Quiero recordar aquí, con cariño, que el cine fue “mudo”. No es que no hablara nadie, sino que fue silencioso, no había sido inventado el sonido y durante las proyecciones, en sus más primitivos tiempos, existía un “explicador” que contaba a los espectadores los sucesos que veían con ojos maravillados aquellas fantasmagóricas imágenes. Y también había un pianista, o una orquesta en los mejores momentos, que añadían ese sentimiento implícito en todas las historias, sean del género que sean.
En Ártico apenas se dice algo: murmullos del protagonista y algún intento de diálogo posterior con otro personaje. El paisaje blanco, ese desierto de nieve, se convierte así casi en una metáfora del silencio del hombre: ¿existe algo más pacíficamente silencioso que la blancura perfecta de la nieve?
Esta película es un regalo para el corazón: un drama silencioso, un hombre solitario frente a una naturaleza de inhóspita belleza, y un tiempo que, por siempre el mismo, parece siempre detenido, angustiosamente infinito, como si asistiésemos al final de algo, nunca a su desarrollo.
Y, sin embargo, el ritmo de los pequeños sucesos cotidianos de este náufrago en el hielo, la fascinante cadencia casi hipnotizadora de los actos de un hombre perdido y acompañado de una soledad fría, mortal, nos conmueve y nos interesa, nos emociona, sin caer nunca en tópicos manidos ni en giros dramáticos convencionales, y mantiene nuestro alma en vilo sin recurrir, su director, a artificios de puesta en escena, y con un rigor y un convencimiento en su material narrativo, que hace de esta película uno de eso milagros que nos limpian la mirada sucia de realidad.
En ese papel blanco e impoluto de la nieve, el islandés Penna escribe un manual de la supervivencia emocionante y desgarradora, que se aleja del meloso cine hollywoodense mostrando en esa página terrible de la naturaleza, con una confianza firme en su capacidad creativa, un trabajo fotográfico sorprendente y mágico, un silencio que habla con el viento, un trabajo excepcional de uno de los mejores actores que hemos podido disfrutar en los últimos tiempos, una puesta en escena calmada y deliciosamente apasionante que nos atenaza y, literalmente, nos congela en el asiento con la mirada encantada de los mejores cuentos de la abuela.
El gran director francés Robert Bresson, en sus apuntes sobre el cine, hay un momento en el que escribe que el cine sonoro inventó el silencio. Yo, bajo mi estricta responsabilidad, y embargado en la emoción del recuerdo de Ártico, me atrevo a afirmar que el silencio, en esta grandiosa película, inventa la imagen, casi, el cine.
Charles Chaplin estaría orgulloso – por su rechazo al invento y la expansión del cine sonoro – de ver una película como esta, en la que el creador cree en el poder de imagen para emocionarnos.
Andrés P. Paz
Ficha técnica:
Título original: Arctic aka
Año: 2018
País: Islandia
Dirección: Joe Penna
Guion: Joe Penna, Ryan Morrison
Música: Joseph Trapanese
Fotografía: Tómas Örn Tómasson
Reparto: Mads Mikkelsen, Maria Thelma Smáradóttir
Productora:Armory Films / Pegasus Pictures / Union Entertainment Group
Sinopsis:
En el Ártico, la temperatura puede bajar hasta -70° C. En este desierto helado y hostil alejado de todo, un hombre lucha por sobrevivir. A su alrededor, la inmensidad blanca, y los restos de un avión que le ha servido de refugio, vestigio de un accidente ya muy lejano. Con el tiempo, ha aprendido a luchar contra el frío y las tormentas, a cuidarse de los osos polares y a buscar comida. (FILMAFFINITY)