Cuentan los biógrafos del ex primer ministro británico Winston Churchill, uno de los hombres más relevantes y poderosos del siglo XX, que en una recepción oficial en Canadá una joven camarera le ofreció una copita de jerez que el político aceptó con agrado. A continuación, la camarera ofreció otra copa al hombre que estaba sentado junto a él, un metodista muy puritano que rechazó la bebida de malas maneras: “Antes cometería adulterio que tomar alcohol”. Al escuchar esto, Churchill llamó inmediatamente a la camarera: “Vuelva señorita, no sabía que podíamos elegir”.
El PSOE ha ganado en votos las elecciones municipales en la provincia de Guadalajara y tiene la Diputación asegurada, a solas o en compañía de sus socios tradicionales de IU, Podemos, Ahora, o como se llamen en cada cita electoral. Pero lo que de verdad llama la atención, es que la gran institución de la que lleva presumiendo desde la noche del domingo el secretario provincial, Pablo Bellido, haya llegado, en parte, por la arrolladora victoria de su enemigo más íntimo, el alcalde de Azuqueca José Luis Blanco. Si el primer edil azudense ya era un dolor de cabeza para la ejecutiva bellidista, que en la sede provincial de la calle Madrid preparen pastillas antijaqueca porque Blanco hace tiempo que estudia los planos de entrada a la capital a través del Puente Árabe.
Y aunque el PSOE recupera la Diputación, lo que no tiene garantizado es gobernar la joya de la Corona, esto es, el Ayuntamiento de la capital, un anhelo que se les escapa desde hace 12 años cuando los electores despojaron del bastón de mando al último alcalde socialista, Jesús Alique.
Ahí entra en juego Ciudadanos. Su secretario de Organización regional, el alcarreño Alejandro Ruiz, declaró a las cámaras de Guadalajara Media que “esta última etapa del PP (en el Ayuntamiento de Guadalajara) había sido vergonzosa”, y ante la pregunta si daba alguna pista para las negociaciones, añadió: “oro parece, plata-no es”, que es la adivinanza que tatareaban nuestras abuelas para respondernos a alguna pregunta tan obvia como evidente que aun así no terminábamos de acertar. Y aunque ahora la Comisión Regional de Pactos de la formación naranja tiene que decidir a quién apoyar en las tres capitales de provincia castellanomanchegas en las que su voto es decisivo, Albacete, Ciudad Real y Guadalajara, el juego sutil de la adivinanza infantil de Ruiz no es otra cosa que presentar con papel de celofán un supuesto programa de Gobierno, Julio Anguita dixit. En el fondo, se trata de repetir el ‘caso Guarinos’ de hace cuatro años en la Diputación y dar por amortizado a Román para poder justificar un nuevo pacto de centro derecha en el Ayuntamiento.
Sería entonces el momento oportuno para que el PP provincial se refundara. La experiencia de Madrid, con dos candidatos completamente nuevos, José Luis Martínez Almeida e Isabel Díaz Ayuso, con experiencia política pero no quemados, que contra todo pronóstico y encuestas están a punto de gobernar el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid debería ser el espejo en el que los populares alcarreños deberían mirarse. Porque, a pesar de lo que diga la propaganda oficial, el recuento de daños no es tan grave, y menos si se mantiene el Ayuntamiento de la capital. Jóvenes ganadores como Lucas Castillo o Marta Valdenebro, con experiencia más que suficiente, una gran capacidad de trabajo, bien conocidos y poco quemados deberían ir tomando poco a poco el mando del partido para taponar la sangría y volver a convertirse en la fuerza hegemónica que ha sido en la provincia una buena parte del periodo democrático.
Frente a ellos, el PSOE ya distribuye cargos y sillones en la plaza de Beladiez, donde a Alberto Rojo, justo 20 años después, quizá, no le quedaría más remedio que hacer ‘un Alique’ con la vista puesta en recuperar el viejo caserón de la plaza Mayor en 2023. Porque hoy, como a Churchill, nadie le dijo que se podía elegir.
Roberto Mangas Morales
(*) Artículo publicado también en la edición impresa del periódico Nueva Alcarria de fecha 30 de mayo de 2019