Parafraseando al maestro Stanislavski, bien pudiéramos titular este comentario al soberbio montaje de danza-teatro (?) de Keegan-Dolan que vimos anoche en los Teatros del Canal como: “Mi vida en el arte”. Y aunque con ello errásemos, quizá, al acotar el sentido último de la propuesta al menos proporcionaríamos una base firme sobre la que proceder a una primera interpretación de la misma.
¿Baúl de los recuerdos arrumbado en algún oscuro desván de la memoria? ¿Caja de Pandora? Ese enorme armatoste en forma de cajón de madera que, radial en mano, consigue descerrajar Rachel Poirier al inicio de la obra y del que ambos intérpretes van extrayendo los más inverosímiles objetos -desde prendas de vestir a una bicicleta de niño, pasando por un juego de dardos, globos de colores o una ajada bandera de Irlanda- avala nuestra tesis de que estamos ante un vívido ejercicio de memoria: el despertar a la vida adulta, simultáneo con el despertar al universo del arte de la danza, de un niño irlandés de una familia numerosa, conservadora, en la Irlanda de los ochenta.
En sucesivos pasajes narrativos, subrayados ocasionalmente por pasos de danza de su compañera de reparto, descubrimos un tímido muchacho inducido a entrar en el mundo de la danza por una madre a la que adora, un cohibido joven patizambo -cuya única experiencia previa con el baile es la adquirida en una discoteca local-, tratando de encontrar su lugar en su primera clase de ballet, rodeado de un grupo de niñas de nueve años. Tras ello vendrá su pase por una escuela profesional en Londres, donde le explicarán que no tiene aptitudes para el ballet para derivarlo a un papel de miembro del coro en un musical del West End.
A un ritmo trepidante y en microescenas que, en ocasiones nos cuesta procesar –hay un permanente contraste entre la sencillez, familiaridad y cercanía de la narrativa, a cargo del protagonista, con el críptico contexto plástico-visual creado por los elementos de la escenografía y las acciones físicas de su antagonista ¿su doble? ¿su lado oscuro, inconfesable?-, la narración fluye con una continua evocación de pequeños sucesos de su vida íntima, hitos de un largo viaje iniciático que acabará, sin explicar muy bien cómo, con el protagonista convertido en un coreógrafo de éxito. Por el camino quedan la profunda herida de la incomprensión paterna y de la muerte de un hermano; la dolorosa experiencia del sentimiento anti-irlandés por parte de los ingleses; las secuelas de los atentados del IRA o las de su educación puritana católica en materia de sexualidad. De hecho, una de las escenas más hilarantes del espectáculo y de las más celebradas por el público es precisamente la del relato de su primera experiencia erótica con una joven tan inexperta e ignorante como él.
Y es cierto que ante el aluvión de anécdotas de la vida privada del protagonista cuya pormenorizada narrativa a cargo del propio Keegan-Dolan acapara la mayor parte del espectáculo, uno se pregunta donde están esas 72.000 lecciones para aprender a bailar a las que hace referencia el título de la obra; pero al final, el milagro se produce y Rachel Poirier en un portentoso solo del Bolero de Ravel demuestra ser una alumna aventajada que ha aprovechado ¡y cómo! Las lecciones del maestro. En una libérrima y ecléctica ejecución de esta vibrante melodía, poseída por el numen de la danza, la intérprete se entrega con fruición al movimiento orquestal en obstinato en un inverosímil crescendo de intensidad y energía hasta llegar casi exhausta al estruendoso finale. Todo un alarde de facultades y un ejercicio extenuante incluso para los espectadores que la contemplamos absortos, boquiabiertos, como a un fenómeno de la naturaleza
Irónica, transgresora, intensa y divertida; estamos ante una lúcida lección de vida y una penetrante reflexión sobre el misterio del teatro y de la danza.
Gordon Craig, 12-0I-2025
Ficha técnico artística:
Texto: Michael Keegan-Dolan.
Con Michael Keegan-Dolan y Rachel Poirier.
Escenografía: Hyemi Shin.
Iluminación: Adam Silverman.
Coreografía: Michael Keegan-Dolan y Rachel Poirier.
Sonido: Sandra Ní Mhathuna.
Dirección: Rachel Poirier y Adam Silverman.
Madrid. Teatros del Canal. 10-12 de enero de 2025.