Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Solemos identificar el Seminario con un espacio, un lugar definido, un edificio dentro de la estructura de la Diócesis. Algunas personas relacionan el Seminario con un tiempo de formación en el que se crece en conocimientos, valores y actitudes. Para otros, es un ámbito formativo que comporta cuatro grandes dimensiones: humana, espiritual, intelectual y pastoral.
“El Seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal”, según escribió Benedicto XVI en su “Carta a los seminaristas” del año 2010.
El Seminario requiere un espacio concreto, un tiempo regulado, un ámbito formativo, una comunidad en camino, un proyecto diocesano. Pero, sobre todo, el Seminario es un don de Dios y una tarea. Es un regalo de la gracia y un compromiso que hemos de compartir en corresponsabilidad apasionada. Es un triunfo del amor y un trabajo arduo que se va entretejiendo con la aportación de cada uno de los miembros de la Diócesis: sacerdotes, personas consagradas y seglares.
El Día del Seminario es una oportunidad para mostrar a quienes viven esta peculiar etapa formativa lo mucho que pensamos en ellos, especialmente en estos tiempos de escasez de vocaciones, y lo cerca que los sentimos en la oración.
El lema del Día del Seminario 2024 es “Padre, envíanos pastores”. Esta expresión tiene forma de plegaria. Se trata de una súplica que elevamos con perseverancia, confianza y gratitud. Dirigimos nuestra mirada a Dios Padre, que es quien tiene la iniciativa y es el punto de referencia de nuestra vida y de nuestra oración. Dios Padre es quien suscita la llamada al sacerdocio, quien capacita para la respuesta positiva y quien hace posible la continuidad en el tiempo y la disponibilidad para la misión.
Al decir “envíanos” reconocemos que el don de la vocación es una gracia, un regalo. A la Iglesia le corresponde colaborar en la formación, el acompañamiento y el discernimiento. Todo regalo supone una responsabilidad y toda gracia va acompañada de un compromiso. Pero las vocaciones no son fruto de un esfuerzo meramente humano, o el resultado programado de una tarea de reclutamiento o de proselitismo, sino el resultado de un proceso protagonizado por Dios.
Con el término “pastores” evocamos tantas páginas de la Sagrada Escritura donde se menciona la guía del pueblo a través de la imagen del pastor que acompaña, orienta y da la vida por el rebaño. Le pedimos al Padre que nos envíe pastores generosos, según el corazón de Jesucristo, comprometidos y animados por el Espíritu Santo.
También dirigimos una exhortación a los jóvenes y a quienes tienen un corazón joven: ¡Escucha con atención la voz del Señor, responde con generosidad, entrega tu vida con disponibilidad, participa en la misión de la Iglesia con alegría, desarrolla en plenitud tu vocación de evangelizador, vive con ilusión tu condición de discípulo misionero! No quedarás defraudado.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.
EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.