Julita es una octogenaria, la matriarca de una familia con muchos hijos que tuvo un mono y que perdió un castillo.
Todo el documental gira en torno a ella con su fuerte personalidad.
Es también el relato de una familia con una especie de Síndrome de Diógenes colectivo, donde el único cabal es el marido de Julita que acepta la idea de desprenderse de cosas inútiles.
El resto de la familia acata con resignación o prestando apoyo la idea de conservarlo todo como reflejo de la nostalgia de otros tiempos.
No puedo evitar recordar a mi madre. Una mujer de fuerte carácter que siempre quiso ser el centro de todas las atenciones.
En cambio mi Clarita no era tan colaboradora a la hora de ponerse delante de la cámara como Julita.
A mi madre había que pillarla en buen momento.
Tan solo conseguí de ella que comentara algunas pelis míticas en su vida.
En los últimos años se negó totalmente a aparecer.
Una pena porque su poder visual era tremendo.
Mi madre nunca padeció ese afán de acumular cosas.
De hecho tiró recuerdos familiares y personales sin mucho criterio, aunque ella lo negara.
Gustavo Salmerón construye un entretenido documental, con una historia de decadencia familiar como satélite de la gran protagonista.
Todo el contenido de la peli da mucho para reflexionar y discutir.
Ha sido nominado en los Feroz como mejor comedia.
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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