jueves , 21 noviembre 2024

Garabatos en Clave de Sol del Dr. Fusa: ‘Entrevista con Jesucristo’

Toc toc.

¡Cinco minutos!

Rose se apresura en los últimos retoques de mi careto.

Lily atusándome el cabello falso de injerto fusiona su aliento sobre mi sudorosa nuca que deflagra connotación de coca en roca peruana y sutil aroma de ron con el perfume de dos putas que cabalgaron y trotaron al unísono en mi cama anoche .

Soy el rey de la televisión, de la basura que alimenta el aburrimiento y desidia del planeta.

Una audiencia que supera el antes y después de la caja tonta.

En la BBC, Fox, CNN y Mediaset, suicidios y penumbras salpican a presentadores y artífices del reality show.

En mi país lleno de palurdos y falsos ascetas y pedantes impropios e ilusos profetas cual Navarros, Sardás, Buenafuentes, Vázquezs y tontitos del escroto de Motos con menos gracia que un mallorquín en un tiovivo con un gallego cogidos de la mano de un chinito y un kuwaití se aglomeran, exasperan y acumulan en exceso con pajas mentales preguntándose cómo ha podido suceder.

Soy el Alfa y Omega del entretenimiento.

El COVID 19, 28, 38 y 47 han cambiado el ordenamiento de las generaciones presentes y futuras.

Hospital de emergencias Enfermera Zendal. Madrid

El mundo es un engendro utópico y surrealista que gira en torno a mi programa.

Bienvenidos al show de Clark Gambino.

Lestard es mi representante, mi perro fiel que busca y olisquea allí, aquí y allá.

(Seis días antes)

-¡Clark, Clark! ¿Me oyes?

-¿Dónde coño estás?

-Estoy en…

Al otro lado un ensordecedor gentío me aparta el móvil del oído.

-En Ya’Bad creo, sí, Ya’Bad.

-¿En Ya’Bad?

-Sí, en Palestina.

-Dispara.

-Verás hay un tío que nos dará mucho más que…

Lestard consigue frikis que arranquen risas y curiosidades consumidas por la humanidad.

Los dos últimos confinamientos mundiales hacen de mi trabajo la mejor opción para pasar las 24 horas lejos de toques de queda mortales.

-¿Y?

-Apenas lo vi.

-¿Entonces?

-Tranquilo, ya está de camino.

La comunicación se corta.

Mi despacho, un campo de fútbol cubierto donde en directo más de 30.000 borregos se concentran para presenciar el espectáculo.

Cámaras a tutti pleni, realización y vigilancia comandados por un solo mando que es el mío.

Soy la tercera potencia económica después de la farmacéutica y eléctrica.

La energía solar resultó rana.

Me pagan paletos jeques y engreídos y suertudos australianos, estos últimos por el hallazgo de una planta que solo allí crece ofreciendo lo inimaginable a precio de oro, convirtiendo a la raza humana en cobaya y despojo.

El monopolio del medicamento lo tienen ellos y las rameras (farmacéuticas) se vieron obligadas a trasladar toda su producción junto con las fábricas a la isla continente.

Los paletitos jeques dominan el mercado eléctrico a falta de petróleo .

No tengo un padrino sino dos.

Soy intocable.

El francés (Lestard) esta vez me hace improvisar de más.

No sé absolutamente nada de mi próximo cordero.

En el plató me espera un hombre que dice ser Jesucristo.

Los tres monitores de mi camerino sufren interferencias visuales y sonoras.

Jamás los miro.

Será el tiempo.

Hoy estaba plácido, cálido y soleado y de repente los truenos y el ritmo de la lluvia en el exterior me advierten de su poderío natural.

No he conseguido hablar con el galo.

Está desaparecido.

No contesta.

No llama.

Que le den.

¡Un minuto!

Inhalo dos chutes de austracorpehiritina (extracto de flor australiana) mil veces más potente que la coca peruana de anoche y el doble de relajante, reconfortante y segura que cualquier otro medicamento conocido.

Solo unos cuantos millones de mortales tenemos acceso a él.

Cura todo y actúa como vacuna.

Los negritos y demás mueren cada día por no tener cash.

La purga comenzó en el tercer COVID, mejorado y potenciado en vista de los magníficos resultados del primero y segundo.

El mundo decreciente y putrefacto se resigna a golpe de calendario y recónditos rezos que superan la ficción.

