Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Llega el momento de renovar el ánimo o, mejor dicho, de abrirnos a la novedad que nos ofrece el Espíritu Santo para comenzar un nuevo curso pastoral con sus desafíos y oportunidades, sus retos y posibilidades. Se abre ante nosotros un tiempo inédito para crecer como personas, para desarrollarnos siendo útiles a los demás y, especialmente, favoreciendo el encuentro con Jesucristo, principio y fin, sentido y aliento de nuestra vida. Señalo algunas de nuestras alentadoras claves.
1) Nos quedan varios meses para seguir profundizando en la oración, que nos dispone y prepara para la celebración del Jubileo 2025, hacia el que caminamos como peregrinos de esperanza.
2) La fase de aplicación del Sínodo Diocesano nos compromete e ilusiona. Se ha realizado un fecundo camino y un intenso trabajo, y ahora necesitamos luz y fuerza para traducir en objetivos, acciones e iniciativas las orientaciones que el Espíritu nos pide en nuestro tiempo y nuestra realidad.
3) Sentimos la necesidad viva y acuciante de orar y trabajar por las vocaciones a la vida sacerdotal, la vida consagrada, la vida misionera, el matrimonio y el compromiso seglar. El Señor sigue llamando, y la generosa respuesta tiene que ser reconocida, acompañada, favorecida y animada en el corazón.
4) Deseamos conceder un relieve particular a los jóvenes, que requieren cercanía, escucha, acogida, atención, acompañamiento y orientación. La juventud es un tiempo privilegiado en el que las personas realizan elecciones que determinan su identidad y toda su vida. Cristo, joven entre los jóvenes, sigue llamando a los jóvenes a la alegría del amor, les ayuda a unificar sus vidas amenazadas por la incertidumbre, la fragmentación y la fragilidad, y les ofrece una experiencia vital en la comunidad eclesial.
5) La familia ha de seguir ocupando un puesto central en la vida y la misión de la Iglesia. La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia. Oramos para que la Sagrada Familia de Nazaret haga de nuestras familias lugares de comunión y cenáculos de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas.
6) Es urgente y necesario renovar el ánimo para que las personas más vulnerables cuenten con nuestro apoyo y aprecio. Continuaremos favoreciendo procesos de integración social y laboral. Deseamos ser comunidad comprometida con la justicia y presencia profética.
7) En nuestro itinerario ocupa un lugar muy especial la Madre del Señor, primera discípula de su Hijo amado y modelo de vida para cada creyente. A ella encomendamos el nuevo curso pastoral.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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