jueves , 21 noviembre 2024

Rojo, de momento, no ha traicionado a sus votantes, pero…

‘¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros? ¿A qué extremos se arrojará tu desenfrenada audacia? -Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?-‘. (Primera Catilinaria de Cicerón. Discurso ante el Senado de Roma el 8 de noviembre del año 63 a.c.).

***

Cuando el pasado jueves 16 de noviembre el diputado alcarreño Alberto Rojo Blas pronunciaba un rotundo ‘‘ al oír su nombre durante la votación para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España, no estaba traicionando ni a Guadalajara, ni a sus votantes, ni a sus ideales. Rojo encabezó la lista del PSOE al Congreso por esta provincia y, ese día, su obligación política era dar su voto afirmativo a la investidura del candidato de su partido que se postulaba como presidente en esas elecciones.

Alberto Rojo, García Page y Pedro Sánchez en un mitin electoral en Guadalajara. Imagen de archivo de Lloyy

Por tanto, permítanme discrepar de quienes acusan a Emiliano García Page o a los diputados socialistas de Castilla La Mancha, entre ellos Rojo, de haber cometido traición a sus electores al apoyar la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno: lo asumieron cuando aceptaron formar parte de las listas. Por muy poco edificante que sea para una democracia occidental europea investir a alguien tan carente de escrúpulos y manifiestamente autoritario, falsario y antidemocrático como Sánchez, ese es su líder.

Sin embargo, dicho lo anterior, mi opinión sobre la coherencia política de Rojo y el respeto que debe a sus votantes de Guadalajara puede ser otra muy diferente en función de lo que ahora vote en el Congreso. Porque, tras la investidura se abre una nueva legislatura en la que hay que formar Gobierno y aprobar leyes que afectan al conjunto de todos los españoles, vivan donde vivan, Barcelona, Soria, Bilbao, Málaga, Cáceres… o Guadalajara. Y ahora sí, ahora es cuando llega el momento en el que Alberto Rojo -y el resto de diputados socialistas castellanomanchegos, y leoneses, y extremeños…-, amén de otros, como Page o Pablo Bellido, se tienen que definir y decidir si apoyan proyectos de ley que puedan ir contra los legítimos intereses de quienes les confiaron su voto en base a unas promesas y un programa electoral. Promesas y programa que, recordemos, el 23 de julio no hablaban, más bien al contrario, de amnistía para cientos de golpistas y corruptos, autodeterminación o trato de favor a unas regiones en detrimento de otras.

De esta forma, Rojo tendrá que votar leyes de educación, sanidad, consumo, caza… que tendrán un marcado sesgo político de izquierdas y nadie le podrá reprochar absolutamente nada. Es su partido y es su programa ideológico y él forma parte de esa corriente política. Si esas leyes no se hacen con consenso, cualquier cambio de signo político en el Gobierno las podrá cambiar de arriba a abajo. Ese es el juego de la alternancia democrática.

Los mossos de Escuadra vigilan a grupos de jóvenes violentos independentistas durante el ‘procés’

Sin embargo, la cosa cambia cuando tenga delante de él proyectos de ley que minen las instituciones del Estado y el principio de separación de poderes, sobre el que descansa cualquier democracia que merezca llamarse así. Proyectos como el de la amnistía a cientos de delincuentes condenados o procesados por participar en el golpe de Estado independentista de 2017, algunos por delitos tan graves como terrorismo, corrupción, malversación de fondos públicos, desórdenes, lesiones graves… O como cuando tenga que validar con su voto las leyes de condonación de deuda y nueva redistribución de los presupuestos, que claramente benefician a regiones ricas e insolidarias y penalizan gravemente a otras, como Castilla La Mancha, en una clara violación del principio de igualdad constitucional de todos los españoles, vivan donde vivan. O, lo más grave, cuando con su apoyo tenga que satisfacer los anhelos del autócrata de aprobar un referéndum de autodeterminación o acabar con la separación de poderes y finiquitar el Estado de Derecho y, por ende, el sistema democrático que nos dimos todos los españoles con la Constitución de 1978. Es ante esas leyes cuando es legítimo -y legal- que Rojo diga alto y claro ‘no‘. De no hacerlo, a partir de ese momento se le podrá acusar con tota razón de tracionar a sus votantes de Guadalajara y de ser un apóstol del trato desigual entre españoles. Porque, ni la ley de amnistía a delincuentes para que estos voten a Sánchez, ni la deriva frentista que este último anunció en el pleno de investidura, cuando habló de levantar un muro contra la mitad de los españoles, tienen cabida en nuestra Constitución ni en nuestra democracia.

