La ruta “Viaje Camino del Cid-Románico Rural 2018”, promovida por la Diputación de Guadalajara, CEOCE-CEPYME y la Federación Provincial de Turismo de Guadalajara, del que ya hemos ofrecido varios reportajes, y en el que participaron profesionales acreditados del periodismo de 30 medios de comunicación especializados en turismo cultural y medioambiental, merece un desglose más pormenorizado. Por eso, hoy describiremos el recorrido por las noble villas alcarreñas de Torija y Jadraque, cuajadas de viejas fortalezas que transpiran la nobleza de sus señores, sus hechos de armas, sus abusos y arbitrariedades, y la sufrida existencia de sus vasallos.
Crónica y fotografías de Julio Real González
La ruta se inicia desde el punto de concentración de la expedición con puntualidad germánica, ya que apenas se rebasaban unos minutos de las nueve de la mañana y el autobús se pone en marcha.
El primer tramo de la ruta, por la A-2 discurriría rápidamente para los viajeros, ya que el primer objetivo se encontraba a pocos kilómetros: la villa de Torija, auténtica antesala de la Alcarria caracense.
Desembarcados en el aparcamiento, nos sentimos apabullados por la magnífica presencia de su castillo.
Su actual configuración es el característico de las fortalezas palaciegas castellanas de la segunda mitad del siglo XV. Así, su planta es cuadrada y está constituida por altas murallas de sillarejo y de mampostería concertada, rematadas por paso de ronda sustentado por modillones, cuyas esquinas se refuerzan por potentes cubos circulares; resultan notables las escaraguaitas o garitones que se sitúan en el centro de los paños de muralla. Destaca de todo el conjunto la gran torre del Homenaje, de planta cuadrada y más de 30 metros de altura.
Sobre los orígenes de la fortaleza, hay que hacer mención al propio nombre de la villa, que deriva del latín turricula, es decir torrecilla, por lo que no es descartable la existencia de una primera fortificación en época romana. Lo que sí está atestiguado arqueológicamente es un asentamiento de época visigoda, entre los siglos VII y VIII d.C., cuando, al excavarse el patio de armas del castillo, aparecieron unos enterramientos de esta época. Asimismo, en el inmediato cerro del Villar se han hallado restos de una torre fortificada rodeada de un caserío de época islámica y datable en el siglo IX, que sería posiblemente el emplazamiento original de la actual villa.
Tras la Reconquista de la población a los árabes en el año 1085, se afirma que su defensa se encomendó a la Orden del Temple, la cual incluso llegaría a fundar un convento, que no está claro si se situaría en el emplazamiento de la actual torre del homenaje, o en unas eras existentes en sus proximidades. Tras la disolución de la orden templaria, la villa volvió a dominio real en 1312, siendo donada por el rey Alfonso XI a Alonso Fernández Coronel.
La guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara motivó el cambio de titularidad de propiedad entre miembros de la prominente nobleza castellana.
Las luchas acaecidas más tarde, entre Juan II de Castilla (1405-1454) y sus parientes los Infantes de Aragón, motivaron que tropas navarras, aliadas de estos últimos, conquistaran la fortaleza entonces existente en 1445, la cual no sería reconquistada, sino tras un largo asedio de siete años efectuado conjuntamente entre las tropas arzobispales de D. Alonso Carrillo, y las de D. Íñigo López de Mendoza, que fue el primer marqués de Santillana. Este se encargó de renovar la villa y, por supuesto, reconstruir el castillo con el aspecto que ahora muestra, con las renovaciones palaciegas que sufriera en el siglo XVI.
El castillo inició su decadencia en el siglo XVII. En 1710, durante la guerra de Sucesión, sería ocupado brevemente por las tropas del rey Felipe V. Durante la época borbónica el castillo pasaría a ser propiedad de la Casa de Alba. Pero la puntilla definitiva la recibiría la fortaleza en 1810, año en que la villa de Torija se encontraba ocupada por las tropas del general bonapartista José Leopoldo Hugo (1773-1828) –padre del gran escritor Víctor Hugo-, cuando las tropas del célebre guerrillero Juan Martín Díaz El Empecinado entró en octubre de dicho año en seguimiento de las tropas imperiales que iban de retirada. Para impedir que los franceses volvieran y se hicieran fuertes en el castillo, ordenó volar sus murallas y la torre del homenaje.
A pesar de su declaración como Monumento Nacional en 1931, aún sufriría serios deterioros en el transcurso de la batalla de Guadalajara de la última guerra civil. Las primeras obras de consolidación de la ruina a la que había quedado reducido se efectuarían en 1952, tras la cesión que realizó el Duque de Alba, pero la primera campaña firme de reconstrucción no se efectuaría hasta 1961-1964 a instancias de la Dirección General de Bellas Artes.
Ya propiedad de la Diputación, en 1995 se habilitaría su torre del Homenaje como sede expositiva de la novela de C. J. Cela “Viaje a la Alcarria”, uno de los pocos museos dedicados en el mundo a una única obra literaria.
