jueves , 21 noviembre 2024

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara: ‘Aún estamos a tiempo’

Durante el tiempo del Adviento, la palabra de Dios nos repite una y otra vez que hemos de prepararnos, despertar del sueño y permanecer vigilantes para acoger en lo más profundo de nuestro corazón al que viene para quedarse con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos y para ofrecernos la salvación y el perdón de nuestros pecados.

Cuando nos paramos a reflexionar, aunque solo sea por un instante, podemos descubrir que nadie en este mundo puede hacernos una oferta como la que nos hace Jesús en el Evangelio. Él nos dice que viene a nosotros no por interés personal, sino para dar respuesta a las necesidades más profundas de nuestra existencia, ya que todos los seres humanos hemos sido creados para vivir y experimentar la amistad con Dios y el amor fraterno.

A lo largo de nuestra peregrinación por este mundo, podremos encontrarnos con personas famosas, poderosas, sabias y adineradas, que nos ofrecerán la posibilidad de participar de sus bienes o de su sabiduría, pero ninguna podrá decirnos que nos ama hasta la muerte, que quiere acompañarnos en el camino de la vida, que tiene el poder de perdonar nuestros pecados y de brindarnos la posibilidad de participar de su salvación, si le acogemos en nuestro corazón.

En muchos momentos de la vida, pero de un modo especial durante el tiempo de Navidad, el Mesías, el Salvador, llegará a nuestra casa y llamará a la puerta de nuestro corazón para preguntarnos si queremos compartir su vida. Llega a nosotros una persona única, irrepetible y excepcional, que tiene el poder de curar con su amor nuestra tristeza infinita, ofrecer respuesta a los interrogantes más profundos de la existencia y resucitar nuestra esperanza.

Atilano Rodríguez

Tal vez las muchas ocupaciones de cada día y las prisas del momento nos han impedido pararnos a pensar en esta visita y, sobre todo, no nos han permitido pensar si realmente necesitamos o queremos recibirla. No nos preocupemos, pues aún estamos a tiempo de abrirle nuestra casa y nuestro corazón para estar con él, para escucharle, para experimentar la alegría de su presencia. De este modo, podremos ofrecerle no sólo lo que tenemos, sino lo que somos.

Si verdaderamente estamos convencidos de que el Señor viene a nuestra tierra y a nuestra vida, deberíamos esperarle con un corazón arrepentido, con un corazón limpio, con un corazón compasivo y misericordioso. Así el mundo podrá descubrir la grandeza de la presencia de Dios, cuando se le deja entrar.

Con mi sincero afecto y bendición, feliz Navidad.  

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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