jueves , 21 noviembre 2024

La otra cara de la vida

El día tiene dos caras, una menos brillante que la otra, pero no menos importante. Las monedas también las tienen, y su valor es único e inseparable. Las caras de la moneda, suelen denominarse «cara» y «cruz».

«Antes lo de la cara era literal, aunque lo de la cruz no tanto. Ahora por ejemplo con las monedas del euro, la cara es el dibujo y la cruz el lado donde está la cifra del valor -simbólico- de la moneda» (P.Horrillo).

En 1996 se estrenó la película estadounidense: «Las dos caras de la verdad», basada en la novela de William y dirigida por Gregory Hoblit, con Richard Gere. En el cartel anunciador, puede leerse: «tarde o temprano un hombre con dos caras, olvida cual es la real«.

Después de escribir la semana pasada, sobre «La sincronía», me parecía necesario decir que la vida, también tiene dos caras. La sincronía no tiene  por qué ser siempre alegre, ni gozosa. Puede también ser dolorosa. Una y otra son igualmente importantes, aunque a veces se olvida. Las dos suceden para bien. Hoy pretendo hablar de la otra cara, es decir, de la «cruz».

La vida es hermosa y vale la pena, pero tiene dos caras. «La realidad no ha sido nunca blanca o negra» (A.Trapiello). Y esa realidad única, es cierta para todos, para quienes se sienten ricos, sanos y poderosos, y también para quienes se creen pobres, enfermos o desheredados.

Lo importante es la vida. Se trata de vivir la que toque en cada momento y ser feliz. Alguno, consciente de vivir en un momento brillante, alegre, emprendedor, puede soñar que la vida es solo eso y nunca le puede llegar la cara oscura, porque es muy poderoso. Pero, no hay más que ver el momento que estamos viviendo en este Planeta, a nivel mundial, con la pandemia.

El poeta y músico, libre como el viento que cantaba al despertar: «hoy puede ser un gran día«, que había nacido en la calle, y fue capaz de recorrer cantando y despertando la consciencia de la agente de 165 países, no perseguía la gloria. Cantaba para vivir, como otros cantores han cantado: «ser feliz es mi color de identidad«. A eso venimos y para eso estamos aquí.

Los sabios de cualquier época, y de diversas creencias, nos han enseñado a aceptar las dos caras de la vida, y aunque sea más fácil aceptar «la cara amable», las dos nos ayudan en nuestro desarrollo vital y consciencial.

Ciertamente no todo puede ser calificado bueno, pero podemos ver lo bueno en todo, incluso  en el dolor y la cara más difícil. La vida es un regalo y hay que aceptarla como se presenta cada día. «Nada te turbe. Nada te espante. Dios no se muda… quien a Dios tiene nada le falta», decía Teresa de Ávila.

No estamos aquí para quejarnos ni para juzgar nada ni a nadie. Si desterramos los juicios y las quejas, seremos felices. Se alejará de nosotros la tristeza, el miedo, el estrés y los conflictos emocionales. Ni la rendición, ni el desaliento, el abandono y la desidia, deben tener cabida en nuestra  mente ni en nuestra vida.  Así nos sentiremos tranquilos, sanos, altruistas, capaces de descubrir en los demás y en nosotros todo lo mejor: lo que somos y nos une.

Todo tiene un sentido profundo, tanto la alegría como el dolor. Aunque suene extraño, también lo tienen la compañía y la soledad, la salud y la enfermedad. Últimamente el gobierno y los medios de comunicación nos abruman hablando de «contagiados», y nos ofrecen estadísticas de porcentajes por comunidades. Como si todos los demás estuvieran sanos, o no existieran.

Imagen de la CAM

Sin embargo quiero recordar que, en España de un total de 3.078.350 personas que han sido valoradas oficialmente y tienen la consideración de discapacidad, 1.544.973 son hombres y 1.533.377 son mujeres. Entre estado de alarma, desescaladas, confinamientos, ¿qué ha sido de esos más de tres millones de personas?

Hasta finales de 2019, visitaba a algunas personas en el CAMF con regularidad. Incluso escribí de ellas en varias ocasiones. Desde entonces, como no podía ser de otra manera, me he abstenido de visitar a los amigos, respetado las recomendaciones y los protocolos.

Pues bien, después de nueve meses, pude por fin esta semana, visitar a un amigo en el CAMF, aquejado de ELA. Y pude hacerlo, gracias a que su hermana solicitó a la Dirección, que yo pudiera ir a visitarle, ya que ella, también con ELA y en su domicilio, estaba en cama, con vértigos.

CAMF de Guadalajara

Mi amigo, durante este tiempo no ha podido salir de su habitación, ni siquiera para ir al comedor. Tan solo tiene la compañía de su radio, sus pensamientos y sentimientos. No tiene televisión, ni ordenador, ni móvil, pues ha perdido la visión. No puede andar.

