La periodista Pilar Cernuda escribió un libro titulado ‘El síndrome de la Moncloa’ en el que describía el desorden mental que han sufrido en democracia los inquilinos de este palacio, residencia oficial en democracia de los presidentes del Gobierno de España desde la muerte del dictador Francisco Franco.
Según el libro de Cernuda, este síndrome se manifiesta porque los ocupantes del palacio solo escuchan a sus aduladores y hacen oídos sordos a la gente de la calle y a quienes discrepan de ellos. Piensan que estos últimos no les comprenden, entre otras razones porque no disponen de su información, por lo que esa soledad enfermiza sobrevenida les vuelve arrogantes e incluso déspotas.
Tras décadas viviendo de la política y rodeado de pelotas y correveydiles, el socialista Alberto Rojo vivió su momento culminante en 2019, cuando, gracias al pacto antinatura con Ciudadanos, se hizo con la Alcaldía de Guadalajara y tomó posesión del sillón presidencial del caserón de la plaza Mayor. Una vez allí aposentado, se rodeó de una cohorte de asesores a su servicio, muy sectarios y radicales, que en la mayoría de los casos tenían una imperiosa necesidad de sueldo público para poder sobrevivir, lo que les hacía aún más serviles y obedientes
Por ese motivo, durante cuatro años, a Rojo nadie le dijo que el emperador estaba desnudo. Vivió ajeno a la realidad social de los ciudadanos a los que decía representar, por lo que se fue alejando día a día de ellos, a pesar de que cobraba más de 70.000 euros al año para servirles. Y llegó el ‘inesperado‘ descalabro electoral del 28 de mayo de 2023, que le obligó a levantar sus posaderas del escaño principal para pasar a ocupar uno secundario, algo que, a la vista está, cuatro meses después aún no ha asumido. Desde entonces, toda su obsesión es reclamar para sí los éxitos posibles del actual equipo de Gobierno y exigir que las cosas se sigan llamando como él y su partido decidan, mientras por otro lado rechaza cualquier atisbo de mala gestión en el pasado.
El culmen del ‘síndrome del caserón de la plaza Mayor’ lo exhibió el día del chupinazo de ferias, cuando pretendió que el balcón consistorial siguiera exhibiendo la foto de los últimos cuatro años y, cuando no lo consiguió, todo un coro de plañideras salió en tromba para denunciar el supuesto sectarismo de Guarinos. El mismo coro que, durante los últimos cuatro años, desde el Gobierno municipal ha censurado, laminado y desterrado a cualquier profesional, político, empresario, medio de comunicación o artista que no jurara fidelidad a la causa del partido. Vivir para ver.
Ahora, Rojo tendrá una oportunidad para deshabituarse de ese síndrome si su permanencia en el Congreso de los diputados es larga y fructífera. Terrible sería para él que se disolvieran las Cortes y tuviera que regresar como uno más a los pasillos del Ayuntamiento alcarreño. Por sus sus estrechos recovecos podría toparse con esos fantasmas que cada día le recordarían que, no hace mucho tiempo, él era el emperador… Aunque fuera desnudo.
Moción de censura en Almoguera: de Padrino a Vega y Bellido, entre caciques anda el juego
Después de 32 años en el cargo, los vecinos de Almoguera dijeron ‘basta’ y mandaron al cacique todopoderoso local, Luis Padrino, a la oposición. Más de tres décadas de control absoluto de la vida, haciendas, negocios, ocio y cualquier otro aspecto diario que tuviera alguna relación con el Ayuntamiento del municipio: ayudas, becas, subvenciones, permisos de obra, señales de tráfico, medios de comunicación y redes sociales… No hay nada que durante todo este tiempo haya escapado al control de uno de los mayores ‘capos‘ políticos municipales de Guadalajara, una provincia que puede presumir de un buen número de municipios que han sufrido -o lo siguen haciendo- a estos caciques: Alocén, Heras de Ayuso, Matillas o Mondéjar, entre otros muchos.
Padrino, como todos los de clase, asfixiaba social y políticamente a los vecinos que no le guardaban absoluta pleitesía. Era tal el miedo que inspiraba en muchos de sus votantes, que ni siquiera en privado eran capaces de reconocer que nunca más votarían por él. Sin embargo, ya estaban cansados de sus escándalos, de su autoritarismo, de su prepotencia, de su forma de gestionar el Ayuntamiento y a los vecinos como un rebaño particular en el que él era el capataz.
Por eso, tanto PP como PSOE presentaron listas renovadas y prometieron acabar con el cacique si conseguían los apoyos oportunos. Incluso el candidato socialista, Antonio Barona, según desveló luego la candidata popular Rocío López, llegó a calificarlo en algún momento como nazi. A pesar de ello, nadie daba un duro por el vuelco electoral… Pero ocurrió y nada más abrirse las urnas en la noche del 28 de mayo, se comprobó que el pueblo había hablado: 4 concejales PP, 3 Padrino y 2 el PSOE. Los electores habían decretado el fin del ‘padrinismo‘ tras 32 años.
