Señor alcalde, usted no estaba.
Como decía el otro día Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), en el acto de entrega de los restos de los fusilados en el cementerio de Guadalajara, “antes de tocar con el dedo el azúcar, ya puedes sentir el dulzor en la boca” y desde el momento en el que me llamaron para recoger los restos del hermano de mi abuelo, supe que usted no iba a estar.
Allí estaban representantes del Sindicaro Norugeo ELOGIT, que habían hecho 3000km para recordar a los 300 noruegos que lucharon contra el fascismo y que donan parte de su sueldo para apoyar las exhumaciones de la ARMH. Pero usted no estaba, y por eso no pudieron ponerse sus pelos de punta con el aplauso en pie de todo el auditorio para recibirlos.
Allí estaba Anna Messutti, una de las abogadas que llevó la causa contra los delitos franquistas en Argentina. Pero usted no estaba y por eso no pudo escucharle hablar del triunfo del recuerdo sobre el olvido.
Allí estaban representantes de algunos partidos políticos de la ciudad. Usted no estaba y por eso, no pudo ver cómo compartían el dolor y la alegría de los familiares, ni cómo estos les agradecían su presencia en ese día tan especial.
Allí estaba el alcalde de mi pueblo, si, el alcalde de un pueblo pequeño. Usted no estaba y por eso no le escuchó decirme que “él estaba allí porque se trataba de un homenaje a un vecino del pueblo y que, como alcalde, creía que tenía la obligación democrática de estar allí en ese momento”
Allí estaban los familiares de 22 víctimas de la represión franquista, ejecutados en el cementerio de nuestra ciudad. Usted no estaba y por eso no pudo escuchar sus palabras, sus discursos sin ningún rastro de odio ni de venganza, solamente agradecimientos y recuerdos para sus familiares.
Allí estaba mi hija y mi padre, escuchando las palabras que hablaban de sus familiares, de la memoria, de Timoteo Mendieta, de la dignidad y de mantenerse fiel a sus ideas. Usted no estaba y por eso, no pudo ver como mi padre lloraba en silencio por haber encontrado a su tío. Ver llorar desconsoladamente a un hombre de 73 años impone respeto y te hace nudos en el estómago.
Allí estaban vecinos, amigos, fotógrafos, periodistas, escritoras, mujeres y hombres jóvenes, ancianos…gentes que dejaron por un día sus quehaceres y que vinieron a rendir un último homenaje a nuestros familiares. Usted no estaba y por eso, no pudo percibir el calor de aquellas personas, sus muestras de cariño. Tampoco pudo ver cómo algunas lloraban de emoción, haciendo suya una parte de nuestro dolor.
Allí estaban los miembros de la ARMH y los voluntarios, León, Benito, Rubén, etc…devolviendo la dignidad a la ciudad. Usted no tuvo el gusto de conocer a estas personas excepcionales porque simplemente, no estaba.
Usted no estaba ni ha estado nunca. Ni en las jornadas de trabajo en el cementerio, ni al lado de las familias de las víctimas del franquismo. Tampoco estuvo en el pleno donde se decidió rendir homenaje a todos los ejecutados del franquismo(¿recuerda? Se marchó en medio de la discusión de ese punto). Tampoco ha estado cuando ha habido que tomar la decisión de retirar los nombres fascistas de nuestras calles para hacer una ciudad más democrática. Tampoco ha estado en la entrega de los restos de estos vecinos, de estas personas que dieron su vida por hacer un mundo mejor. Tampoco nos ha acompañado en nuestro dolor ni ha disfrutado de nuestra alegría.
Y su ausencia me preocupa. Si, porque usted no suele faltar cuando hay que homenajear a las víctimas, pero parece que esta vez, hay victimas de primera y víctimas de segunda…víctimas que, como dijo usted el mismo sábado en el consejo de alcaldes, también “murieron por defender sus ideas en un momento difícil de la historia de nuestro país”.
Señor alcalde, usted no estaba el sábado, pero ya no pasa nada, de verdad no importa. Nuestros muertos descansan con la dignidad que merecen y desde entonces, la ciudad es un poco más democrática.
Jesús Alonso
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