidealizando a un púbico que no dudó en advertir a EL HERALDO DEL HENARES que «León Benavente es de lo mejor que vas a ver esta noche”.
El contraste al desenfreno en que sumió León Benavente a su público lo marcaron temas de El último hombre en la tierra, último trabajo de Coque Malla, que ha sido elegido tanto por la prensa generalista como la especializada como uno de los mejores discos del 2016 y en el que ha colaborado como arreglista el hermano de Coque, Miguel Malla.
No faltaron en la actuación del madrileño los guiños a su pasado musical que fueron cantados y bailados por una pléyade de fans que bien parecía haber ensayado coros y coreografías para la ocasión.
Nada Surf quizás descolocó en un principio a aquellos que menos conocen la banda y a los que seguramente extrañó el hecho de que el bajista de un grupo indie neoyorquino no solo supiera pronunciar perfectamente la palabra carajo sino que, además, hablara español.
Y es que, David Lorca es de Malasaña, barrio en el que hace ya casi tres décadas se escuchaba al grupo del que participa en virtud del buen hacer de su emisario madrileño.
Desde entonces, Nada Surf, que ha ido evolucionando a partir de unos inicios próximos al pop para llegar a su actual estilo, no está exento de irreverencia y crítica cuando es necesaria.
Tras los neoyorquinos, otro veterano irrumpía en el escenario Gigante del festival guadalajareño con la intención de no dar cuartel a aquellos que se acercaron a la ciudad para disfrutar del mejor indie.
Iván Ferreiro hacía un hueco en su abultada agenda creativa que, ora le lleva a escribirle una canción a Sergio Dalma para su nuevo álbum ora otra para Raphael, y se acercaba a a la fiesta con una poética renovada y valiente que denota muy buen gusto, mucho oficio y que consigue arrastrar a los pies de las tablas a una multitud de seguidores.
Tras los sones del gallego la apoteosis vino de la mano de The Gift, banda de origen portugués que mezcla el pop-rock con la música electrónica de un modo magistral y lo envuelve en una ecléctica escenografía que en primer lugar capta la curiosidad de cualquiera que se acerque a escucharles y, acto seguido, le impide apartarse.
La intensidad de Sonia Tavares y su magnetismo unidos a un sonido de calidad impecable hacen que los temas que The Gift interpreta sean de esos que no te dejan quieto, y que la puesta en escena de los mismos te enganche hasta el punto de no saber dónde mirar porque en todos los lados hay algo sorprendente.
No en vano, la banda ha ido de gira por cuatro continentes y en su país de origen no dejan de coleccionar Discos de Oro, de Platino y números 1 en las listas de éxitos.
Había que encarrilar la recta final del festival y se hacía de la mano de Los Punsetes y de de Kokoshca, grupo este último que afronta su madurez a son de distorsiones muy metálicas y letras profundas.
El ritmo a seguir para finalizar la velada y el festival no marcaron los hermanos Redondo, alcarreños de origen y DJ´s de vocación, que forman el dúo SuperFrame vDJ y que han llevado su talento a la hora de pinchar en los encuentros más emblemáticos del panorama indie nacional.
La fiesta del indie en Guadalajara cerraba sus puertas, con alrededor de 15.000 entradas vendidas, la totalidad de las plazas hosteleras de la localidad ocupadas desde hace meses, unos 300 empleos directos así como 1.000 indirectos creados y un impacto económico en la ciudad de aproximadamente medio millón de Euros.
Pero quizás uno de los valores más importantes del Festival Gigante sea la capacidad de dinamización cultural que tiene y de promoción del entorno, lo cual está consiguiendo que, al menos los aficionados a la música indie, ya sepan localizar a Guadalajara en un mapa de España.