(*) El autor es catedrático de Derecho Penal y tiene una trayectoria profesional reconocida internacionalmente. En la tramitación de la revisión del Código Penal compareció como técnico en la Comisión correspondiente del Congreso de los Diputados.
Recientemente promovió un manifiesto, respaldado por más de cien juristas en relación a las resoluciones que mandaron a prisión a dirigentes del proceso separatista catalán, defendiendo que desde el punto de vista de los tipos penales «Los dirigentes independentistas han cometido delitos y barbaridades pero no rebelión ni sedición» (Ver http://bit.ly/2kohXti). A continuación ofrece al lector su personal conceptuación del “procés”, en el que detalla lo que serían tales barbaridades:
Arrasar la Constitución, el Estatuto de Cataluña, el Reglamento del Parlamento, los informes de los propios servicios jurídicos…, todo…, pero nada es ilegal porque todas esas acciones -aparentemente conculcadoras de la más elemental razón jurídica- se llevan a cabo por la democracia, el pueblo, el espíritu de Cataluña…, de todo lo cual el único intérprete (y, por lo tanto, también máximo) es el independentismo. Nada tiene sentido si no es dentro del proceso independentista, por ello todas las expresiones, todo conocimiento, ha de ser revisado teleológicamente, y es ello lo que lleva a convertir a Jaime I (de Aragón) en Rey de Cataluña, a Colón (genovés de pro) en catalán de nacimiento y marino que saliendo desde el puerto de Pals descubrió las Américas, o la Guerra de Sucesión (al final de la cual el futuro Felipe V castigó dura y salvajemente a los catalanes por haber faltado sus Cortes al juramento realizado al principio de la contienda), en Guerra de Secesión.
Es esta idea, la de la beatitud por la finalidad, la que convierte delitos (según el Ordenamiento penal vigente) en actos lícitos y Muy Honorables, y a sus autores (delincuentes) en patriotas (en realidad esto siempre fue así, pues no se olvide que al terminar nuestra última Guerra Civil los vencedores acabaron juzgando –“ellos”, los que se “levantaron”- a los que permanecieron fieles a la República). Así, utilizar a los funcionarios públicos no en cumplimiento de fines generales sino en la persecución de los privados (de los señalados por el pensamiento único independentista), no constituye ilícito ninguno; porque lo hacen los impulsores del “procés”, los hermeneutas del Volksgeist. Lo mismo sucede cuando utilizan medios públicos (edificios, instalaciones, centros tecnológicos, y ya no digamos dinero presupuestario) en su propio provecho, porque entienden que al realizarlo no hacen más que seguir la, en su interpretación, “voluntad del pueblo”. Es decir: sólo cometen delitos quienes llevan a cabo las mismas conductas que los independentistas…pero sin estar animados por el espíritu que ellos entienden legitimador: el procés.
Semejante discriminación en la calificación de los actos les lleva también a diferenciar entre “ellos” y los “otros”. Estos últimos deben ser, en primer lugar, “señalados”. Los profesores (que no maestros) preguntarán a los niños en las escuelas si sus padres apoyan “el proceso”, si son independentistas o si reúnen la condición de guardias civiles. Se enseñará a los niños a votar en referéndum, se les inculcará el amor por la bandera “que sólo es de ellos”, se les dirá que no son libres, que su tierra está ocupada, pero que ellos, los puros, la van a liberar…que Madrid les roba. Se les instruirá en el odio…
Pero resulta curioso: continuamente acusan a los “demás” de estar violando el Ordenamiento jurídico español y cometiendo no sé cuántos delitos…cuando los independentistas, simplemente, prescinden del Ordenamiento o lo retuercen autoritariamente, y perciben como un ataque intolerable el que se les exija responsabilidades por sus excesos. Por ejemplo, no ven nada “malo” en destrozar coches de la Guardia Civil, en “poner manos” sobre los mismos, en impedir a miembros de una comisión judicial salir del edificio donde estaban realizando diligencias, en apedrear a policías e incluso patear a algunos (o en echarles de sus hoteles o en situar a sus hijos pequeños distanciados, en la clase, de los demás, de los “puros”), en atacar los comercios de los “enemigos” (dentro de poco bandas pardas recorrerán las zonas más nacionalistamente “puras” llenando sus escaparates de carteles, de los que destilará la bilis), en llamar “malas putas”, “seres repugnantes” a los que no concuerdan con sus “ideas”, etc…, pero se escandalizan ante una carga policial excesiva que terminan dibujando como lo más brutal sucedido en la historia de la humanidad (aunque ello no sea así, y la hayan aderezado en su imaginario con falsas víctimas que incluso lo fueron de los suyos, de “sus mossos”, en “cargas” santificadas por ser las porras nacionalistas, y presentan números de mártires que siguen incrementándose milagrosamente en cada intervención que hacen los dirigentes del procés, incluso a varias semanas de los hechos), y les parece una heroicidad que un mosso, el mismo mosso (¡vaya mosso!), mate en una sola jornada a cuatro personas (una de ellas menor), y todo por una sospecha o una amenaza (después de haber demostrado esos mismos mossos su radical incompetencia en el análisis de una explosión fortuita, que de haberse diagnosticado bien y a tiempo quizás hubiera podido llegar a evitar los posteriores muertos y heridos), y no les parece mal que una alcaldesa desoyera un consejo policial –poner obstáculos en determinadas vías-, lo que ha costado el que unos terroristas pudieran arrollar -sin problemas- a muchas personas a bordo de un vehículo.
