El pasado 30 de septiembre, el papa Francisco invitaba a toda la Iglesia a dedicar el día 26 de enero, tercer domingo del tiempo ordinario y Jornada de la Infancia Misionera, a centrar la mirada y el corazón en la Palabra de Dios para comprender mejor su riqueza inagotable en el diálogo que el Señor quiere mantener con los miembros de su Pueblo.
En los libros de la Sagrada Escritura, el Padre celestial se dirige con profundo amor a sus hijos para hablar con ellos, para alimentar su espíritu, para fortalecer su fe y para mostrarles a su Hijo muy amado. De este modo, todos podrán conocer y amar más intensamente a Jesucristo pues, como decía San Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín, “quien no conoce la Escritura, no conoce a Cristo”.
Por medio de su Palabra, Dios manifiesta a sus hijos la intimidad de su corazón, esperando su respuesta responsable, libre y consciente. Él desea encontrarse con cada ser humano para que sus pensamientos, palabras y acciones estén orientados a la búsqueda constante de su voluntad y al cumplimiento de la misma.
Con la institución del domingo de la Palabra, el papa Francisco desea recordarnos a todos los bautizados que el Resucitado, cumpliendo su promesa, está con nosotros y se acerca a cada uno, para escuchar sus dudas y para explicarle las Escrituras.
La comprensión de la Palabra nos permitirá salir con nuevo ardor a ofrecerla a los hermanos, especialmente a quienes, por distintas razones, no han tenido la dicha de escucharla y conocerla.
Jesucristo, muerto y resucitado, como hizo con tantas personas durante los años de su vida pública, sigue queriendo acercarse a nosotros en cada instante de la vida por medio de su Palabra para ofrecernos su amor, para invitarnos al seguimiento y para regalarnos su vida. Él mismo, mediante la acción del Espíritu Santo, siempre da el primer paso para mostrarnos su rostro y para revelarnos su intimidad.
El mundo de hoy necesita testigos alegres de la salvación de Dios y de la confortadora noticia de su amor. Ahora bien, si previamente no acogemos y hacemos vida su Palabra, no podremos ofrecer a nuestros hermanos respuestas que den plenitud de sentido a sus vidas, que eleven su esperanza y que ofrezcan vigor para recorrer el camino.
Con la finalidad de cuidar las celebraciones de este día de la Palabra, se enviarán materiales a todas las parroquias. De este modo, mediante la escucha sosegada y serena de la Buena Noticia, todos los bautizados podrán sentirse amados, perdonados y alentados a vivir de acuerdo con la vida buena del Evangelio.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez Martínez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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