Decía ese maravilloso tango de Carlos Gardel que veinte años no es nada y que todos volvían a su primer amor. Miguel Ríos grabó un concierto en el Palacio de los Deportes de Madrid hace 40 años en conmemoración de sus primeros veinte años en el rock. Entonces 20 años no era nada. Ahora, cuatro décadas después de aquel concierto conmemorativo de su primeras dos décadas como músico, el ‘Rock and Ríos‘, el viejo rockero granadino vuelve al mismo escenario para recordarnos que él, que ellos, los viejos rockeros nunca mueren.
¿Quién dijo miedo a un Wizink Center completamente abarrotado de hasta tres generaciones distintas de rockeros ansiosos de disfrutar del mejor concierto de rock español en vivo que se haya visto en el último medio siglo por los estadios, plazas de toros y recintos feriales de toda España? Miguel Ríos, desde luego que no. Durante dos horas y 22 minutos, esto es, 142 minutos, Ríos, que se encargó de recordar que allí seguía en pie incluso con 77 años, mantuvo el tipo, la voz, el movimiento de caderas y la misma ilusión de hace 40 años.
Los que lo disfrutaron entonces en marzo de 1982 en el palacio de los Deportes de Madrid, como los que lo disfrutamos unos meses después, en septiembre de ese año, en la plaza Mayor de Salamanca -más de 40.000 almas, según las crónicas de la época-, como los cientos de miles que lo disfrutaron en cualquiera de los otros cientos de escenarios con los que recorrió España, reconocimos al instante los primeros acordes del ‘Bienvenidos’ que llegaban puntualmente a las 22,00 horas, tal como decía el programa.
Desde ese momento y hasta el final, con la salvedad de un pequeño homenaje al pueblo ucraniano que está sufriendo la invasión rusa en su país, al que dedicó un poema cantado de Luis García Montero, Ríos siguió fielmente el guion de marzo de 1982 y no defraudó. Con una voz privilegiada que no solo no parecía en retroceso, al contrario, incluso más potente que hace cuarenta años, a la que no hacía falta casi ni los 15.000 vatios de sonido -ni los 200.000 de luz- porque a veces la -increíblemente- defectuosa acústica del Wizink Center no ayudaba, Ríos hizo mover a los 12.000 asistentes que abarrotábamos el pabellón tras el ‘Bienvenidos‘ que a más de uno hizo llorar. Luego llegaron ‘Año 2.000’, que seguía sonando premonitorio, como en 1982; ‘Un caballo llamado muerte’; ‘El Blues del autobús’; ‘Santa Lucía’; ‘Sueño Espacial’... Con ‘Banzai‘ Ríos ya había conseguido que aquellos jovenzuelos inconformistas de 1982, ahora convertidos en serios y -algunos- en estirados oficinistas, arquitectos, abogados… que aún permanecían sentados en su butaca, explotaran, olvidaran la formalidad y movieran las caderas y repitieran al unísono aquello de ‘banzai, banzai, banzai…‘ que Ríos lanzaba al aire en fantástico dueto con Carlos Tarque y a los acordes de la guitarra de un Jorge Salán inconmensurable.
Y es que el concierto, aun siendo completamente made in Ríos, contó con la impagable colaboración de artistas como, y no por este orden, Anni B Sweet; Amaral y Juan Aguirre; Shuarma; Ainoa Buitrago; Jorge Salán y Carlos Tarque (su ‘Banzai‘ pasará a los anales del rock); Mikel Izal; Ariel Rot; Alejo Stivel; Topo; Víctor Manuel (que por cierto, interpretó a dúo con Ríos ‘El blues del autobús‘, una canción que en su día el cantautor asturiano escribió para el granadino); Javier y Lucía Ruibal (el baile flamenco de esta última a los acordes de ‘Al Andalus‘ dejó a más de uno sin respiración); Vetusta Morla; Johnny Burning con ‘Mueve tus caderas’ (gracias, maestro…) … Yya casi al final del concierto, Rosendo Mercado puso al pabellón en pie con ‘Maneras de Vivir’.
Cuando sonaron los acordes de ‘Lúa, Lúa, Lúa’, todos sabíamos que el concierto, según el guion previsto, tocaba a su fin. Dos horas y veintidós minutos, 142 minutos de reloj inolvidables que siempre saben a poco cuando en lo alto del escenario está una leyenda viva del rock como Miguel Ríos. Hubo quien suplicó desde la grada que en 2032 tocara el 50 aniversario. Para entonces, el granadino tendrá 87 años. Pero, quién podría negarlo si a la vista está que con 77 nos devolvió a todos a aquella maravillosa noche de verano de 1982 y no notamos el cambio. Parafraseando al Gardel del inicio de esta crónica, 40 años después, muchos volvieron a su gran amor.
No puedo estar más de acuerdo con lo descrito en la presente crónica. Absolutamente mágico y magistral el incombustible Mike Rivers. A los que deambulamos por la sexta década de nuestra existencia se nos humedecían los ojos de nostalgia, emoción, y a la vez vibrábamos y nos exaltábamos con los temas de siempre y la energía contagiosa e inagotable de este veterano joven. Repitámoslo antes del quincuagésimo aniversario. ROCK AND ROLL FOREVER!!