Este sábado pasado fui invitado a intervenir en el acto que organizaban los “críticos de Vox” en Madrid con el objetivo de reclamar a la dirección que preside Santiago Abascal un congreso de “refundación” del partido para recuperar las señas de identidad con las que nació y volver a celebrar elecciones primarias para recuperar la vigencia del manifiesto fundacional y la de exigir responsabilidades por la ausencia de democracia interna y de la anulación del derecho a opinar. Accedí a la invitación en honor a la verdad y en la búsqueda de la democracia y de la libertad de expresión que debería de haber en cualquier partido. Allí todos compartían la sensación de que no la hay, que “nos han robado el partido”, que no saben quién está al mando ni qué rumbo lleva, que su presidente ha traicionado el proyecto y que ha pasado a ser rehén de los intereses de Orbán, de Putin y de Trump.

Inicié mi intervención hablando de “éxito”: he conocido a muchas personas infectadas por el “virus del éxito” como para saber que los vapores del triunfo actúan en nuestro organismo como las drogas, en un inicio nos produce sensaciones intensas de placer, de poder, de ímpetu, de entusiasmo, de dominio, pero a esta euforia inicial le siguen otros efectos que tienden a subirse a nuestro cerebro y aturdirlo, nublan nuestra visión y nos vuelven torpes y confusos. Corría el año 2017, cuando al finalizar una de las reuniones del Consejo Político de Vox -en la modesta, humilde e inicial sede de Vox de la calle Diego de León- le pedía a Abascal que no se emborrachase de éxito llegado el momento. Siempre he tendido muy claro que hay algo más difícil que sobreponerse a los fracasos es sobreponerse al éxito. El triunfo puede convertirse en tu peor enemigo.
Yo llegué a ese Vox inicial allá por el año 2014. Llegué de la mano del politólogo Lorenzo Abadía, por aquel entonces asesor de Alejo Vidal Cuadras. Lorenzo y yo liderábamos un movimiento que defendía y buscaba la necesaria reforma de la Ley Electoral y un cambio del sistema político que otorgase, por medio de la democracia, el protagonismo al ciudadano. Lo buscábamos con la incorporación de fórmulas para regenerar nuestra Democracia como la del Diputado de Distrito entre otras. En las democracias más desarrolladas no hay listas impuestas por los partidos, sino que cada persona se presenta individualmente ante circunscripciones, lo que garantiza la igualdad y la democracia verdadera. Lo incorporamos a Vox con Alejo al mando, formaba parte del manifiesto fundacional, pero el Vox de Abascal lo escondió, lo tapó. Teníamos muy claro que España no es una auténtica democracia porque los ciudadanos no elegimos el menú a comer. El menú lo eligen los que mandan, que son los partidos, las cúpulas de los partidos hacen y deshacen, y los parlamentarios que finalmente llegan al Congreso sólo están ahí para perpetuar en el poder a los partidos. El resultado de todo ello es que estos parlamentarios no defienden al ciudadano, sino a los partidos que los pusieron allí.
Y a eso llegué al Vox inicial, al Vox de Alejo como presidente, cargado de ilusión, de pasión, de ganas de cambiar las cosas. Apoyando el proyecto desde la lealtad y el rigor y a veces con mucho trabajo y esfuerzo. Me pidieron que entrara en el Consejo Político para llevar el área de Educación y la de Mundo natural y rural. El Consejo Político era, y digo era porque Abascal lo borró de un plumazo, era un órgano consultivo que orientaba, estudiaba y proponía al CEN ideas, propuestas y programas en distintas materias; era la máquina de las ideas en Vox.
La historia de Vox es la de un partido que pudo ser muy necesario pero que unos pocos han laminado, han vendido. Cuando Vidal Quadras es invitado a irse porque Abascal se hace con el poder, muchos de los seguidores de Alejo se van con él. Abascal, en ese momento, me pide que continúe en su Vox para luchar por la libertad de educación y para defender el español como lengua vehicular y para defender al campo y el mundo rural. Yo había llegado a eso a Vox entre otras cosas. Me convenció; es un buen encantador. Es entonces cuando empezamos a promover el Pin parental y el cheque educativo y asistimos a multitud de manifestaciones en Valencia para defender el español en las aulas. También empiezo a crear y liderar un grupo de expertos para la defensa del mundo rural y sus tradiciones.
En esos años Javier Ortega Smith comienza como secretario general a crear las vicesecretarías que conocemos. Él me pidió que fuese responsable y Vicesecretario Nacional de Formación. Accedo y empiezo a organizar la formación en Vox y los Campux de verano que son todo un éxito. Se hacían las cosas desde el corazón y sin cobrar un duro, al contrario poníamos, tiempo, dinero y neuronas. Posteriormente se ha convertido en un verdadero chiringuito en la formación en Vox en la que entra mucho dinero.
