jueves , 19 septiembre 2024

Carta del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara: ‘Fuerza de Dios’

Queridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz. Solemos escuchar con frecuencia: “Los cristianos tenemos el mejor producto y no lo sabemos vender”. La expresión no es correcta por varios motivos. En primer lugar, no tenemos un “producto” que ofrecer, sino una Persona de la que somos testigos.

En segundo lugar, nosotros no pretendemos “vender” nada a nadie. La fe cristiana no es objeto de compra-venta. Comenzamos a ser cristianos cuando Jesucristo viene a nuestro encuentro y, a partir de ese momento, se produce una transformación radical en nuestras vidas. No entramos en una competición proselitista con la ambición de ganar adeptos.

Somos, sencillamente, “testigos”. Como san Juan Bautista, presentado, de modo preciso, con estas palabras: “Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz” (Jn 1,6-8). Hay ocasiones en las que buscamos métodos, técnicas de comunicación, proyectos de difusión, recursos meramente humanos. Y, en medio de una pluralidad de propuestas, corremos el riesgo de desorientarnos.

El Concilio Vaticano II recuerda que Cristo está siempre presente en su Iglesia y concreta en una admirable y conocida expresión: “cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla” (SC 7).

San Juan de Ávila escribió: “Pablo pone la lengua y la garganta, él pone la voz; pero la palabra es de Cristo” (Sermón 28,20). De hecho, san Pablo escribe a los cristianos de Roma: “no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para todo el que cree” (Rom 1,16). No solemos valorar la enorme potencia que posee, en sí mismo, el Evangelio. Es como una semilla llena de dinamismo y fecunda en vida. Tiene en su interior un caudal de energía.

Julián Ruiz Martorell

Cuando san Pablo escribe a los gálatas, les dice: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Es Cristo quien habla, es Cristo quien actúa, es Cristo quien vive, es Cristo quien ama.

San Pablo afirma que Cristo le envió “a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo” (1 Cor 1,17). Continúa diciendo que el mensaje de la cruz “es fuerza de Dios” (1 Cor 1,18). Y añade: “los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, pero para los llamados -judíos o griegos-, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,22-24).

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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