Decía Mario Alberto Mejía, poeta, periodista y novelista, que: “Las redes sociales son un lugar perfecto para los cobardes anónimos, que degradan descargando su frustración y su ignorancia. Los imagino frustrados, inmensamente solos, dueños apenas de su cobardía. Ocultos en un seudónimo vulgar, atacan desde las sombras, su hábitat natural y avientan la mierda al ventilador. Ríen desde su escondite, incapaces de hacerlo públicamente. Y es que no cualquiera tiene el valor de hacer una crítica con su nombre y apellidos. Para eso se requiere todo lo que a ellos les falta: valor civil, honestidad, transparencia. Lucidez para escribir con buena gramática y buena ortografía. Lucidez para injuriar con estilo, con clase, con sentido del humor. Critican la incongruencia desde el anonimato. Qué valientes son escondidos como zorros, incapaces para hacerlo con su nombre real”. Pues es duro decirlo pero esa es la verdad, tan simple y tan dura: el anónimo virtual en muchos casos un signo de ser cobarde y rastrero.
Es una pena que Twitter haya dejado de ser una red social de debate, para convertirse en un campo de batalla en el que importa más difamar, mentir e hincar el diente que dialogar con argumentos consistentes y con inteligencia. Hay personajes que se esconden tras un perfil incognito, anónimo para decir lo que no son capaces de expresar públicamente. Lo suelen hacer o por cobardía o porque sus circunstancias le hacen no atreverse a exponer lo que desean y dar la cara. En cualquiera de los casos es cobardía. Son peores que esas hienas que en sus correrías nocturnas olfatean una presa dejan de aullar y avanzan con paso breve pero rápido para lanzarse al cuello, mirando siempre a su alrededor y olfateando el aire, dispuestas a la huida si se presenta cualquier peligro.
En muchos casos las razones que les lleva a esconderse tras un perfil es tener un exagerado complejo de inferioridad. Un ser acomplejado es más peligroso que un ignorante, porque la ignorancia se combate con educación pero los complejos son difíciles de curar, más cuando se acompañan de la mentira. ¡Con que cadenas viven! ¡Qué ausencia de Libertad! ¡Qué seres más rancios!
Tras mis declaraciones sobre los “100 de Marchamalo”, mucha de esa izquierda guadalajareña rancia, ceniza, progre y llena de tópicos antiguos; molestos por ellas se han puesto a intentar deteriorar, odiar y acosarme a través de las redes. Y lo hacen a través de perfiles anónimos y con pseudónimos como el de Conde de Romanones( @CondeRoman_ones)
El que es cobarde, el que es rancio lo es para todo, para vestir, para amar, para hablar, para comer, para educar, para gobernar, para ser y para estar. Este tipo de “rancio” es un personaje muy interesado en la política pero fundamentalmente en la local, no tiene más recorrido en nada. Es pobre de espíritu, limitado intelectualmente y muy reducido en todo. Le gusta difamar y lo hacen desde la frustración y el anonimato; son cobardes virtuales y rastreros. Este tipo de anonimato solo sirve para encubrir actitudes deleznables que fomentan el odio y el acoso. Y lo peor es que tras ellos, tras estos perfiles incognitos se suelen esconder personajes y representantes públicos, elegidos por nosotros en las urnas y se camuflan tras estos avatares para hacer daño y cargar contra particulares o instituciones contrarios a sus intereses ideológicos o conveniencias de poder. ¡Qué irresponsables! ¡Qué cobardes! ¡Qué rastreros!
Quizás en los próximos años, nuestros jóvenes sepan usar mejor estas redes, estas herramientas que nacieron para acercarnos, para entendernos, para hacer política y para potenciar y facilitar la relaciones sociales y humanizar este mundo… Pero algunos están empeñados en usarlas en la oscuridad y en utilizarlas para atacar como alimañas; a traición.
Antonio de Miguel Antón, miembro del Consejo Político de VOX
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