El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice que los primeros cristianos, además de participar en la fracción del pan, en la oración comunitaria y en la enseñanza de los apóstoles, vivían con especial intensidad el mandamiento del amor. De hecho, eran reconocidos y valorados por los paganos porque se amaban y porque en algunos casos llegaban a vender sus posesiones para compartir sus bienes con los necesitados.
Esto quiere decir que, desde los primeros pasos de la Iglesia, la meditación de la palabra de Dios y la celebración de la eucaristía van íntimamente unidas a la actividad caritativa. Quien se alimenta del amor de Dios en la eucaristía y acoge su testimonio de amor en la meditación de su palabra no puede dejar de expresar este amor a Dios y a los hermanos. Por eso, la caridad no es responsabilidad de unos pocos cristianos, sino que es una exigencia gozosa de la fe para todos los miembros del Pueblo de Dios.
Millones de hombres y mujeres, a lo largo de la historia de la Iglesia, secundando el mandamiento del amor y asumiendo la práctica de las obras de misericordia, han entregado su vida y, en muchos casos, sus bienes para ofrecer ayuda a los hermanos marginados y excluidos de la sociedad. Los miles de voluntarios de las Cáritas parroquiales y diocesanas dan testimonio de esta realidad.
Con el propósito de iluminar, orientar y acompañar la actividad caritativa de las distintas diócesis, los obispos españoles juzgaron oportuno instituir el año 1947 Cáritas Española, como organización confederada de todas las Cáritas diocesanas. Este año se cumplen, por lo tanto, los 75 de aquel importante acontecimiento para la Iglesia española y para el impulso de la actividad caritativa en todas las diócesis y parroquias de España.
Durante este tiempo, con sus luces y sombras, miles de trabajadores y voluntarios de las Cáritas diocesanas y parroquiales de toda España han podido experimentar el amor, la cercanía, la escucha y la atención fraterna de los técnicos y voluntarios de Cáritas española en aquellos casos, en los que han solicitado su ayuda y colaboración.
Con ocasión de la celebración de este aniversario, hemos de dar gracias a Dios por los miles de agentes de pastoral que, en los lugares más recónditos de la geografía española o más allá de nuestras fronteras, han sido testigos del amor de Dios y de la fraternidad entre todos los seres humanos, defendiendo la dignidad de cada persona e impulsando la solidaridad con los más necesitados. Podríamos decir con el salmista «Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres» por lo vivido, lo compartido y lo celebrado.
Pero, al mismo tiempo, los 75 años de andadura de Cáritas Española tienen que ayudarnos a profundizar en su identidad y a darle un nuevo dinamismo a la actividad caritativa de la Iglesia. El impulso del voluntariado de Cáritas y de los responsables de la actividad caritativa debe estar entre las prioridades de presbíteros, obispos y cristianos laicos. Si se apaga el amor de la comunidad cristiana a los necesitados, comienza a oscurecerse el conocimiento de Jesucristo y su amor preferencial a los más pobres.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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