La persona, cuando deja de proyectar y preparar el futuro, se queda sin motivaciones profundas para actuar y sin el gusto de vivir. La falta de proyectos le lleva a perder la esperanza y una persona sin esperanza está bloqueada y vencida. Quienes viven con esperanza ven horizontes de futuro y saben afrontar las dificultades de cada momento.
El próximo día 1 de diciembre comenzamos el tiempo litúrgico del adviento. Durante este tiempo, se nos invita a repensar nuestra esperanza, puesto que Dios, por medio de Jesucristo, viene a visitarnos, a compartir nuestra existencia, para colmar nuestro futuro de esperanza. Por la venida del Hijo de Dios al mundo, los cristianos esperamos confiadamente que todo lo que se realizó en su persona, se realizará también en cada uno de nosotros. La fe cristiana nos dice que el presente y el futuro están en sus manos.
La verdadera esperanza nace en nosotros, cuando de verdad contamos con Dios y lo ponemos como fundamento y meta de la existencia. Dios, que nos ama, nos acompaña, nos habla por medio de su Palabra y nos cuida constantemente, invitándonos a vivir el presente y el futuro en el amor, en la verdad y en la búsqueda del bien para todos.
Cuando nos dejamos dominar por el trabajo y por las cosas de este mundo, llegamos a perder el horizonte de Dios. Ciertamente, podremos experimentar las pequeñas y pasajeras esperanzas que nos ofrecen las realidades terrenas, pero con el paso del tiempo caemos en el vacío. Quien vive sin Dios termina perdiendo la esperanza o se queda con esperanzas transitorias que, una vez cumplidas, producen vacío y desánimo.
La fundamentación de la vida en Cristo, la gran esperanza del ser humano, nos ofrece razones para luchar, para afrontar la dureza del trabajo y para disfrutar de la vida. Los tiempos vividos en Dios y desde Dios nos permiten celebrar y experimentar anticipadamente la verdadera felicidad que un día esperamos alcanzar en su plenitud.
Vivimos en un mundo necesitado de esperanza y el Señor nos envía cada día para que seamos testigos de esperanza. De este modo, podremos ayudar a los hermanos a levantar los ojos y el corazón para descubrir a Jesucristo, causa de nuestra esperanza. Que Santa María, la Virgen de la esperanza, nos muestre a su Hijo para que, acogiéndole en nuestro corazón, nunca nos falte la esperanza para vivir y para seguir esperando.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz tiempo de Adviento.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de comunicados, cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.
EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.