Los movimientos autoritarios siempre tuvieron una gran habilidad para transformar lo falso en verdadero y aprovechar la torpeza ajena (que en el caso del Gobierno español es infinita, es de las que expanden el Universo), atribuyendo a los otros, incluso, sus propios desaguisados; y en este sentido los partidarios del procés aprendieron bien de sus mentores totalitarios cuál es el camino más indicado. En efecto, estos neonazindependentistas (NNZI –pareciera el nombre de un insecticida) han inaugurado la “Edad de la Mentira” (la de la Manipulación), y cabalgando en sus lomos, sin silla de montar, “a pelo”, acusan al Gobierno Central de querer llenar de muertos las calles de Barcelona (da igual lo de “las pruebas”, Rovira no es mujer que se detenga en semejante tiquismiquis liberal). Dicen que la Unión Europea les acogerá con los “brazos abiertos”, y cuando desde todas las instancias internacionales les dicen “que no”, entonces proponen acudir a un instrumento que en buenas manos es democrático y en las suyas francamente fascista (no es votación, es aclamación, lean a BOBBIO): un referéndum para irse de la UE y quedarse como a ellos les gusta, en su limbo que será campo de concentración, lager, para los no independentistas. Dicen que la economía florecerá con el NNZI, y cuando los tozudos hechos demuestran palmariamente lo contrario, se inventan estadísticas según las cuales la pérdida de las empresas más importantes del PIB catalán…no importa, que incluso es bueno porque depura (que es la finalidad esencial del NNZI: depurar).
La manipulación: presentar hechos de forma que parezcan lo que no son, incluso realizar actuaciones esperando una reacción de los “otros” para presentarse como víctimas de la opresión. Se trata de un conglomerado entre la mentira, la media verdad y la deformación, todo ello sumergido en el caldo que le da sentido (el procés); y ahí es donde se pone de manifiesto con más claridad el método a emplear: cualquier medio es bueno, incluso “incendiar el Reichstag”, para lograr el objetivo propuesto. La ejecución de una sentencia, final momentáneo de un proceso iniciado muchos años antes y referido al expolio que unas monjitas cometieron -junto con autoridades catalano/franquistas- en el patrimonio aragonés, se termina convirtiendo en intolerable despojo cultural a Cataluña (Sijena); el asalto a las competencias del Estado (ley de pobreza energética) con provocación indirecta de una resolución del Tribunal Constitucional, se transforma en un atentado inadmisible a la autonomía catalana y demostración de que “así no podemos seguir”…
Y la dignidad personal, la dignidad: no hicieron más que enseñarles la llave del calabozo para que, en tropel, dijeran que no, que ellos no son malos, que no querían decir lo que dijeron, que se les ha entendido mal, que son de comunión diaria, que…carecen de dignidad.
Pero en todo esto hay algo que me desconcierta: ¿dónde están los intelectuales catalanes, tan reivindicativos ellos (al margen de los de siempre, de los Maruja Torres, Félix de Azúa, Félix Ovejero y otros pocos, que los hay)?, ¿por qué callan mayoritariamente?, ¿es que tan pocos van a salir en defensa del sentido común, de la libertad, de la democracia?, ¿tienen miedo?, ¿se van a limitar, exclusivamente, a llamar “maricones” a los que no están de acuerdo con su procés?. Dicen que en la Alemania de los años treinta y cuarenta sólo muy poquitos integrantes de la gran clase de los juristas se manifestaron con claridad contra la construcción totalitaria; que apenas un puñado de maestros “hablaron en alto”. Que luego –después de que pasara lo que pasó- la mayoría, los que se habían aquietado (y muchos de los que colaboraron activamente ¿habrá ahora profesores que estén participando en los delitos cometidos?), se justificaron diciendo que tenían miedo, que ellos no se habían enterado de lo que sucedía, que claro, que visto así, en la distancia… ¿Van a seguir callados casi todos los juristas catalanes permitiendo esta revolución de los tontos, los mentirosos y los miserables? ¿Es que no ven lo que está pasando y a dónde nos conduce todo? Tienen que darse prisa mis compañeros porque dentro de poco será tarde…
Me temo que la bestia esté sacando, otra vez, la negra pezuña de su madriguera…,
Francisco Javier Álvarez García, catedrático de Derecho Penal de la Universidad Carlos III
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