La escritora Julia San Miguel Martos, colaboradora de EL HERALDO DEL HENARES, se ha alzado con un nuevo premio literario, tras ser galardonada con el Símbolo Cencibel, por el poema «HacheDosO», en el Certamen de Poesía convocado por el grupo artístico-literario «El Trascacho», dentro de su celebración de la XLIX Cata del Vino Nuevo y Anochecer Poético en Valdepeñas (Ciudad Real).
El evento de lectura de poemas premiados tuvo lugar en el Auditorio Francisco Nieva de la Plaza de la Veracruz.
Rosa Peñasco fue la encargada de rendir tributo al vino nuevo y la poesía en la tradicional cata. En su exaltación habló del humor y el surrealismo en La Mancha, «el lugar donde lo normal es lo no normal».
https://www.youtube.com/watch?v=q3inXZDaqGY
A continuación, reproducimos íntegramente el poema ganador:
XLIX Cata del Vino Nuevo y Anochecer Poético – Modalidad Vino de Valdepeñas
Premio Cencibel 2017
Título: HacheDosO
Autora: Julian San Miguel Martos
Después de la nada,
cuando rompió el caos,
todo fue HacheDosO.
El principio del principio,
el verbo, la palabra,
y el rostro de Dios
una y mil veces multiplicado
en dos moléculas de hidrógeno
y en una de oxígeno,
moldeándose y buscándose
en cada pieza de un puzle infinito.
Madre de todas las madres,
vientre de Eva que custodia
el germen de la vida en sus entrañas,
callada y silenciosa en las tinieblas,
dando a luz un ejército de almas gemelas,
el sexo de una flor,
el animal en celo,
los ecos lejanos de la primavera
y el refulgir de las espadas
al bañarse la acerada luna.
Luego el profeta
tomó garnacha,
merlot, chardonnay, tempranillo…
y convirtió el agua en vino.
Vino en el triste lamento de la lluvia.
Vino en las manos,
como barro que moldea los sueños,
en los actos que nos hacen eternos,
de un pecado del que nos redime.
Turbulento en cada lágrima,
hiriente en cada carcajada.
Vino amante,
hermano y amigo,
insensato, locuaz,
voraz, altivo.
Espíritu de buen agüero que naufraga
en el oleaje eterno del que fluyes,
para acogerte y dejarte posar como palabras
en un torrente de cascadas mensajeras
donde todo duplica y se triplica
en la fortuna de tenerte rebosante
en la tierra donde manas,
como si nunca fueras a perderte.
Líquido dorado y preciado
como una mujer desnuda,
como una cimbreante espiga
que danza al viento
y esparce su mañana
sabiéndose milagro
en la desesperanza
de verse cada día
un poco más amargo.
Un poco más lejano.