Vox ya no es lo que era ¿Verdad?, les pregunté a los asistentes. Pueden imaginar sus caras y sus respuestas: “perdidas de libertad, sin posibilidad de expresarte libremente, sin democracia interna…etc”. En Vox hace tiempo que desapareció el modelo del esfuerzo, de trabajo y de la mente crítica y ha dado paso al modelo del amiguismo, del negocio, de la sumisión y de la oficina de colocación de amiguetes. Muchos teníamos clara la necesidad de un liderazgo de un presidente fuerte, elegido democráticamente pero con poder real y no gobernado por diferentes órganos que obstaculizan el partido como al final ocurrió. El partido de los valores, de los principios, de las ideas y de la ejemplaridad y transparencia ha ido desapareciendo en favor de la opacidad y de los intereses comerciales y conveniencias espurias de unos pocos. Tengo la firme convicción que la principal crisis se remonta a cuando Vox decidió eliminar las primarias tras un cambio estatutario llevado a cabo justo antes de las elecciones generales, municipales y autonómicas de 2019. Aquella maniobra de Abascal impide cualquier posibilidad de regeneración y de la viabilidad de un plan para impedir que aquel Vox inicial y su manifiesto fundamental y sus principios inspiradores vuelvan.
El camino elegido por el Vox de Abascal va en esta dirección y le lleva al aislamiento y la bunkerización. Aquel enfoque inicial de aquel Vox solo puede llevarnos a la aceptación melancólica de un destino trágico al que las élites de Vox nos han traído. El Vox de Abascal ha entrado en una espiral de autodestrucción muy difícil de enderezar. Desde mi más humilde sinceridad les dije que tristemente había que partir de una premisa: en Vox no se dispone de un marco legislativo interno ni por supuesto constitucional para la regularización de los mecanismos de democracia interna. Ya se encargó Abascal de eliminarlo. Los partidos deberían de encontrar frenos normativos internos que contengan estos tipos de abusos y de maniobras caudillistas.
El Vox de Abascal nos traicionó a muchos; nos vendió a otros órganos y a otros intereses alejados del partido, de su ideario y de su manifiesto fundacional. Manifiesto fundacional que eran los principios inspiradores de un proyecto político para la renovación y el fortalecimiento de la vida democrática español, con el objetivo de cohesionar la Nación, conseguir la eficiencia del Estado, mejorar la calidad de las instituciones, garantizar la honradez de los responsables públicos e impulsar el crecimiento económico en beneficio de todos los ciudadanos. Manifiesto que nacía para unir a todos los españoles. Para que existiese realmente un vínculo entre representantes y representados. Para que la separación de poderes, base de la democracia constitucional, fuera real. Para potenciar la creación de un Estado fuerte y eficiente, administrativamente descentralizado y capaz de acomodar y reconocer la pluralidad histórica y cultural de nuestra Nación. Para que fuese clave la economía de mercado, la libre iniciativa y el pleno reconocimiento del derecho de propiedad. Para hacer de la educación una de las grandes prioridades nacionales. Para elaborar y promover una nueva Ley Electoral que sustituya el actual y que refleje fielmente el pluralismo social y favorezca a la vez la gobernabilidad del país. Para exigir una nueva Ley de Partidos que garantice su funcionamiento democrático. En resumidas cuentas para hacer una España unida, fuerte y segura de sí misma. Pero, como les dije: todos los partidos prometen cambiar estos sistemas tan poco democráticos pero todos se olvidan cuando pisan moqueta. En todos los partidos actuales se asfixia a los “disidentes” que quieren provocar estos cambios, que buscan democratizar y hacer más transparente todo. Todos los partidos que tenemos en España son organizaciones que ejercen este tipo de presiones y mandamientos a sus bases y militantes.
El Vox de Abascal ha decidido convertir a su partido en un ariete contra el Partido Popular, aunque eso suponga boicotear la construcción de una alternativa sólida al sanchismo. Ha traicionado a los principios del partido que él mismo fundó. Ha tomado unilateralmente decisiones adoptadas al margen de la militancia y de la mayor parte de los dirigentes del partido. De ahí viene mucha decepción, muchas bajas de afiliados, muchas crisis, muchas dimisiones y enfrentamientos. La militancia política en un partido es algo demasiado importante, demasiado serio, porque te identifica públicamente con una serie de ideas y personas. Y eso, te da satisfacciones pero también te cierra puertas, te crea problemas y preocupaciones.
Puse fin a mi intervención diciendo que la política no puede ser un negocio y que tampoco un partido puede estar supeditado ni subordinado a agentes externos como a Abascal le ocurre con Orbán, con Putin y con Trump. Trump se está repartiendo el mundo con sus nuevos socios delante de nuestras narices como si fuera el dueño y señor. No solo deciden sobre la soberanía de Ucrania sin Ucrania sino que, además, deciden de la política de Europa sin Europa. Abascal y sus socios de Patriots no solo han traicionado a Zelenski y a los ucranianos, también a los agricultores apoyando a Trump y sus aranceles; y por supuesto también a todos los que creemos que el comunismo no trae nada bueno a ninguna sociedad; y él ahora lo abraza y se hace compañero de armas de un Trump, de un Orbán y de un Putin que quiere pasar a la historia como los que impusieron un nuevo orden mundial.
El acto finalizó con la aprobación de lo que decidió llamarse la «Declaración de Barajas», un documento que aglutina todos los reproches, las proclamas y las demandas que se solicitarán al Vox de Abascal, entre las que destacan la ausencia de democracia interna, las dudas sobre la financiación del partido, la decisión de romper los gobiernos autonómicos de coalición con el PP o la integración del partido en el grupo del Parlamento Europeo Patriotas y la salida de los Conservadores y Reformistas (ECR) de Giorgia Meloni.
Antonio de Miguel Antón, exmilitante de Vox y exportavoz de este partido en el Ayuntamiento de Guadalajara
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