Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
El bautismo de Juan Bautista es signo de arrepentimiento; Jesús es bautizado como plenitud de justicia. Juan bautiza con agua; Jesús bautizará con Espíritu Santo. La identidad de Jesús se manifiesta en los sucesos que siguen al bautismo.
1. Se abren los cielos (los judíos pensaban que, tras la muerte del último profeta, los cielos, como una bóveda sólida, estaban cerrados: ahora se restablece la comunicación entre Dios y la humanidad).
2. Desciende el Espíritu, para realizar en él una nueva creación (evocación del espíritu que se cernía sobre las aguas primordiales antes de la creación: Gn 1,2). Es el mismo Espíritu que actuó en su nacimiento en el seno virginal de su madre, María, y que le acompañará durante toda su vida.
3. Finalmente, la voz celeste declara que Jesús es el Hijo amado. Jesús es el Hijo de Dios, pero él encarnará la figura del hijo obediente, no la de un Mesías triunfalista. Jesús escucha constantemente esta voz creadora y entrañable en su corazón, y siempre responde con un “sí” agradecido y entregado. Después, se dedicará a enseñarnos quién es su Padre. La voz del Padre es amistosa, entrañable. Dice y engendra, dice y salva, dice y protege, dice y sostiene, dice y ama. Es siempre voz de amor. Ahora presenta a Jesús como Hijo amado.
A propósito de esta escena admirable, leemos en el “Sermón en la santa Teofanía”, atribuido a san Hipólito: “La corriente inextinguible que alegra la ciudad de Dios es lavada con un poco de agua. La fuente inalcanzable, que hace germinar la vida para todos los hombres y que nunca se agota, se sumerge en unas aguas pequeñas y temporales”.
Y, también: “El que se halla presente en todas partes y jamás se ausenta, el que es incomprensible para los ángeles y está lejos de las miradas de los hombres, se acercó al bautismo cuando él quiso”. Hemos de pasar del bautismo del Señor al Señor del bautismo para valorar su incidencia en nuestras vidas. Es importante recordar la importancia y el significado de nuestro bautismo. A través de él fuimos incorporados a la comunidad eclesial para vivir el evangelio. Con el bautismo quedó borrada la deficiencia original del pecado. Ser bautizado significa ser incorporados a Cristo como miembros de su cuerpo para reproducir en vivo los misterios de su vida. Por el bautismo recibimos el Espíritu que nos guía, ilumina y acompaña en la dirección del amor de Dios y a los hombres. A través del bautismo entramos en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es auténtico nacimiento que engendra en la genuina filiación interior. Por el bautismo todos recibimos la misma identidad de hijos de Dios. Se nos otorga la capacidad de ofrecer a Dios el universo como respuesta agradecida.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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