Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Del 18 al 25 de enero celebramos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. “¿Crees esto?” es la pregunta que hace Jesús a Marta después de la muerte de su hermano Lázaro. El Señor se presenta como la “resurrección y la vida”. También hoy hemos de responder a este interrogante. Nuestra respuesta se sitúa en el contexto de la fe profesada en el Credo.
En el año 325, el Concilio de Nicea supuso un momento trascendental. Se llegó a un texto común de referencia para los cristianos. Después de un período de persecución y clandestinidad, la fe encontraba dificultades culturales, sociales y políticas. Se necesitaba alcanzar un acuerdo sobre el fundamento esencial.
El Papa Francisco propone que la celebración del 1.700 aniversario del Concilio de Nicea sea “una invitación a todas las Iglesias y comunidades eclesiales a seguir avanzando en el camino hacia la unidad visible, a no cansarse de buscar formas adecuadas para corresponder plenamente a la oración de Jesús: «Que todos sean uno: como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21)” (Spes non confundit, 17).
A lo largo de los últimos decenios, el ecumenismo ha tenido avances y pausas. Se ha avanzado en el ámbito de la oración, en el diálogo teológico, en las ediciones de la Biblia, en las actividades socio-caritativas y en las iniciativas educativas. Lamentablemente, también ha aumentado el testimonio de la sangre, consecuencia de persecuciones violentas contra los cristianos en diversas zonas del mundo. La sangre de los mártires es semilla de fuerza y fertilidad.
La unidad entre los cristianos no será consecuencia de un esfuerzo humano. Responde a la voluntad del Señor y será un regalo del Espíritu. Pero también requiere nuestra diligente colaboración. En la medida en que todos los cristianos caminemos hacia Cristo, encontraremos en Él la unidad.
El testimonio cristiano se devalúa y corre el riesgo de desacreditarse como consecuencia de la falta de unidad. Jesús quiere que los cristianos seamos uno, partícipes de la comunión de vida existente en la Trinidad. El mundo no puede creer si no encuentra vestigios de unidad.
No debemos adoptar una actitud pasiva y resignada ante las divisiones. El renovado compromiso ecuménico, entretejido de constancia y paciencia, nos permite reconocer que la unidad “la construye el Espíritu Santo en el camino” (Papa Francisco, Homilía, 25 enero 2014). El Señor nos ofrece “la roca firme sobre la que podemos mover juntos nuestros pasos con alegría y esperanza” (Papa Francisco, Discurso, 29 noviembre 2014).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición
Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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