La melodía de las palabras.
Una habitación propia es un compendio en forma de ensayo de una serie de conferencias que la escritora Virginia Woolf impartió a lo largo de 1929 en colleges femeninos de Cambridge sobre el tema mujeres y literatura. El espectáculo inspirado en este texto al que han dado forma María Ruiz y Clara Sanchis vendría a reproducir una de esas charlas y el público presente en la sala sería el auditorio al que se dirige la conferenciante.
Tras una escueta presentación en la que comenta la multitud de perspectivas desde las que podría abordarse un tema tan amplio, y haciendo alarde ya desde el principio de la fina ironía que impregna toda su alocución, decide limitar su disquisición a dos aspectos menores de orden práctico, a saber: que una mujer necesita dinero, autonomía económica y “una habitación propia” en la que poder sentarse tranquila a escribir.
Novelista, al fin, Virginia Woolf opta por hablar a través de un “yo” ficticio, un narrador en primera persona que es y no es ella a la vez, introduciendo un factor de ambigüedad, una toma de distancia respecto a lo narrado que tiende a objetivar el mensaje. Al mismo tiempo, en lugar de elegir la aséptica y fría enunciación de un texto expositivo para trasmitir el contenido opta por “novelar” unos supuestos episodios, en apariencia de de poca importancia, acaecidos en la universidad de Cambridge durante su visita a una amiga catedrática ( incidentes con el vigilante de los jardines de de la universidad, con el bedel de la biblioteca que le impide el paso a la sala de lectura por ser mujer, etc.), o por describir cómo es una comida en un comedor de un colegio masculino en comparación con una cena en uno femenino, o repasar, mientras maneja sus notas, los juicios sobre la mujer de los grandes popes de la intelectualidad británica hasta las primeras décadas del siglo XX.
Mediante anécdotas, citas, y digresiones varias, la autora lleva a cabo un inventario de las dificultades que han encontrado las mujeres para ejercer su vocación de escritoras a lo largo de los siglos para concluir que, aparte de la independencia económica, ya mencionada, la mayor dificultad ha sido la falta de independencia intelectual respecto al hombre, el no haber podido gozar de una plena libertad de pensamiento. Termina, incluso, aventurando, y en esto su visión parece profética, el peligro de refugiarse, para escribir, en la trinchera del sexo. Interpretando los postulados de Coleridge al respecto viene a afirmar que “para escribir el hombre ha de ser femenino y la mujer masculina, que la mejor mente creativa debería de ser una mente indivisa, como la de Shakespeare”.
Con todo, lo mejor del texto no está quizá en su contenido, sino en la expresión, en una prosa fresca, chispeante, fluida y trufada de comentarios ingeniosos, que extrae destellos luminosos de aparentes nimiedades en una compleja labor de elaboración textual. Y el primer acierto del espectáculo radica precisamente en la versión y adaptación del texto a cargo de María Ruiz, también directora del montaje, que ha sabido captar toda esa riqueza de matices, expresión de una mente tan profundamente observadora y detallista como la de la escritora y de su aguda sensibilidad.
Respecto al trabajo de actuación cabe decir que Clara Sanchis hace una espléndida creación de personaje. Sus compostura y modales exquisitos, la extrema vivacidad con que se mueve por el escenario y hurga entre sus papeles y sus recuerdos; su hierático perfil con el pelo recogido y su esbelta figura, en fin, embutida en un sencillo vestido camisero de tonos pastel recuerda “aquella elegancia delgada, fina y angular que conservó toda su vida”, como diría refiriéndose a Virginia Woolf su sobrino Quentin Bell. Pero más allá de una fisonomía reconocible, la actriz ha captado y transmite con singular finura la melodía de sus palabras. Colorea los episodios que relata con las infinitas variaciones tonales que admite la expresión de la ironía, la parodia y coyunturalmente el sarcasmo. Sus manos prodigiosas acompañan las inflexiones de voz modulando, delineando casi, sus estados de ánimo -salvo los ocasionales arranques de rabia o de ira que calma con briosos solos de piano-, e ilustrando sus minuciosas descripciones que, a veces, adquieren un especial brillo poético. La tensión dramática apenas sube de tono en el emocionado recuerdo de las lágrimas calladas de “nuestras abuelas” o para evocar con hondo lamento a las “brujas emplumadas de épocas oscuras” detrás de las que nuestra conferenciante adivina escritoras en ciernes, o en la no menos intensa y acuciante perorata final en la que dirigiéndose a las espectadoras de la sala les recuerda que no es ahora ya de disculpas que no hay justificación alguna para no ejercer esa libertad intelectual con tanto sacrificio conquistada.
Gordon Craig, 20-I-2018.
Ficha técnico artística:
Autora: Virginia Woolf.
Con: Clara Sanchis..
Música: Clara Sanchis a partir de Juan Sebastian Bach.
Dramaturgia y dirección: María Ruiz.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias.
19 y 20 de enero de 2018.