Constato (una vez más) que, en mi amigo Roberto no hay queja, de nada ni por nada. Dice que recuerda a los suyos y a los que se han ido. Siempre ha sido muy fuerte anímicamente. Está más delgado, pero no triste. Su estado es de total aceptación. Si llueve, hace sol o truena, le da igual.  Solo piensa en vivir cada día. Es como un junco, zarandeado, pero no roto.

Su aceptación no es resignación ni impotencia. Lo suyo es herencia. No es que no haya otro remedio para él. Su madre, su hermano y su sobrino (de 5 años), con ELA (o su variante la Ataxia), ya se han ido. Su amiga Azucena, tetrapléjica, también se fue en diciembre. El, descubrió su enfermedad a los 23 años, cuando estudiaba en Madrid, en la Universidad. Sabe lo que tiene, lo acepta y vive. ¡Le ha costado! No hay remedio, ni vacuna para su enfermedad. Como no depende de él, lo acepta. El virus y la pandemia le dan igual, aunque haya llegado al Centro donde está. Allí ha pasado la alarma y el confinamiento. Por supuesto, salimos a pasear con mascarilla. El, desde que se levanta va en silla de ruedas.

Azucena Hernández. Fotografía de José Manuel Belmonte

No puede leer el libro titulado «La enfermedad como camino». Su camino es vivir al minuto. El cuerpo le habla. Tiene días malos y peores, pero está a merced de la Vida, de la ayuda de los cuidadores. No tiene miedo, ¡vive! Su sentidos, su fuerza y su equilibrio físico se han deteriorado, pero está mental y anímicamente, lúcido.

En estos meses últimos, muchos conciudadanos han vivido situaciones muy profundas de «la otra cara de la vida», directamente o en algún familiar o conocido. La vida, como dice mi amigo «también tiene esa cara». La muerte forma parte de la vida, piensa en ella, claro, pero él dice que ella llega cuando tiene que llegar.   

Lo que pensamos, sentimos o hacemos, tiene repercusión en el universo, en este plano y en otros. «Maduramos con los daños, no con los años», dicen. Lo vivido por él y su familia, es ejemplo de la gran lección de Emilio Carrillo, que podéis  ver y escuchar  aquí en  poco más de 1 minuto.

No deberíamos olvidar que, además del Covid-19, hay otros enfermos en los hospitales, en los pueblos y ciudades, en los hogares. Sí hay vida: niños, familias, y personas que también necesitan ayuda o por lo menos que no se las olvide, porque en estos momentos están percibiendo y viviendo «la otra cara de la vida».

A los cuidadores, -familiares o profesionales-, a todos, ¡Gracias de corazón!

José Manuel Belmonte

Acerca de José Manuel Belmonte

Soy un ciudadano del mundo observador y caminante. La Vida, la Naturaleza y la Humanidad, pero sobretodo el corazón del hombre son una fuente inagotable de sorpresas. De eso escribo…

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2 comentarios

  1. Mercedes García Granizo

    Excelente artículo Belmonte una semana más. Cuando te leo paro mis pensamientos y escucho en silencio tus palabras. Coincido contigo de que pasan los años y dejamos la vida correr, sin darnos cuenta que hay otros caminos, otras sendas, otras rutas… que podemos elegir. En nuestra mano está vivir al máximo nuestra vida, el despertar a la vida, porque el poder de los sentimientos nos hace infinitos como al Universo, y las ilusiones se encuentran siempre en nuestro presente, y en lo que siente nuestro corazón…
    Y entonces un día te das cuenta que no eres el centro del mundo y que hay personas con verdaderos dramas y tragedias, y aún así, buscan la felicidad y nos dan una, lección de vida… En ese momento, despertamos, y volvemos a reír, soñar, sentir, vivir… a respirar la vida… porque nunca es tarde para ser feliz y agradecer a la vida todo lo que nos da. La vida misma.

  2. José Manuel Belmonte

    !Qué grande, Mercedes, tu comentario y tu mensaje para despertar la esperanza! ¡Merece la pena no cerrar los ojos ante las personas en situaciones difícil, que luchan, no se rinden y nos dan una lección de vida, aceptación!
    No es solo que «nadie es más que nadie», sino que aparentemente los más «desfavorecidos» o quienes viven en propia carne «la otra cara de la vida», se convierten en maestros, porque han descubierto el sentido profundo de la salud y de la enfermedad, es decir de todo.
    Viviendo sencillamente el aquí y ahora, encuentran la profundidad trascendente de cada minuto, de cada día y cada situación, de cada alimento, de cada comida, de cada palabra de ánimo y de cada persona que ayuda, sea familia o profesional.
    De verdad que cuando uno se acerca al CAMF, vuelve a casa más humano.
    Tus palabras también dan mucho ánimo.
    Muchas gracias,
    Un abrazo.

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