Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
En la solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos la Jornada Pro Orantibus con el lema: “Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: ‘¡Hágase tu voluntad!’”.
La vida contemplativa “pone de manifiesto que la participación en la comunión trinitaria puede transformar las relaciones humanas” (Vita consecrata, 41). La vida fraterna de las comunidades contemplativas se propone como manifestación de la vida trinitaria, reflejo del amor infinito que une a las tres Personas divinas.
En este domingo solemne, celebrado en el año dedicado especialmente a la oración, como preparación al Jubileo de 2025, compartimos un puñado de gestos:
1) Oramos por quienes habitualmente oran por nosotros y con nosotros. Las comunidades contemplativas cultivan la alabanza, la acción de gracias, la intercesión, la súplica, el silencio del recogimiento y la amplitud de corazón que late en sintonía con los dolores y las alegrías, los sufrimientos y los gozos, las búsquedas y los encuentros de toda la humanidad.
2) Agradecemos su estilo de vida austero, centrado en lo esencial; mejor diríamos, centrado en el Esencial, el Señor que nos ama, nos llama y nos envía. Las personas contemplativas no huyen del mundo, sino que se centran en el Señor, prescindiendo de todo lo que es superficial, innecesario, epidérmico. El claustro es un espacio abierto. Aunque reducido en sus dimensiones, es amplio en sus posibilidades, con capacidad de acogida, orientado a las cuatro esquinas de los puntos cardinales, pero desde el centro que permite saborear la vida y compartir vida.
3) Valoramos su ejemplo, esplendor del amor trinitario. La Santísima Trinidad no es un misterio que podamos describir, sino un misterio que debemos descubrir, porque, aunque nos supera y nos desborda, también nos envuelve y nos ilumina. Nos sentimos habitados por su presencia y acción, porque es el manantial de nuestra vida y de nuestra misión.
4) Reconocemos que, en muchas ocasiones, en nuestras visitas a las comunidades contemplativas, en medio de un silencio forjado a lo largo de los siglos, hemos escuchado una palabra oportuna, el murmullo de una brisa suave, que nos ha aportado luz, orientación y aliento.
5) Necesitamos conjugar las actividades habituales, el compromiso responsable, el servicio generoso, el testimonio coherente, la tarea evangelizadora con la pausa imprescindible, la meditación necesaria y el agradecimiento que brota espontáneo por los poros del alma.
6) Contemplamos el rostro del Señor Resucitado y Él nos enseña a decir con seguridad y esperanza: “¡Hágase tu voluntad!”. Y lo repetimos incansablemente a lo largo de nuestra jornada, y aceptamos con ilusión que se cumpla su proyecto, que se lleve a cabo su designio de amor. Que su santa voluntad rija nuestros destinos y oriente nuestros senderos.
7) Suplicamos al Dueño de la mies que siga alentando en los corazones respuestas abundantes, misioneras, testimonios elocuentes de una forma alternativa de vivir y de pensar, de convivir y de trabajar, de compartir y de orar, de amar y de servir.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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