La hoja diocesana El Eco cumple una función muy importante en la misión evangelizadora de la Iglesia diocesana. Los contenidos semanales de sus páginas, además de ofrecernos noticias de las actividades de la Iglesia universal y diocesana, son también una ayuda valiosa para crecer en la formación cristiana, para acrecentar nuestro amor a la Iglesia y para revisar nuestra fe en Jesucristo.
Durante los doce años de mi servicio pastoral en la diócesis, he intentado hacerme presente cada semana en las páginas de El Eco con algunos comentarios sobre temas de actualidad o con sencillas reflexiones sobre determinados aspectos de la vida cristiana que, a mi modo de ver, era preciso cuidar para impulsar la misión evangelizadora de la Iglesia o para establecer un diálogo sincero y fructífero con el hombre de hoy.
Llega el momento de dar gracias a Dios por esta humilde colaboración a la evangelización y por haberme acogido en vuestros hogares cada semana. Ahora, el nuevo obispo, don Julián, os ofrecerá sus sabias reflexiones y os ayudará a profundizar en las enseñanzas evangélicas y en la misión evangelizadora de todos los bautizados.
En esta última reflexión solo quiero invitaros a vivir y celebrar con alegría desbordante el misterio del Nacimiento de Jesucristo, acontecimiento central de nuestra fe cristiana. Ante la propaganda bien planificada y perfectamente organizada por las casas comerciales para vender sus productos, el misterio fundamental de la Navidad puede quedar relegado a un segundo plano en nuestras celebraciones navideñas.
Por ello, además de desearos a todos unos días llenos de la alegría, del amor y de la paz que Jesús viene a regalarnos a cada uno con su venida, os invito a participar en las celebraciones litúrgicas de estos días santos para actualizar sacramentalmente el aniversario del nacimiento de Jesucristo. No dejéis de postraros de rodillas ante las especies sacramentales, como hicieron en su día los pastores y los magos al visitar al Niño Dios en el portal de Belén. En la eucaristía experimentamos y tocamos la presencia real de Jesucristo, el Autor de la vida, el Príncipe de la paz y el Salvador de los hombres.
Este encuentro con el Niño Dios en la eucaristía y en la contemplación de los belenes tiene que ayudarnos a salir de nosotros mismos para descubrirle también en los hermanos más pobres, en quienes experimentan la soledad y en tantos niños maltratados. La solidaridad de Cristo con nosotros, al querer compartir nuestra condición humana en todo, menos en el pecado, hemos de hacerla realidad cada día en la atención, acompañamiento y ayuda a los hermanos más necesitados. Si lo hacemos así, el Señor nos inundará de alegría y felicidad en Navidad y siempre.
Para todos, con mi cordial saludo, feliz Navidad.
Atilano Rodríguez, obispo administrador apostólico de Sigüenza-Guadalajara
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