Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Solemos emplear la expresión “de Virgen a Virgen” para indicar el tiempo de verano comprendido entre el 16 de julio (Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo) y el 15 de agosto (solemnidad de la Asunción). Es un tiempo marcado por el reencuentro con las raíces en los pueblos, jornadas de convivencia y celebraciones en honor a la Virgen.
En realidad, la expresión “de Virgen a Virgen” se puede aplicar a todo el año, que comienza con la solemnidad de Santa María, Madre de Dios (1 de enero) y desemboca en el relieve peculiar de la Virgen en Adviento, contemplada especialmente en la solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre).
A lo largo de todo el año, prácticamente todos los meses, tenemos una referencia significativa a la Virgen María: Presentación del Señor (2 de febrero), Bienaventurada Virgen de Lourdes (11 de febrero), Anunciación del Señor (25 de marzo), Bienaventurada Virgen de Fátima (13 de mayo), unida a multitud de celebraciones durante todo el mes de mayo, Visitación de la Virgen María (31 de mayo), Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia (lunes después de Pentecostés), Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María (sábado posterior al segundo domingo después de Pentecostés), Dedicación de la basílica de Santa María (5 de agosto), Bienaventurada Virgen María Reina (22 de agosto), Natividad de la Bienaventurada Virgen María (8 de septiembre), Dulce Nombre de María (12 de septiembre), Bienaventurada Virgen María de los Dolores (15 de septiembre), Bienaventurada Virgen María de la Merced (24 de septiembre), Bienaventurada Virgen María del Rosario (7 de octubre), Bienaventurada Virgen María de Pilar (12 de octubre), Presentación de la Bienaventurada Virgen María (21 de noviembre), Bienaventurada Virgen María de Guadalupe (12 de diciembre).
El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia (2002) afirma: “La piedad popular a la Santísima Virgen, diversa en sus expresiones y profunda en sus causas, es un hecho eclesial relevante y universal” (n. 183). Y explica que esta piedad popular: “Brota de la fe y del amor del pueblo de Dios a Cristo, Redentor del género humano, y de la percepción de la misión salvífica que Dios ha confiado a María de Nazaret, para quien la Virgen no es sólo la Madre del Señor y del Salvador, sino también, en el plano de la gracia, la Madre de todos los hombres” (ibíd.).
Quienes adoramos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, veneramos con especial amor a la Virgen María. En el calendario particular de nuestra Diócesis también se recogen, con adhesión de corazón y fidelidad a las normas litúrgicas, las celebraciones marianas propias.
La Virgen María es el modelo de la actitud espiritual con que celebramos los misterios de la salvación. Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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