La Sagrada Escritura nos dice que la salvación del hombre y del mundo viene de Dios. Si el ser humano creyese verdaderamente en el Señor, terminarían las guerras, cesaría el individualismo, habría pan para todos y el mundo sería un hogar en el que los hijos de un mismo Padre se sentirían bien acogidos y bien tratados.
Con ocasión de la celebración del Domingo Mundial de las misiones, pensamos especialmente en los misioneros. Ellos lo han dejado todo para ayudar a niños, jóvenes y adultos a crecer como personas y como creyentes en todos los países del mundo. La mejor ayuda que pueden prestar a los demás es ofrecerles el Evangelio para que descubran los fundamentos de la paz, de la justicia y de la verdad.
Para llevar a cabo esta ingente y gozosa tarea, los misioneros necesitan nuestra ayuda y esperan nuestra colaboración. Necesitan saberse acompañados y respaldados por toda la Iglesia en la misión de cada día. Ellos, ciertamente, están en la primera línea de la misión, pero todos los bautizados hemos de asumir con gozo que también somos misioneros, aunque sea sin salir de nuestra tierra.
Pero, tendríamos que preguntarnos: ¿Cómo podemos ayudar a los misioneros? Sin duda, podemos prestarles una ayuda material con nuestras aportaciones económicas. El dinero es un don de Dios y hemos de aprender a compartirlo, ya desde niños, con quienes no lo tienen. Para crecer como personas y como cristianos, hemos de aprender a renunciar a cosas innecesarias para vivir a favor de los demás.
No obstante, hemos de vivir con la convicción de que los misioneros, más que dinero, necesitan nuestro afecto, cercanía y oración por sus personas y problemas. Con este motivo, os invito a todos los diocesanos a tener un recuerdo agradecido ante el Señor por ellos en las parroquias, en los colegios y en la familia. Pedid para ellos fortaleza de espíritu, amor a los pobres y apertura de espíritu para salir al encuentro de quienes no creen en el Señor, porque no han tenido la dicha de conocerle.
La mejor ayuda, la más gozosa para nuestros misioneros es el saber que tendrán relevo en la misión. En nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, aún tenemos un grupo de misioneros, pero ya van cumpliendo años. Por eso, me atrevo a invitaros a los jóvenes que os preguntéis ante el Señor por la posibilidad de ser misioneros en donde la Iglesia os necesite para hacer el bien y curar las heridas de tantos necesitados.
Cristo, hoy como ayer, continúa llamando a niños, jóvenes y adultos. Sólo hace falta que nos paremos a escuchar su voz y que respondamos con generosidad a la misma, pues como nos recuerda en el Evangelio: “La mies es mucha y los obreros pocos” (Lc. 10, 2).
Con mi sincero afecto y bendición, feliz celebración del DOMUND.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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