Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
La antífona de entrada de la misa del Miércoles de Ceniza, inspirada en un texto bíblico (Sab 11,23-24), dice: “Te compadeces de todos, Señor, y no aborreces nada de lo que hiciste; pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan, y los perdonas, porque tú eres nuestro Dios y Señor”.
Con esta actitud comenzamos el recorrido cuaresmal que nos conduce a la Pascua. El punto de partida es la compasión del Señor. Él se complace en todo lo creado y no desprecia nada salido de sus manos. Nuestra conciencia de ser pecadores no es el dato primordial. Hay algo previo: el Señor pasa por alto nuestros pecados, para dar lugar al arrepentimiento. No busca una justicia castigadora, inmediata y fulminante.
El perdón del Señor no es una gracia barata, insignificante. Él nos perdona precisamente porque es Dios y Señor y no hay ninguno más fuera de Él.
En la bendición de las cenizas hay dos oraciones que explican esta situación: 1) “Oh, Dios, que te dejas vencer por el que se humilla y encuentras agrado en quien expía sus pecados…”. 2) “Oh, Dios, que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento…”.
En ambas oraciones seguimos diciendo al Padre que así podemos realizar las prácticas cuaresmales para “llegar, con el corazón limpio, a la celebración del Misterio pascual de tu Hijo” (primera oración de bendición de las cenizas), para “alcanzar el perdón de los pecados y emprender una nueva vida a imagen de tu Hijo resucitado” (segunda oración de bendición de las cenizas).
El Prefacio V de Cuaresma describe el itinerario que Dios nos prepara: “Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal, para que, llegados a la montaña santa con el corazón contrito y humillado, reavivemos nuestra vocación de pueblo de la alianza convocado para bendecir tu nombre, escuchar tu Palabra y experimentar con gozo tus maravillas”.
Nuestro itinerario hacia la luz pascual es un sendero de seguimiento de los pasos de Jesucristo. Cuaresma es un tiempo de gracia, de renovación en santidad, de liberación de los afectos desordenados, de ocupación en las realidades temporales y de simultánea adhesión a las eternas (cf. Prefacio II de Cuaresma).
Por la pasión, se llega a la gloria de la resurrección. No hemos de buscar atajos, ni sendas perdidas. No se puede excluir el tiempo de preparación, ni se puede eludir el proceso de conversión, de rectificación de sendero, de reorientación de la vida hacia su centro: el amor manifestado en Jesucristo.
El Papa Francisco escribe en su Mensaje para la Cuaresma 2024: “Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad”. Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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Obispo, por si no lo sabes.
Tu predecesor protagonizó un episodio singular: la demolición parcial, ilegal e ilegalizable, de parte de la Colegiata de Pastrana, Bien de Interés Cultural.
Es cierto, fue oportunamente respaldado en ello por la Comisión Provincial de Cultura y por el Ayuntamiento de Pastrana.
Un baldón sin duda, en el historial de esta diócesis.
Si te interesa, hablamos.
Saludos.