En 2005 se iniciaron obras en su patio de armas para la construcción del Centro de Interpretación Turística de Guadalajara –“CITUG”-, que sería inaugurado en 2009.
Compuesto de 4 plantas, la primera se dedica a mostrar al visitante la variedad medioambiental de la provincia, en cuanto a fauna, vegetación, paisajes, destacando el apartado dedicado al Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo; la segunda exhibe un rico muestrario del patrimonio histórico-artístico (con ejemplos de la arquitectura popular, del románico caracense, o de la arquitectura renacentista); la tercera planta está dedicada a la cultura popular (con ejemplos del folclore, gastronomía, fiestas, etc.); y, por último, y desde 2016, la planta baja se dedica al Camino del Cid, detallando el recorrido geográfico de la ruta del destierro cidiano en la provincia.
De Torija a Jadraque siguiendo el Camino del Cid
Tras esta apretada e intensa visita, la expedición se encaminó a la villa de Jadraque, ascendiendo hasta su célebre castillo, llamado tradicionalmente “del Cid”.
Es posible que ya existiera una fortaleza islámica en el siglo X, como un elemento más defensivo de esta zona de la Marca Media del Califato de Damasco. La relación con Ruy Díaz de Vivar se apoya en el “castejón” que el Cid, asistido de su mesnada, conquistó, tras pasar ocultamente junto a Atienza y al que se alude en el Cantar de Mío Cid.
La fortaleza actual, situada sobre “el cerro más perfecto del mundo” como lo calificó el filósofo Ortega y Gasset, se encuentra estratégicamente situada sobre el valle del río Henares, en el trayecto de la antigua calzada romana que unía Toledo con Zaragoza, pasando por Guadalajara.
Tras la reconquista, el castillo islámico sería ampliado bajo Alfonso VII de Castilla, conocido como “El Emperador” (1105-1157). En 1434, se formó el Señorío de Jadraque, desgajado del Común de Atienza, que se donó por el rey Juan II a María de Castilla, nieta de Pedro I El Cruel. El hijo de María, Alonso Carrillo, sobrino del arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo de Acuña, heredaría el señorío y el castillo.
Ya en posesión de la familia Mendoza el señorío, el Cardenal Pedro González de Mendoza asumiría en 1474 el dominio sobre el Común de Jadraque y su castillo, iniciándose inmediatamente las obras de ampliación y reforma de la fortaleza configurándolo con características palaciegas bajo las pautas del maestro de obras Alberto de Carvajal. El primogénito del cardenal toledano sería D. Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza (1466-1523), marqués del Cenete y Conde del Cid. De este último título, y del nombre de su poseedor, probablemente derive la vinculación popular del castillo con el Cid Campeador.
Prácticamente abandonado por la familia Mendoza en el siglo XVII, recuperó el castillo su función de fortificación durante la guerra de Sucesión, ya que fue brevemente ocupado por Felipe V en 1706, y a continuación sufrió el saqueo e incendio por parte de las tropas de su rival al trono, Carlos de Austria.
Durante la guerra de Independencia sufriría distintos daños tanto por parte de los franceses como de las tropas aliadas. Llegado el siglo XIX, el castillo sería subastado con otros muchos bienes del financieramente arruinado Ducado de Osuna, y fue comprado por el ayuntamiento de Jadraque en 1889 por el importe de 305 pesetas.
En la guerra civil de 1936 aún sufriría más daños en el transcurso de la batalla de Guadalajara. Los propios vecinos y el Ayuntamiento efectuaron entre 1959 y 1964 las reparaciones de los daños sufridos durante la guerra; labor que ha continuado en años posteriores, como en 1982, en que se reconstruyó una torre que había colapsado junto a la puerta de acceso, así como labores de consolidación en las murallas; entre 1988 y 1998, por el ayuntamiento se continuaron diversas labores de consolidación y restauración. Asimismo, se han efectuado excavaciones arqueológicas, y desde 2006 se vienen efectuando labores de restauración y rehabilitación, previstas en tres fases.
El actual castillo dispuesto en orientación nordeste a sudeste es de planta rectangular con unas dimensiones de 77 x 18 metros, antecedido de un patio de armas, que le añade otros treinta metros a la fortificación. Construida en sillarejo formando hileras, se compone de cuatro cubos semicirculares, y un torreón cuadrangular. Estuvo dotado de torre del Homenaje que ha sido documentado en las excavaciones arqueológicas.
El recorrido por el camino perimetral del castillo permite descubrir, entre otras, esta impresionante panorámica de la villa de Jadraque, surgida al abrigo de su histórica fortaleza, y que nos habla de la gran importancia que desde la reconquista hasta la Baja Edad Media tuvo esta comarca, con su Común de Atienza y su posterior Señorío de Jadraque, instituciones barridas por el olvido de la historia, la desmemoria de sus habitantes, y la abolición del sistema de señoríos con la aprobación de la primera Constitución política de España, en 1812.
Próxima entrega: Atienza, Palazuelos y Carabias, sombras meláncolicas de grandezas pasadas.
(*) Julio Real González es colaborador de EL HERALDO DEL HENARES, confundador de la revista digital GateraVilla y guía turístico.