Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Un buen amigo con el que he compartido mucho tiempo de trabajo entre libros y documentos, que posee grandes capacidades intelectuales y manuales, experto en la tarea continua y amigo de la naturaleza, me envió hace unos meses unas semillas.
Ya las conocía porque hemos tenido ocasión de sembrarlas, regarlas y disfrutar de su crecimiento y esplendor durante los últimos años. Bueno, en verdad era él el que realizaba todo el cuidado del mantenimiento. A mí me correspondía la humilde labor de regar en los serenos atardeceres.
Son semillas negras, sin bella apariencia. También en la Diócesis de Sigüenza Guadalajara hay personas trabajadoras, sensibles, pacientes, expertas en hacer bien las cosas y en tratar bien a las personas y al ambiente que nos rodea. Y han sabido ver e imaginar en esas semillas un futuro inédito.
Después de un tiempo de cuidado y atención, las semillas se convierten en una ligera y ascendente planta que, sorteando los obstáculos, se enreda y eleva para concedernos la agradable sorpresa de florecer con delicadeza en una explosión de color. La creación responde a nuestros cuidados con la belleza de su agradecimiento.
Todo ello requiere paciencia, solicitud, cercanía, confianza. La planta hunde sus raíces en la tierra y nos enseña a mirar hacia lo alto y a abrirnos a la luz. También nosotros hemos de estar bien arraigados y cimentados para aspirar a los bienes de arriba, a los dones que proceden del Señor.
Benedicto XVI escribió: “muchos encuentran tranquilidad y paz, se sienten renovados y fortalecidos, al estar en contacto con la belleza y la armonía de la naturaleza. Así, pues, hay una cierta forma de reciprocidad: al cuidar la creación, vemos que Dios, a través de ella, cuida de nosotros” (Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la Paz 2010).
El Santo Padre Francisco dijo a un grupo de niños: “Dios creó el mundo con una gran variedad de flores de todos los colores. Cada flor tiene su propia belleza, que es única. Cada uno de nosotros es también hermoso a los ojos de Dios, y Él nos ama” (Discurso, 21 septiembre 2020).
El Papa Francisco afirma que el próximo Jubileo “será un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios” (Spes non confundit, 25). Y escribe: “La esperanza encuentra en la Madre de Dios su testimonio más alto. En ella vemos la esperanza que no es un fácil optimismo, sino un don de la gracia en el realismo de la vida. Como toda madre, cada vez que María miraba a su Hijo pensaba en el futuro” (ibid., 24).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.
EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.