Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
El 11 de febrero, conmemoración de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, se celebra la “Jornada Mundial del Enfermo”. Como cada año, el Papa ha escrito un mensaje en el que nos invita a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, desde tres aspectos: el encuentro, el don y el compartir.
1. El encuentro: la enfermedad, aunque sea dolorosa y difícil de entender “es una oportunidad de encuentro con el Señor”, una “ocasión de un encuentro que nos transforma”. Esto se realiza “en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real”.
2. El don: “nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo «fieles a la fidelidad de Dios»” (Madeleine Delbrêl).
Como los discípulos de Emaús, también nosotros podemos compartir con Jesucristo resucitado “nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan”.
3. El compartir: “Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor!”.
El Papa escribe: “nos damos cuenta de que somos «ángeles» de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas”.
Y nos invita a “saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable”.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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