sábado , 23 noviembre 2024

‘El lector por horas…’, de José Sanchis Sinisterra: “El texto como “intertexto”

Un rasgo consustancial con la dramaturgia de José Sanchis Sinisterra es la intertextualidad. Muchas de las piezas de su abundante obra teatral se inspiran en o se nutren de textos ajenos previos, cuando no son reescrituras, adaptaciones, continuaciones o relecturas de los mismos. Piénsese, por ejemplo, en Éramos tres hermanas (basada en Las tres hermanas, de Chejov.), El gran teatro de Oklahoma (a partir de unos pasajes de América, de Kafka), La noche de Molly Bloom (a partir del último capítulo del Ulises, de James Joyce) o Mísero Próspero (fantasía centrada en el personaje Próspero, de La tempestad, de Shakespeare).

Pues bien, el texto de la obra que comentamos obedece formalmente a esa misma intención de mirarse en otros textos; es más, en un momento determinado del desarrollo de la acción se establece una enconada disputa entre dos de los personajes, generándose una dura y agria polémica acerca precisamente del asunto de la intertextualidad, de hasta qué punto puede hablarse o no de “pureza” en las creaciones literarias y de las borrosas fronteras entre la originalidad, la referencia, la imitación o el plagio. Y como paisaje de fondo la Literatura; la ficción, para ser más exactos, el poder transformador de las palabras y esa extraña, misteriosa, casi hipnótica fuerza de atracción que ejercen sobre nosotros los relatos, desde los más inofensivos (¿inofensivos?) cuentos infantiles hasta las más elevadas, ingeniosas, esperanzadoras, desesperadas, crueles o perturbadoras imágenes de la condición humana que nos han llegado de la pluma de Homero, Milton, Conrad, Cervantes, Flaubert, Dostoyevski o Kafka.

El lector por horas. Teatro La Abadía

Veamos. Celso, un acaudalado y exitoso hombre de negocios contrata a Ismael para que lea novelas en voz alta a su hija Lorena, una joven culta, de educación esmerada que recientemente y en circunstancias poco aclaradas ha perdido la vista. En la primera escena, la entrevista para poner a prueba las capacidades del candidato para su cometido, ya descubrimos a un Celso prepotente y autoritario y a un Ismael apocado, titubeante, sumiso en exceso y dispuesto a aceptar las condiciones que se le imponen: leer sólo las novelas que quiera Lorena, la hija, hacerlo de forma neutra, transparente, para no adulterar el contenido de los textos; disponibilidad absoluta y trato exquisito, respetuoso para con los cambios de humor de Lorena, sometida todavía a los coletazos de la depresión en la que la ha sumido la repentina pérdida de la visión.

El lector por horas. Teatro La Abadía

            Con esas premisas echa a andar la obra. En la semioscuridad de un lujoso salón-biblioteca, a las cuatro en punto de la tarde, con el libro en la mano Ismael procede a la lectura atento a las demandas de Lorena, a sus comentarios, interrupciones y exabruptos. Tarde tras tarde, como si se tratara de un ceremonial profano las palabras de Lampedusa, de Flaubert, de Rulfo, de Conrad o de Schnitzler, afloran desde las profundidades de la página escrita, resuenan en el silencio de la sala en la voz pausada, precisa, ponderada de Ismael y llegan a los oídos de Lorena y a los nuestros, asombrados por el tremendo poder evocador de las palabras, por su poder para trasladarnos a universos inhóspitos o alucinados, para desestabilizar y poner en cuestión nuestro débil armazón de certezas. Obviamente, los pasajes elegidos para verbalizar en cada escena, expresión contundente de las emociones, sentimientos y del estado de ánimo de los protagonistas de las novelas respectivas, repercuten en la situación personal de Lorena e Ismael, poniendo en crisis esa aparente relación de neutralidad, de distancia entre ambos que a toda costa quería mantener el padre, se convierten, en suma, en desencadenantes del conflicto dramático que hace avanzar la acción y descubrir los secretos que esconden los protagonistas, su verdadero carácter, intenciones, e inclinaciones, a veces, ni siquiera reconocidas por ellos mismos.

            Un planteamiento, como vemos, prometedor, con pretensiones de thriller psicológico que genera más expectativas de las que satisface. La faceta de sagaz analista y de crítico literario -brillante- del autor proyecta su alargada sombra sobre el conflicto humano encarnado en la doble tragedia que vive Lorena, su ceguera y su difícil convivencia con un padre autoritario y maltratador, y sobre el profundo antagonismo de Celso e Ismael, cuyas diatribas sobre la creación literaria acusan un marcado sesgo de intelectualización. Asimismo, el progreso de la acción, siguiendo el ritmo imperturbable de los días y sus correspondientes sesiones de lectura interrumpido por esos insufribles negros entre escena y escena se termina haciendo reiterativo.

           

Por lo demás, la puesta en escena satisface con creces las necesidades del texto. Un espacio en penumbra con ocasionales destellos de iluminación sectorizada que crean un cierto ambiente de irrealidad, contrastando con la sobria elegancia de los sillones y sofá de cuero negro y con el piano que enseñorean la escena, símbolos del lujo y la distinción que corresponde a una familia de la alta burguesía. Y lo mismo cabe decir de la dirección de Carles Alfaro -ponderada en el diseño del movimiento escénico y meticuloso en la preparación y ejecución de cada una de las escenas- y del trabajo de los actores. Aunque a veces atropella un tanto su fraseo y le cuesta pasar la batería, Mar Ulldemolins (Lorena), da el personaje de una joven orgullosa, un punto soberbia; culta, de gustos refinados presa de la frustración y de los vaivenes y cambios de humor propios del desequilibrio mental, el comportamiento anómalo de quien ha sido víctima de una inopinada tragedia y no acaba de asumir su nueva situación. De porte frágil, apocado, tímido, el Ismael de Pere Ponce al principio de la obra es la viva imagen del servilismo; sumiso hasta la humillación denota la actitud de un hombre derrotado, inseguro que arrastra un oscuro pasado que le avergüenza. Aguanta impertérrito la indiferencia de Lorena y la intemperancia y el desprecio de Celso que le trata peor que a un sirviente. Luego se crecerá progresivamente hasta ejercer una posición de dominio sobre padre e hija cuando acabe por descubrir el rol de mentor, de guía que a su juicio debe de jugar en relación a Lorena. Hay algo de artificio en la concepción de este personaje, no tanto en la construcción que del mismo hace el actor, que soslaya como puede esa cierta complejidad impostada. Respecto a Pep Cruz, hace una espléndida recreación de su personaje. Nos da un Celso, prepotente, imperativo, despótico, engolado y no exento de pedantería.

Gordon Craig,  24-IX-2023.

Ficha técnico artística:

Autor: José Sanchis Sinisterra

Con: Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins.

Escenografía: Carles Alfaro y Luis Crespo.

Iluminación: Carles Alfaro.

Música: Joan Cerveró.

Dirección: Carles Alfaro.

Madrid, Teatro de la Abadía.

Hasta el 17 de diciembre de 2023.

Acerca de Gordon Craig

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