Los Illuminati tenían razón.

Sin querer me he convertido en un de ellos a golpe de talonario.

Testigos, evangelistas, cristianos, musulmanes, judíos, budistas y toda clase de chalados han sido exterminados, junto con las monarquías y descendentes, desterrados a Groenlandia y alimentados a base de latas y agua de grifo en garrafas arrojadas por drones.

La razón de ser gobierna y reina por doquier en un caótico y nuevo orden mundial.

La Biblia y el Corán son cómics. El 11 S es un juego de la Play Station 45, iglesias, sinagogas y mezquitas burdeles online, de los Estados Unidos solo quedan Texas y California y su presidente es un exactor porno. Canadá, Alaska y el resto de la jodida USA se las apropiaron el nuevo cártel de la sumergida Sinaloa. Putin, ya muerto, cumplió cadena perpetua en la misma celda que el fallecido Chapo compartiendo camastro con Kim Jong que aún la sufre a pan y agua. África es un resort de Disney controlado por Europa que se divide en cuatro países, Alemania, España, Inglaterra y Catalonia. Los ricos ya no atan los perros con longaniza y los bancos son los chihuahuas de las rameras.

Deforestación de la selva del Amazonas. Imagen de Greenpeace

El cambio climático hizo nuevas Atlántidas de la Polinesia, Hawái, Filipinas, Países Bajos, Miami, Jamaica, Bahamas, Mykonos, Taiwán y Centroamérica. Japón, Canarias, Azores, Grecia, Cerdeña, Ibiza, Madagascar e Islandia que pasaron a mejor vida o mejor dicho a mojada vida, como Venecia y Sicilia. El Vaticano es un gran spa dirigido por napolitanos camorristas, ya no hay Papa ni obispos y arzobispos ni cardenales y fantoches disfrazados de negro, todos han sido repudiados a vivir como mujiks a gulags en la puta Siberia. La Amazonía rapada al cero por petroleras y madereras es un desierto poblado de hormigas que roen los esqueletos de mamíferos y todo animal que en su día fue viviente. Las cuencas del Amazonas desbordadas inundaron Brasil, Colombia y Venezuela, superpoblando al resto de panchitos.

El Sáhara es ahora un campo de tenis playa. Los osos polares extinguidos con calibres del 54 por comer carne humana escandinava y los visionarios carpinteros de Ikea acabaron haciendo pajaritos de papel sintético. Del Ártico y Antártico apenas queda hielo para hacer unos cubatas. Los pulmones del planeta masacrados y el aire contaminado de polución generó cáncer matando a la mitad de la población. Los libros de  cabecera albergan a Nietzsche y los chinos se adueñaron de Amazon. Israel es un patatal y maizal gestionado por Palestina y Egipto. La torre Eiffel es un molino manchego y Francia es el estercolero de Europa manipulado por argelinos y marroquíes. Bélgica es un campo de tiro para mujeres maltratadas y los maltratadores van a la escalofriante Alcatraz que es Portugal. Bulgaria, Rumanía y Albania son guetos con  alambradas de pinchos de 12 metros de altura y vigilados por policía y pastores alemanes los 365 días del año para que no salgan los gitanos.

Un oso blanco ante el desafío del Ártico. Imagen de Nick Cobbing (Greenpeace)

El litro de leche cuesta cincuenta euros y los niños crecen a base de leche en polvo de pienso para gallinas y cáscara de almendra que sobra de comida para los puercos. Los alquileres han dejado de subir hasta las nubes y ahora están en la estratosfera. Hipoteca es una palabra tabú. Las travesías en barco no permiten hacer fotos a  delfines y ballenas porque ya no existen. El aceite de oliva es más caro que un traje a medida. Rusia se ha convertido en pistas de esquí explotadas por catalanes con cien años de concesión. Finalmente, la eugenesia se aprobó por unanimidad en la votación mundial.

Dios ha muerto.

Yo soy Dios.

El mundo ya no es un buen lugar por el que valga la pena luchar.

La puta flor australiana no me quita el dolor de cabeza.

Inhalo de nuevo.

Hace tres noches que tengo la misma pesadilla.

Solo consigo recordar el final.

Un gran ventanal.

Más que eso.

Es enorme.

Inmenso e inmensa la tenebrosa oscuridad con reflejos de luces inmediatas que me sobrepasan incapaz de reconocer por la velocidad del chisporroteo.

