El día de Viernes Santo, los cristianos celebramos y actualizamos en la liturgia los sagrados misterios de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Este año, con gran dolor por parte de todos, no ha sido posible celebrar litúrgicamente estos misterios con la presencia del Pueblo de Dios ni realizar las ulteriores procesiones por las calles de nuestros pueblos y ciudades para evitar el contagio del virus y cuidar así la vida de los miembros de nuestras comunidades cristianas.
Durante la adoración de la cruz salvadora de Jesucristo en la celebración litúrgica del Viernes Santo, otros años realizábamos la colecta Pontificia por los Santos Lugares. Al no poder hacerla este año por las razones expuestas anteriormente y al constatar que las necesidades materiales y espirituales de los cristianos, que viven en la tierra del Señor, son muchas y muy graves, os invito a todos los sacerdotes a realizar esta colecta el próximo domingo, día 13 de septiembre.
La generosa colaboración económica de todos los cristianos del mundo con los queridos hermanos de Tierra Santa, como expresión de la comunión espiritual y de bienes, hará posible la apertura en los años venideros de los Santos Lugares de la cristiandad, así como el mantenimiento de la acción pastoral en las restantes parroquias.
La supresión de las peregrinaciones, debido a las normas dictadas por las autoridades de Israel, hace muy difícil, por no decir imposible, que los Santos Lugares y los restantes templos tengan ingresos económicos. Además, los cristianos que vivían de la venta de objetos religiosos o de otros recuerdos de aquella bendita tierra, tampoco pueden percibir el fruto de su trabajo puesto que nadie acude a comprarlos.
Sin la colaboración económica de todos los cristianos del mundo, las comunidades cristianas tampoco podrán abrir sus colegios para ofrecer formación a los más de diez mil niños que acuden a los mismos ni podrán entregar alimentos y ayuda económica a los miles de emigrantes y refugiados que han tenido que abandonar sus familias y su tierra como consecuencia de los constantes enfrentamientos armados en aquella zona.
Muchos cristianos, ante la imposibilidad de afrontar el futuro con una cierta esperanza, experimentan la tentación de emigrar a otros lugares para buscar mejores condiciones de vida para sus familias. Si esta emigración crece, la fe cristiana dejaría de permanecer viva en la tierra en la que Jesús nació, predicó el Evangelio y entregó su vida en la cruz por la salvación de todos los hombres. Por todo ello, además de orar confiadamente al Padre común por los hermanos que experimentan tanto sufrimiento y marginación social en estos momentos, os invito a ser solidarios con ellos para concretar la fraternidad y para paliar en la medida de lo posible sus necesidades materiales.
Con mi sincero afecto y bendición, gracias por vuestra generosidad.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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