Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
El paso del tiempo es vertiginoso. Recordáis miles de anécdotas vividas durante la infancia como si fueran ayer mismo. Paseáis por los lugares donde nacisteis, crecisteis y madurasteis y en cada rincón sentís la presencia viva de momentos y experiencias inolvidables. Soléis decir: “en mis tiempos”, y la añoranza hace aflorar lágrimas furtivas y sonrisas entrañables.
El peso del tiempo ha dejado huellas en vuestro cuerpo. Las visitas a la farmacia son más frecuentes que las que realizáis a otro tipo de establecimientos. Las citas médicas, las pastillas, las intervenciones quirúrgicas, las revisiones, son tema habitual de conversación y anotaciones imprescindibles en vuestras agendas.
Tenéis un cuerpo muy trabajado. El esfuerzo, los madrugones, las inclemencias meteorológicas, los sufrimientos, han ido perfilando vuestro rostro. Vuestras articulaciones son menos flexibles y vuestros reflejos más pausados.
Pero el tiempo no solamente “pasa” y “pesa”, sin que, también, deja “poso”. Habéis adquirido experiencia y sabiduría. No es necesario que tengáis muchos títulos académicos. Algunos de vosotros fuisteis poco a la escuela por razones familiares o económicas. Pero sois personas sabias, porque la sabiduría no tiene que ver con los “saberes”, sino, más bien, con los “sabores”. Y saboreáis la vida, porque distinguís entre lo urgente, lo importante y lo imprescindible.
Poseéis el don de consejo. Sabéis decir palabras oportunas y guardar silencios elocuentes. Cuando algunas personas van, vosotros ya estáis de vuelta. Distinguís entre los caminos que conducen a buenos destinos y las sendas perdidas que desembocan en nada y vacío.
Seguís colaborando, apoyando a la familia, acogiendo y acompañando a los nietos. Ponéis a disposición de los más necesitados vuestros ahorros de toda la vida. Seguís pensando en los demás. Tenéis un corazón grande y generoso, aunque esté cansado y requiera apoyos y controles.
Sois presencia constante y perseverante en las celebraciones litúrgicas. Los templos no se cierran porque continuáis participando en tantas iniciativas. Los sacerdotes cuentan con vosotros porque vuestra vida es una narración permanente de fe, esperanza y caridad.
Vuestra participación en proyectos civiles y eclesiales merece valoración y gratitud. Sin buscar aplausos ni reconocimientos externos, continuáis en primera línea de generosidad.
Por todo ello, y por muchos motivos, con afecto y agradecimiento, os digo, en nombre de la Iglesia que peregrina en Sigüenza-Guadalajara: gracias, muchas gracias. Sin vosotros seríamos menos. Con vosotros somos mejores. Junto a vosotros nos sentimos más felices. Estaremos siempre a vuestro lado.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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