José Mouriz. Archivo FPI

Y ante este choque entre conciencia y disciplina de partido, Rojo debería hacer suya la historia del diputado socialista José Mouriz Riesgo (1884-1934), que en 1932 se negó a apoyar el Estatuto de Cataluña que, de facto, otorgaba la independencia a esa región de España. Con dignidad, Mouriz, médico, químico y biólogo de reconocido prestigio internacional, no votó, dejó su acta de diputado en junio de ese año y su militancia socialista un año después. Sus profundos sentimientos como socialista le impedían seguir adelante en un partido, el PSOE, que se escoraba hacia el frentismo, el guerracivilismo y el independentismo y que, también entonces, con ese Estatuto, privilegiaba a unas regiones sobre otras.

Casi un siglo después, Alberto Rojo -y sus compañeros socialistas de Aragón, Castilla La Mancha, Castilla León, Extremadura, Murcia, Andalucía, Asturias…- tendrá la oportunidad de mostrar dignidad, como Mouriz, y pasar a la historia por anteponer dignidad a sueldo. No soy optimista, a la vista de la trayectoria personal, profesional y política del exalcalde de Guadalajara y ahora diputado. Rojo, como Page o Bellido, dependen del sueldo político para vivir. Por ello, obviarán su conciencia, mirarán su nómina y apoyarán con su voto todo lo que se les ordene.

Eso es lo que me ha admirado siempre de las personas que se dedican a la política: dejan inactivo su cerebro para poder obedecer las órdenes de sus jefes, sean las que sean, por absurdas, groseras o ilegales que estas sean. Y todo ello por una nómina o una parcela de poder, una actitud que ya estudió perfectamente el psicólogo y humanista americano Abraham H. Maslow (1908-1970). En su libro ‘Eupsychian management‘ Maslow, teorizaba sobre el valor que las personas daban al dinero y si compensaba, o no, perder a sus amigos íntimos a cambio de un empleo mejor remunerado y cuál era la cifra a partir de la cual era rentable perder esos amigos.

No se sorprenda nadie. Rojo no renunciará al nuevo sueldo de diputado por un arrebato de dignidad y conciencia. A Rojo, como a la gran mayoría de políticos profesionales, los dejó ya inmortalizados hace 170 años, en 1855, el periodista Juan Rico y Amat en su conocidísimo ‘Diccionario de los políticos, o verdadero sentido de las voces y frases más usuales entre los mismos’, libro que, por estar siempre de actualidad, habría de ser de obligada lectura en las facultades de Periodismo y Políticas.

Decía Rico y Amat en su introducción que ‘al usar la palabra políticos en el título y cuerpo de esta obra nos referimos, como comprenderán nuestros lectores, a cuantas personas han vivido, viven y tratan de vivir de la política, tomándola como medio de medrar en la sociedad, comerciando vilmente con ella y explotándola en su provecho’. Muy actual todo, a pesar de haber sido escrita hace ¡casi dos siglos!

Esta forma de desenvolverse por la política profesional, donde todo cambia, solo es inmutable el beneficio económico que de la misma se obtiene, ya la analizó también el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), autor que puso apellido al relativismo intelectual de los nuevos tiempos: política líquida, ideología liquida, arte líquido, poder líquido... Es decir, todo fluye, nada es inmutable. Así, la sociedad líquida es capaz de perdonar las mentiras (o cambios de opinión que se dice ahora) de Pedro Sánchez: no pactaré con independentistas…, hoy gobierno gracias a ellos; con Bildu, no pactaré, se lo repito veinte veces… hoy me fotografío con ellos; con Podemos no podría ni dormir…, hoy formo Gobierno con Iglesias; la amnistía es inconstitucional…, hoy es plenamente constitucional; no hay indultos…, hoy son necesarios; condenamos las violaciones…, hoy ponemos en libertad a cientos de violadores con la ley del sí es sí…

