José Sanchis Sinisterra (Valencia 1940) es una de las figuras más representativas del teatro español contemporáneo. Compagina con igual solvencia su trabajo de dramaturgo (con éxitos tan reconocidos como Ñaque, ¡Ay Carmela!, El cerco de Leningrado o El lector por horas) con su labor en el campo de la docencia y la investigación teórica sobre el teatro. La idea motriz de su trabajo, si podemos denominarla así, ha consistido en ensanchar los límites del teatro para desarrollar nuevas dramaturgias, “revisitar” textos canónicos y dar cabida a textos no escritos inicialmente para la escena (el relato Primer amor, de Beckett o el monólogo de Molly Bloom, del Ulises, de Joyce, son sólo un par de ejemplos). Esa actitud inconformista y rebelde le llevó a crear su compañía el “Teatro Fronterizo” (cuya denominación ya es toda una declaración de intenciones) y a impulsar una labor permanente de renovación de la escena.
La obra que comentamos, Monsieur Goya, que puede verse estos días en el Centro Cultural de la Villa, inaugura un nuevo género, la “indagación”, que participa por igual de los aciertos y desaciertos de conjugar en un montaje esa doble orientación del trabajo de Sanchis Sinisterra: la de dramaturgo y la de ensayista; me atrevería a decir más, la pieza está lastrada en demasía por esa segunda dimensión teorizante, autoreflexiva (en algún momento Inma Cuevas, desde el proscenio, filosofa sobre el estatus de realidad ilusoria del personaje que encarna, Leocadia) en detrimento, a mi entender, del fluido desarrollo de una acción ya de por sí fragmentaria y conjetural que intenta evocar, con el soporte de un escueto anecdotario protagonizado por las pocas personas que tuvieron contacto con el pintor en esos años de aislamiento (su ama de llaves Leocadia Zorrilla y sus hijos Guillermo y Rosario y los amigos del escritor, Antonio Brugada y Leandro Fernández Moratín), el mundo privado del artista en dos momentos cruciales de su vida, la época del enclaustramiento en la Quinta del Sordo, época de las “pinturas negras” y el final de sus días en el exilio de Burdeos.
Más que reconstruir la peripecia vital del genio, de lo que se trata, creo yo, es de encontrar una explicación del estado anímico que subyace a su peculiar universo creativo, un mundo de oscuridad y sobras, de engendros, brujas y figuras monstruosas que son probablemente la visión de un hombre aislado del exterior por una severa sordera, exiliado luego de su patria, pero también la visión de un anciano desengañado de la vida y desgarrado interiormente por años de guerra, de barbarie y de sufrimiento, como los que asolaron el solar patrio en las convulsas primeras décadas del siglo XIX. A poco que reflexionemos sobre el montaje en su conjunto, (con esa insistencia en la teatralidad misma, con esa extensión de los desastres de la guerra a los de la segunda conflagración mundial o a la Guerra de Irak, …) no nos costará trabajo ver que con esta pieza Sanchis Sinisterra ha decorado las paredes de su particular “Quinta del Sordo”, para recordarnos que hoy, como entonces, cuando la razón humana duerme las fuerzas de la oscuridad emergen de nuevo.
Un meritorio e inspirado trabajo de dirección de Laura Ortega, sirviéndose de un evocador espacio sonoro y un torbellino de proyecciones de siluetas goyescas sobre un gran ciclorama que enmarca el escenario (a imitación de las imágenes fantasmagóricas y tenebrosas de la linterna mágica) y estupendo trabajo de los actores, que insuflan verdadera vida y emoción a algunos pasajes, consiguen, como se dice coloquialmente, salvar los muebles, en un espectáculo que como ya he dicho, es discursivo e intelectualizado en demasía.
Ficha técnico artística:
Autor: José Sanchis Sinisterra.
Con: Alfonso Delgado, Inma Cuevas, Alfonso Torregrosa, María Mota, Andrea Trepat, Fernando Sainz de la Maza y Font García.
Música: Suso Sanz.
Videoescena: Daniel Canogar
Dirección: Laura Ortega.
Madrid. Teatro Fernando Fernán Gómez.
Hasta el 10 de noviembre de 2019.