Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
El Día de la Iglesia Diocesana nos presenta una apasionante iniciativa: buscar en el interior. El ser humano se caracteriza por una insaciable búsqueda. Continuamente buscamos a nuestro alrededor afecto, consuelo, empatía, consejo, cercanía, ayuda, conversación y sentido. Somos seres sociales y vamos creciendo en un proceso continuo de relación con los demás, con nuestro entorno, con las raíces de nuestra cultura y de nuestra historia.
Tenemos una sed permanente de amor y plenitud. En ocasiones iniciamos recorridos a través de centenares y miles de kilómetros en busca de algo o de alguien que sacie nuestra inquietud.
Tal vez ha llegado el momento de hacer una pausa, en el tiempo y en el espacio, para responder a un interrogante: “¿Y si lo que buscas está en tu interior?”. Corremos el riesgo de dejarnos llevar de la angustia y de buscar ávidamente fuera de nosotros, sin darnos cuenta de que hay Alguien que nos espera dentro y que golpea las paredes de nuestro corazón para que le abramos la puerta.
Somos seres habitados. Dentro de nosotros reside una voz y una presencia. La voz es un eco continuo, una constante llamada al amor y la amistad. La presencia es la vida permanente de Dios dentro de nuestro ser.
Posiblemente, después de un largo recorrido, de un viaje personal y comunitario por diversas sendas, estamos en condiciones de descubrir que hay itinerarios perdidos y caminos sin salida. Pero existe una alternativa: discernir, con la ayuda del Espíritu Santo y el acompañamiento de la Iglesia, nuestro personal sendero de identidad, las señas de nuestro ser y de nuestra misión.
La Iglesia Diocesana nos acoge, nos brinda su apoyo y su experiencia. Nos ofrece su acompañamiento y cercanía. Y también necesita nuestra colaboración y nuestro testimonio vital.
Descubrimos nuestra misión mirando hacia dentro. No se trata de un ejercicio narcisista de autoexploración, sino de una apertura hacia el manantial de nuestra identidad, para percibir que somos seres regalados, puro don y gracia. La vida se nos ha ofrecido y vivir es un milagro de amor.
En nuestro interior percibimos que Dios nos ama, nos llama y nos envía. Somos interlocutores de una vocación personal y eclesial. Más que tener una vocación, somos una vocación, personas abiertas a la llamada que espera una respuesta. La llamada cambia nuestra vida y la respuesta nos sitúa en la senda del compromiso, la plenitud y la confiada entrega.
Muchas gracias a quienes buscáis dentro, a quienes estáis en camino, a quienes habéis sido encontrados y a quienes vivís una bella historia de generosa respuesta.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.
EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.