Queridos jóvenes:
El papa Francisco, recordando con profunda alegría y gratitud los encuentros vividos en Lisboa con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, nos invita a iniciar la preparación espiritual para la celebración del Jubileo de los Jóvenes que, Dios mediante, tendrá lugar en Roma, el año 2025.
Con el lema “Alegres en la esperanza” (Rom 12, 12), tomado de la carta del apóstol Pablo a los cristianos de Roma, en momentos de fuerte persecución religiosa, el Papa, en el mensaje con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar el día 26 en cada diócesis, os invita especialmente a los jóvenes a revisar vuestra esperanza y a fundamentarla, no tanto en los propios esfuerzos, sino en la fuerza de la resurrección de Jesucristo.
Aunque existan dificultades para vivir la esperanza, la convicción de que Dios nos ama, a pesar de nuestras limitaciones e incongruencias, nos permite reconocer y asumir que la existencia humana merece la pena ser vivida. Dios, que nos ama sin
límites y nos precede en el amor, ofrece siempre plenitud de sentido a la vida del hombre.
En nuestros días, muchos jóvenes viven desorientados y sin esperanza. La experiencia de las guerras, del hambre y del sufrimiento produce en bastantes jóvenes como vosotros desesperanza, miedo y depresión. Estas situaciones tan duras que destruyen la convivencia entre hermanos pueden sembrar el desánimo, llevándonos a pensar que no merece la pena hacer el bien, porque nadie lo valora.
A pesar de tantos problemas, todos podemos ser testigos del amor de Dios. Creados a su imagen, podemos acoger y mostrar siempre su amor, que hace renacer la alegría y la esperanza, aunque humanamente parezca imposible. Los santos han sido siempre testigos de esperanza, incluso en medio de las crueldades. Por medio de nuestro testimonio cristiano, podemos sembrar esperanza.
Ahora bien, no olvidéis que la esperanza cristiana no es nunca un fácil optimismo, sino la certeza, fundamentada en la fe de que Dios no nos deja nunca solos y mantiene su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. Por eso, la esperanza cristiana es siempre la celebración del amor de Cristo resucitado, que camina a nuestro lado, para ser luz y meta de nuestra esperanza.
Ante las dificultades y los problemas de la vida, todos corremos el riesgo de que la esperanza se apague. Por eso, hemos de alimentarla con la oración, pues cuando pensamos que nadie nos escucha, Dios aún nos escucha. No dejéis de presentarle vuestros cansancios y fatigas, acogiendo siempre sus llamadas e invitaciones.
Encomendemos nuestras vidas y las vidas de tantos jóvenes sin horizonte a la Santísima Virgen, Madre de la esperanza. Ella, como hizo con los apóstoles, nos acompañará siempre con su oración, nos mostrará el rostro del Resucitado y nos invitará a llevarlo con nosotros para ofrecerlo a los demás.
Con mi bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo administrador apostólico de Sigüenza-Guadalajara
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