La pandemia nos ha obligado a suspender algunas celebraciones y actividades pastorales durante los dos últimos años. Entre estas está la celebración del Encuentro del Pueblo de Dios que teníamos a comienzo del curso pastoral en el colegio diocesano “Cardenal Cisneros”, con muy buena participación de sacerdotes, consagrados y cristianos laicos de parroquias, cofradías y movimientos apostólicos.
Dando gracias a Dios por la evolución positiva de la pandemia en los últimos meses, considero que este año será posible celebrar este encuentro como expresión de comunión eclesial y como medio para la vivencia de la sinodalidad. De acuerdo con el orden del día pensado por los organizadores, está previsto terminar con la celebración de la santa misa y con la comida fraterna.
Teniendo en cuenta que la Iglesia universal está celebrando el Sínodo de los Obispos, con la participación activa de todas las diócesis del mundo, los encargados de la organización del Encuentro del Pueblo de Dios consideran oportuno centrar la reflexión en la celebración del Sínodo Diocesano. La especial comunión de los católicos con el Santo Padre y con sus enseñanzas tiene que impulsarnos a todos a redescubrir la importancia de la sinodalidad en la Iglesia y a buscar juntos nuevos caminos para la evangelización.
La decisión del Papa de convocar este sínodo y la temática del mismo nos confirman que estamos en el buen camino y nos estimulan a retomar con nuevo ardor evangelizador las reflexiones de nuestro sínodo diocesano y la oración por su fruto espiritual. Respetando en todo momento la libertad de cada persona, considero que todos deberíamos repensar la participación en los trabajos sinodales, pues la evangelización no es “para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial” (EN 60).
Para impulsar la nueva evangelización, además del anuncio alegre y convincente de Jesucristo, es preciso el testimonio coherente y gozoso de su persona. Este testimonio será la fuerza de atracción para quienes viven alejados de la Iglesia. Por eso, nadie debería pensar que la convocatoria sinodal es para los demás y no para él, pues cada uno, desde la fidelidad a su vocación, está convocado a ser misionero y misión.
Quienes consideren que tienen razones objetivas y bien fundadas para no participar en los trabajos sinodales, siempre tienen la oportunidad de ofrecer los sufrimientos de cada día y la oración al Señor por el fruto espiritual del Sínodo. Como sucede con las restantes actividades apostólicas, éste no es un fin en sí mismo ni el fruto de nuestros esfuerzos o de nuestros criterios personales, sino el resultado de la acción del Espíritu Santo y de la gracia divina en nuestra mente y en nuestro corazón.
Esperando poder saludarte personalmente el próximo día 1 de octubre en el Encuentro del Pueblo de Dios, recibe mi bendición.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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