De hecho, uno de los primeros políticos españoles en descubrir el carácter líquido del programa ideológico de Sánchez fue el secretario provincial del PSOE de Guadalajara, Pablo Bellido, quien, sin nombrar a Bauman, definió en 2017 a Pedro Sánchez como exponente de esa ‘política líquida’ y que, por tanto, no era de fiar. Bellido, que apoyaba a Susana Díaz en las Primarias socialistas de ese año, llego a prometer que si Sánchez ganaba a Díaz, él, es decir, Bellido, dejaría los cargos públicos que ostentaba. Y lo argumentaba de la siguiente manera: Si gana ese modelo (el de Pedro Sánchez) que creo que no es el de un partido denso y serio sino de un partido un poco más líquido, más desestructurado, yo lo voy a respetar y seré militante de base de ese partido, pero no seré dirigente, porque no quiero hacer oposición a lo que opina la mayoría de la gente del PSOE». Huelga decir que ganó Sánchez y Bellido se hizo también ‘líquido‘: no solo no dimitió, sino que ha encadenado cargo tras cargo en los últimos seis años. Otro, como Rojo, que sin la nómina política se acaban las entradas en su C.V. Y no están los tiempos para tanto alarde de dignidad.

Bellido felicita a Pedro Sánchez tras la moción de censura el 2 de junio de 2018

Por ello, repetimos, aunque entendemos que Rojo aún no ha traicionado a los guadalajareños que le votaron pues su obligación era votar al cabeza de lista de su partido en la sesión de investidura, a partir de ahora será su conciencia, si la tiene, la que le tendrá que orientar el sentido de su voto en el Congreso cada vez que se ponga sobre la mesa la disyuntiva de apoyar el nuevo golpe independentista catalán y los ataques a los principios básicos de nuestro estado de derecho… o defender la democracia, la separación de poderes y la igualdad entre españoles.

Rojo, y el resto de diputados socialistas alejados del independentismo, tendrían que mirarse en el espejo político -sólido, nada líquido– de Gran Bretaña, país que en el último año -sí, en el último año- ha tenido tres primeros ministros torys diferentes: Boris Johnson, Elizabeth Truss y Rishi Sunak. Los tres del partido conservador. El primero, Jonnson, ganó por mayoría absoluta unas elecciones en 2019, tras echar su propio partido -sí, los diputados de su propio partido- a la anterior presidenta, Theresa May. Jonhnson estuvo tres años en el cargo (2019-2022) y también tuvo que dimitir presionado por sus propios compañeros. Su partido eligió entonces a Truss para sustituirle. Pero esta apenas duró 45 días en el 10 de Downing Street… Fue forzada a dimitir… -sí, de nuevo por sus propios compañeros de partido-. Su sustituto, Sunak, acaba de cumplir un año como Primer Ministro y ya ha tenido que sofocar varios fuegos para poder seguir en el cargo…: sí, fuegos provocados por diputados de su propio partido.

Ese es el ejemplo a seguir. Por encima de nombres, personas, proyectos… está la nación, está el conjunto de ciudadanos libres e iguales que viven en democracia. Pedro Sánchez y su anhelo de gobernar al precio que sea ya hace años que, en Gran Bretaña, tan solo sería un párrafo menor en los libros de historia política y, quizá, también, en los de tribunales.

Sánchez durante la sesión de investidura el 15/11/2023. Imagen: Congreso de los Diputados

En la película ‘Huérfanos de Brooklyn’ (Motherless Brooklyn, 2019), cuando el detective Lionel Essrog (Edward Norton) le pregunta al bohemio Paul Randolph (Willem Dafoe) que por qué la gente no se enfrenta al político todopoderoso que lo controla todo, Dafoe le contesta que «es un césar autócrata, pero nadie se da cuenta; la gente va tranquilamente por ahí, como vacas en la India, pensando que viven en una auténtica democracia«. Ese es el problema.

No dejemos, por tanto, que un político ególatra con ínfulas de grandeza destroce la democracia que, tras una Dictadura de 40 años, nos dimos de forma pacífica y responsable los españoles en 1978. Y, lo más grave, que lo haga con el único fin de perpetuarse en el Poder, aunque para ello tenga que desarticular el estado de Derecho. Al llegar ese momento, Rojo y García Page, como en su día hizo Mouriz, tendrán que pasar de las palabras a los hechos. Eso o quedar fotografiados para siempre como dos demagogos que sumisamente decidieron traicionar a sus electores al anteponer la nómina a la defensa de la democracia y la igualdad entre españoles.

@HeraldodelHenar

Acerca de Roberto Mangas Morales

Periodista y escritor. Director de EL HERALDO DEL HENARES. El periodismo como fin, nunca como medio…

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