martes , 1 abril 2025

‘La señorita de Trevélez’, de Carlos Arniches: “La felicidad es un pájaro azul”

Recupera Pérez de la Fuente con este montaje a un autor injustamente olvidado durante décadas; no menos, todo hay que decirlo, que otros muchos de su generación y posteriores, -llámense estos Benavente, Mihura o Jardiel– autores todos asociados a lo que una crítica de urgencia vino a denominar con cierto tono despectivo comedia burguesa o de evasión.

 Hablamos de Carlos Arniches el prolífico autor alicantino que supo explotar como nadie la veta de un teatro de humor, costumbrista, en la línea del sainete de Don Ramón de la Cruz, pero que pasando los años y a lo largo de su extensa producción dramática consiguió trascender en fondo y forma el llamado “género chico” y evolucionar hacia un teatro de mayor conciencia social y sentido crítico, a un realismo de corte casi esperpéntico, “gracioso por fuera, pero serio por dentro” -como escribe Enrique Llovet– y que tiene como protagonista de excepción al pueblo de Madrid.

Elenco de la obra ‘La señorita de Trevélez’. Fotografía de Luiscar Cuevas

Estamos pensando en obras como Los caciques, Es mi hombre o la propia La señorita de Trevélez, que se alejan del puro casticismo para constituirse en verdadero reflejo de la sociedad de su tiempo, con su caciquismo, sus injusticias …, y para llevar a la picota alguno de sus vicios más conspicuos: la incuria, la envidia, la pereza, la hipocresía o el fanatismo. Obras que, pese a la opinión de Raquel Vidales -esta señora que parece haberse erigido por sí misma en censora mayor del reino- merecen ser recuperadas periódicamente, e incorporadas a un repertorio que, al menos, los teatros dependientes de las administraciones públicas deberían encargarse de preservar como parte integrante insoslayable de nuestro acervo cultural.

Pero vayamos a la obra que nos ocupa. El lugar una próspera ciudad de provincias. Frente al casino está situada casa de los Trevélez, donde moran el rico hacendado don Gonzalo y su hermana Florita, una cuarentona poco agraciada y a punto de marchitarse que a la sazón no tiene, como suele decirse, pájaro que le cante y que ha crecido ociosa y aislada del exterior bajo la férrea tutela de su hermano. Los integrantes del “Guasa club”, jóvenes diletantes asiduos a los conciliábulos vespertinos del casino, -una vetusta institución, residuo decimonónico, que nos recuerda a su homólogo de La Regenta”, dilapidan el tiempo ideando chanzas y embelecos y espiando desde las ventanas de la sala de lectura el discurrir de la vida en la casa de los Trevélez. Esta camarilla de petimetres encabezada por Tito Guiloya han descubierto que un recién llegado, por más señas funcionario de Correos, el iluso y enamoradizo Pomeriano Galán está chiflado por Conchita, la sirvienta de Flora, y deciden servirse de él para gastarle una broma cruel a la heredera de los Trevélez haciéndola creer que el bueno de Pomeriano está colado por ella.

Imagen de la obra ‘La señorita de Trevélez’. Fotografía de Luiscar Cuevas

En trazar, ejecutar y desembrollar este embeleco transcurre toda la acción de la pieza que nos depara momentos realmente descacharrantes y también ocasiones para la reflexión sobre el comportamiento egoísta, sobre la frivolidad, la ligereza y hasta la crueldad con la que tantas veces tratamos a los semejantes sin pararnos a valorar las consecuencias. Siempre en un lenguaje fluido, chispeante, vívido reflejo del habla popular de la época, que la versión de García May ha pulido y afinado poniendo coto a los ocasionales excesos de verbosidad del original sin opacar el extraordinario, inigualable gracejo verbal y el don para la invención de Arniches, que es una de las fuentes de disfrute de la pieza.

Imagen de la obra ‘La señorita de Trevélez’. Fotografía de Luiscar Cuevas

Servido por una fastuosa escenografía de Ana Garay y un espléndido trabajo actoral Pérez de la Fuente acierta de pleno con el tono de tragicomedia grotesca con pinceladas de Music-Hall que imprime a la puesta en escena; puesta en escena que acusa también ocasionalmente, en las transiciones, en algunos movimientos corales y en el apoteósico desenlace el gusto por lo ceremonial del director madrileño. Pérez de la Fuente imprime un ritmo trepidante a la acción y se las ingenia para mantener la tensión incluso en los momentos de menor intensidad argumental. Quizá peca un tanto de efectismo y abusa del recurso de pasear a los actores por la platea, o en el añadido inicial de una escena del Tenorio, no así en el cambio del final con la reaparición de Florita avanzando hacia el proscenio, de blanco como una vestal transfigurada en otra mujer oficiando una extraña ceremonia de desagravio a la efigie gimiente del teatro y aceptando de grado su destino, porque como ya había presentido al iniciarse el tercer acto, “la felicidad es un pájaro azul que se posa en un minuto de nuestra vida y que cuando levanta el vuelo nadie sabe cuando se volverá a posar.”

Imagen de la obra ‘La señorita de Trevélez’. Fotografía de Luiscar Cuevas

            En cuanto al trabajo actoral, ya hemos aludido al meritorio y esforzado desempeño del elenco en su conjunto para incorporar sus roles respectivos, una variopinta a la vez que pintoresca galería de tipos populares que engrosan el dramatis personae de la pieza, desde la pizpireta y desenvuelta criadita Conchita (Marta Arteta) o la lenguaraz y descarada comadre Maruja (Julia Piera) hasta los cuatro figurines barbilindos que hacen el coro y ríen las gracias a Tito Guiloya Lacasa (Edgar López), Peña (Óscar Hernández), Torrija (Juan de Vera) y Manchón (Natán Segado). Sin afán de destacar, salvo por su rol de coprotagonistas del enredo, cabría mencionar al timorato y contentadizo Don Marcelino de José Ramón Iglesias, al chulesco e incorregible calavera Tito Guiloya que borda Críspulo Cabezas y el derroche de comicidad que despliega Daniel Diges como Numeriano, un pobre incauto que tiene que hacer encaje de bolillos para no incurrir en las iras de Don Gonzalo mientras intenta zafarse como puede del “marcaje” de Florita. Otrosí cabe decir de los papeles estelares: Silvia de Pé y Daniel Albaladejo, ella, en la casta y empedernida solterona reconvertida en ninfómana que es Florita y él en el atildado y exquisito prócer Don Gonzalo, verdadero guardián de las esencias calderonianas, ambos elevan el grotesco a la categoría de arte.

                                                                                   Gordon Craig.   17-III-2025.

Ficha técnico artística:

Texto: Carlos Arniches. Versión: Ignacio García May.

Con: Daniel Albaladejo, Marta Arteta, Críspulo Cabezas, Daniel Diges, Óscar Hernández, José Ramón Iglesias, Edgar López, Noelia Marló, Silvia de Pé, Julia Piera, Rodrigo Sáenz de Heredia, Natán Segado y Juan de Vera.

Diseño de vestuario y figurines: Almudena Rodríguez.

Diseño de escenografía: Ana Garay.

Diseño de iIuminación: José Manuel Guerra.

Espacio sonoro: Ignacio García.

Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Madrid. Teatro Fernán Gómez. Hasta el 20 de abril de 2025.

Acerca de Gordon Craig

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