Sin embargo, no fue así. Nada más terminarse el recuento de votos, el ‘capo‘ político socialista provincial, Pablo Bellido, encargó al factotum de la Diputación alcarreña y cacique local de Mondéjar, José Luis Vega, que engrasara la maquinaria que permitiera al PSOE recuperar Almoguera, a pesar de que el socialista era el partido menos votado.
Pero entre ambos municipios existen demasiados intereses comunes territoriales y el PSOE quería el control absoluto del poder político para poder manejar a su antojo ese área de influencia. Y de paso, impedir que el nuevo equipo de Gobierno del PP pudiera filtrar determinados documentos sensibles que pudieran afectar a altos cargos socialistas de la Diputación o de la Junta.
No obstante, la reunión en la que se pergeñaba el pacto que permitiría al PSOE gobernar el Ayuntamiento, aunque los ciudadanos de Almoguera no lo hubieran pedido así en las urnas, se desbararató con la famosa foto de la infamia: Vega y Padrino saliendo juntos tras comer en un restaurante en Guadalajara, acompañados de los dos ediles socialistas de Almoguera. Todo indicaba que tras el 28 de mayo Padrino ya no era el nazi que Barona había criticado en campaña electoral, según Rocío López, ni había que expulsar al ‘padrinismo‘ de Almoguera. Al contrario, había que pactar con él. El poder a toda costa, incluso pactando con el ‘diablo‘.
Dicha foto provocó que los vecinos mostraran su rebelión en las redes sociales, por lo que el PSOE dio marcha atrás. Tantos líos en plena campaña electoral del 23J podrían perjudicar al partido en las urnas. Había que esperar.
Y esperaron, pero no mucho. Desde el mismo día que Rocío López tomó posesión del cargo el 17 de junio, los mismos pirómanos que luego firmaron la moción y se presentaron ante el pueblo como los bomberos que iban a apagar el fuego, provocaron un ambiente crispado y enrarecido para impedirle gobernar, incluso no compareciendo a los plenos que ellos mismos pedían que se convocasen o a aquellos en los que se necesitaba un mínimo quorum para sacar adelante el día a día del municipio.
López, también ha que decirlo, pecó de una bisoñez tan altiva que rayaba en la vanidad y no escuchó a aquellos que le advirtieron de que enfrente tenía a políticos como Padrino, Vega o Bellido, políticos que no suelen respetar las reglas del juego democrático, por lo que les tenía que hacer frente con todos los apoyos e instrumentos legales que pudiera tener a su alcance. López, en su ingenuidad, también, llegó a creerse la teoría del ‘apaciguamiento’: si no molestaba a los que aún no habían puesto fecha de caducidad a su mandato, estos le iban a perdonar la ‘vida política‘. Y todos conocemos la fábula del escorpión y la rana. El escorpión siempre será el escorpión y Bellido y Vega siempre serán Bellido y Vega. Por ello, la moción de censura no se hizo esperar y se presentó apenas ocho semanas después de la toma de posesión de la alcaldesa popular.
No vamos a entrar a valorar los argumentos de Bellido y Vega para justificar la moción porque ofenden a la inteligencia. Quizá no a la de algunos de sus votantes, que no todos, pues incluso varios candidatos de la lista socialista de Almoguera se dieron de baja al conocer el compadreo de sus jefes provinciales con Padrino.
Pero sí hay que decir que lo ocurrido en Almoguera no es ni más ni menos que el reflejo de una forma de entender la política que lleva casi dos décadas practicando el ‘capo‘ político provincial, Bellido: acabar con los rivales políticos a cualquier precio; ahormar voluntades políticas y periodísticas con dinero público en forma de propaganda institucional; censurar a los medios independientes; perseguir políticamente a los disidentes… En una palabra, acabar con la democracia y las libertades públicas e individuales allá donde consiguen gobernar, aunque ni siquiera, como en el caso de Almoguera, los ciudadanos les hayan votado.
Excelente información que se agradece sobremanera… ¡Lamentable la actuación de José Luis Vega al que muchos tenían por otra cosa…! Ya me comentó un vecino de Almoguera que le había «decepcionado» sobremanera el «papelón» del Alcalde de Mondéjar que se había comportado como un autentico «sectario intrigante» Un tipo que llegó tarde al PSOE y parece que quiere demostrar que es más «pata negra» que Bellido, Rojo, Eusebio Robles o J. Carlos Moratilla… Estos cuatro «ases» de la baraja vienen viviendo de lo público desde que tenían veinti pocos años y se agarraran a ello co todas sus fuerzas…