El Heraldo del Henares
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
El Papa Francisco escribe en la bula ‘Spes non confundit’: “Las iglesias jubilares, a lo largo de los itinerarios y en la misma Urbe, podrán ser oasis de espiritualidad en los cuales revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación, punto de partida insustituible para un verdadero camino de conversión” (SnC 5).
El tiempo de Cuaresma nos permite “revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza”. El camino de conversión, que resuena incansablemente como una ocasión de gracia a lo largo de estos cuarenta días, tiene un punto de partida incuestionable: el sacramento de la Reconciliación.
La indulgencia jubilar nos permite descubrir que la misericordia de Dios es ilimitada. Los “efectos residuales del pecado” son removidos por la indulgencia, “siempre por la gracia de Cristo, el cual, como escribió san Pablo VI, es ‘nuestra indulgencia’” (SnC 23).
El amor de Dios nos precede y también requiere nuestro asentimiento, nuestra acogida y nuestra respuesta que se manifiesta en obras, en la voluntad de vivir como Jesús, de caminar tras sus huellas.
Cuaresma es el tiempo litúrgico que cada año nos recuerda la necesidad de volver nuestra mirada y nuestra vida hacia Jesús. Nos abre a la posibilidad de renovar la opción de seguir a Cristo por el camino de la humildad.
Este año viviremos el tiempo de Cuaresma en clave de esperanza, reconociendo los signos de esperanza que surgen a nuestro lado, esforzándonos también por ofrecer signos de esperanza y convirtiéndonos nosotros mismos en signos de esperanza trabajando por la paz junto a quienes se encuentran sumergidos en la tragedia de la guerra, acompañando a quienes han perdido el sentido de transmitir la vida, recuperando la alegría de vivir y construyendo una alianza social para la esperanza, atendiendo a los que viven el situaciones de penuria, los presos, enfermos, jóvenes, exiliados, desplazados y refugiados, ancianos, abuelos y pobres.
La esperanza “señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana” (SnC 18). Nos orienta hacia la Pascua. Los cristianos “tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria” (SnC 19). “Jesús muerto y resucitado es el centro de nuestra fe” (SnC 20). En Cuaresma se alimenta la esperanza de la resurrección.
Afrontando el desierto interior, nos ponemos en camino para ser rescatados y conducidos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios que nos da la vida, y la vida en plenitud.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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