La jodida austracorpehiritina no dice nada de efectos  secundarios referentes al trastorno del sueño.

El friki ya está sentado.

Se agrandan los aplausos.

¡Diez, nueve, ocho, siete, seis…!

Tan solo cinco segundos quedan para que ese imbécil nutra de cifras mi cuenta corriente.

¡Aplausos!

Aplausos. Imagen de la agencia Open Comunicación

La sintonía del programa comienza con una Big Band robotizada y escoltada por mini faldas, nalgas, escotes y pezones al dente con radiofónico pregón:

¡Bienvenidos al show de Clark Gambino!.

Más aplausos.

La pantalla apuntadora de quinientas cincuenta pulgadas que cuelga de los herrajes de la cúpula del estadio me chiva el guion.

Estoy en blanco.

No puedo leer nada.

Vitoreo y aplausos me bloquean.

Aun así me dan tregua para recomponerme.

No puedo, ¿qué me pasa?

Solo diviso a lo lejos las fugaces luces que me ciegan y trasladan  a la pesadilla.

Ahora veo paneles electrónicos a mi derecha e izquierda y a niños y niñas.

Vuelvo a la realidad con el saludo de payaso:

-¡¿Cómo están ustedes?!

La muchedumbre contesta.

Aún no he mirado al invitado.

Lo hago y otra vez en blanco.

¿Qué coño me está pasando?

Estoy a punto de mandar la retransmisión y el directo a la puta mierda (publicidad) y no por embolsarme una buena comisión sino por la repentina y extraña sensación que se apodera de mí.

Me lanzo:

-¡Buenas noches, ¿Cómo te llamas?

Es ahora el silencio sepulcral quien se apodera del recinto y fija los treinta mil pares de ojos más los míos en el desgraciado que tengo enfrente.

Cabizbajo no contesta.

Aún no me ha mirado.

Lo hace.

Me tiemblan las piernas.

Puto medicamento australiano.

¿Estarán rebajando la pureza?

¿La cortarán al más puro estilo chileno de los comienzos de Gaviria?

¿Seguirán el procedimiento de la CIA para subvencionar la campaña de Reagan?

Clava sus ojos negros en los míos.

No puede ser él, pues el Mesías los tenía azules.

Lleva gorra y vaqueros y una camisa blanca marca chilifú con los puños abrochados.

Me contesta:

-¿Por qué preguntas aquello que sabes?

Me descoloca y también a todo el estadio.

Vuelvo al sueño y esta vez es más nítida la imagen de los niños y niñas.

Puedo contarlos:

Diez niñas de color de aproximadamente 5 años y diez niños de raza asiática, negra y blanca de la misma edad.

Una de las niñas me estrecha la manita.

Retomo el directo y pregunto de nuevo por su identidad.

Él responde:

-Tu madre antes de morir, al oído te dijo mi nombre.

¿Quién coño es este tío?

Nadie sabe cómo y cuándo murió mi madre y menos lo que me dijo antes de irse al otro barrio.

Mi padre, al que jamás conocí, nos abandonó en el mismo parto y viví con ella cansado de oír los evangelios y toda clase de chorradas bíblicas, con castigos severos y sermoneado con el infierno y el cielo al que nunca iría por estar condenado, hasta que volé a los 18 tornando el contacto el mismo día de su defunción veinte años después en un hospital de mala muerte y de chiripa y por compasión obligada, haciéndome pasar por un sobrino lejano.

A todos mis conocidos les dije que era huérfano y que mis padres murieron apenas siendo un bebé.

Ahora mis manos y párpados se unen al temblor de piernas y el redoble de la lluvia se multiplica en el techo haciendo que los borregos levanten las cabezas mientras murmullan y gesticulan y cuchichean invadiendo el escudo de mi ser, mas lo repelo y finjo ser el de siempre, pero al cruzar la mirada con el misterioso invitado mi coraza se corta cual oreja de Malco, siendo yo el entrevistado quedando a su merced y no vuelvo al sueño sino a mi niñez y recuerdos que me agitan sobremanera, consagrándose la felicidad que extinta vivía en mi corazón resucitando juegos, risas, inocencia e ingenuidad, pasando a mi juventud, ingenuo tesoro del cual perdí el mapa.

La voz del friki es sedosa y llena de medios y exenta de graves y agudos.

Nunca antes había oído tal timbre e intensidad, con un brillo persuasivo y a la vez temeroso que hacen de mis tímpanos cráteres y fosas de diámetro incalculable penetrando e hipnotizándome por completo.

El friki abre la boca otra vez:

-Te he elegido a ti.

 El sigilo trunca el murmullo que precedía ridícula y absurda elección.

-¿A mí, por qué, para qué?

Otra vez he perdido el control y me convierto en entrevistado y sodomizado, yo, el crack del estiércol visual, el infame héroe que hizo desaparecer a Instagram, Facebook y Netflix, el ateo por  antonomasia exacta que renunció al padre, al hijo, al espíritu y a su puta madre, el constructor de una nueva filosofía subvencionada  por zelotes y goliardos benedictinos embriagados de ciencias, escuadras, compases y millones de razones… soy arrastrado al tesón de un extraño que doblega con insignificante facilidad mis pensamientos.

Yo, aquel que amotinó y sublevó a las masas embaucándolas a una huida hacia delante, me siento frágil como la putita abeja Maya, trayéndome dicha fragilidad recuerdos de Sexus  Miller y que solo es para idiotas el trabajo.

La lluvia se ha triplicado y los truenos burlescos niñean a Béla Bartók, cual goliats romanos contra hordas bretonas desordenando de las butacas al público asustado que ve como el techo se va abriendo y descubriendo una apocalíptica tormenta que empapa a todo Cristo nunca mejor dicho, quien, levantándose de la silla, empieza a desnudarse, dejando visibles orificios en muñecas y tobillos.

Se va acercando a mi y desplegando una melena morena y rizada al quitarse la gorra, revela cicatrices en la frente y sienes. Cogiéndome la mano la postra y aprieta sobre la herida abierta de Longinos.

Imagen del Santísimo Cristo de Quer

Me arrodillo cual Cornelio y con mi mano en su piel siento el elixir del éxtasis del Génesis y Deuteronomio, el albor de luz y ocaso, el homo sapiens y un puto robot japo, el descubrimiento del fuego y el de la puta austracorpehiritina, la rueda y el viaje de Verne a la luna, mi infancia y la del hijo de Abraham, la peste y el covid, la antorcha y la bombilla, Arquímedes y Hawking, Servet y Fleming, y una inconmensurable y silenciosa arca espacial que baja de los cielos extendiendo una pasarela luminosa e intermitente que alcanza mis pies a pocos metros.

Entonces exclamo:

-¿Por qué yo?-

Y acariciándome la cara mientras seca mis lágrimas me susurra:

-Porque estabas ciego y ahora puedes ver. No temas y ve con ellos.

Siguen brotándome lágrimas cristalinas más puras que el murano y mis manos cogidas a las suyas se apoyan para erguirme y besarle y abrazarle cual centurión una vez sanado su criado, y caminar hacia el puente alfombra de una nave espacial que me espera y en la que puedo ver a los niños de mi sueño que arriba del artefacto prodigioso y fantástico en la entrada me dicen ‘ven’, moviendo sus manitas.

La barahúnda formada hace que los borregos se pisen y atropellen unos a otros transformando el escenario en un sangriento Getsemaní. Cristo alarga los brazos en señal de seguimiento para que suba.

Asciendo lentamente y se cierra la descomunal compuerta ante mí y los pequeños tripulantes, alejándonos del circo mundial con majestuosa levitación y rapidez.

El Zelote  con  los brazos en cruz asiente con la cabeza.

La velocidad del vehículo espacial toma cartas en el asunto de espacio y tiempo y ahora es real, ya no es un sueño y en un instante observo desde el curvado e hiperventanal como el planeta explota y se desintegra en segundos.

Galaxias y nebulosas en el firmamento nocturno

Nos alejamos a la velocidad de la luz y solo puedo ver minúsculas partículas de la Tierra proyectadas en todas direcciones.

Una nave interestelar y celestial cargada de alimentos y agua y ocupada por 21 supervivientes lejos de un  inexistente mundo en busca de un nuevo comienzo.

Veinte enanitos me rodean y uno de ellos me coge la mano:

-¿Adónde vamos tío Clark?

Lo cojo en brazos y besándole la frente le digo mirando al resto:

-A casa. Nos vamos a casa.

Dr. Fusa, catedrático musical

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